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» Diario Cordoba
Fecha: 12/07/2025 16:16
Ahora cuesta mucho imaginar lo que fue Ermua hace 28 años. Lo que significó el asesinato de Miguel Ángel Blanco, su ejecución a cámara lenta, el dolor de sus padres, su hermana, su novia y su familia, mantenerlos en vilo y mantenernos en vilo durante las 48 horas que ETA dio de plazo al Gobierno, en un comunicado, para acercar a los terroristas presos a las cárceles vascas -algo que era imposible, y se sabía, aunque el Gobierno se hubiera planteado ceder a aquel chantaje; tan imposible como encontrarlo vivo con tan escaso tiempo-, la reacción masiva de la gente, las calles llenas de miles de rostros y voces reclamando su liberación, de todas las edades, de todas las ideologías, de todos los partidos, los lemas, Vascos Sí, ETA No, el transcurso del plazo y la desolación, el desaliento, la sensación de haber sido ejecutados como sociedad, como realidad política de convivencia posible, cuando dos paseantes encontraron el cuerpo junto a un árbol en un robledal de Lasarte, el murmullo último del riachuelo más abajo, aún con su última vida, las manos atadas por delante y dos disparos en la cabeza. Cómo recuerdas, como reproduces ahora todo eso, todo el espanto que cristaliza hace 28 años en esa ejecución. También cuesta tratar de comprender que ahora la gente de menos de 35 años no conozca su nombre, Miguel Ángel Blanco, ni el espíritu de Ermua, ni lo que sucedió durante aquellas dos noches de plazas llenas hasta el amanecer, aquellas largas sentadas, de nuevo la vieja canción de Libertad sin ira de la Transición, que de pronto sonaba otra vez actual, los cirios encendidos, las vigilias que no valían para nada, que no iban a servir para nada, ese padre sentado en una plaza de Ermua la noche del viernes 11 de julio de hace 28 años, rodeado de gente, con una vela en las manos, porque lo único que ese hombre podía hacer por su hijo era esperar y rezar, tener fe y seguir sosteniendo esa vela. Pues tienes que recordarlo, y tienes que contarlo y explicarlo a quienes no lo han vivido. Porque el asesinato de Miguel Ángel Blanco, como los de Fernando Múgica, Gregorio Ordóñez, Francisco Tomás y Valiente o José Luis López de Lacalle, ocurrieron también y también son memoria democrática. Y cuando el Gobierno actual ha decidido pactar con EH-Bildu, también ha elegido una posición respecto al escenario del recuerdo. También cuesta demasiado, duele imaginar cómo pudo ser su último pensamiento, obligado a arrodillarse por el primer disparo, que le hiere en la cabeza, mientras lo sujetan, antes de recibir el segundo, que será mortal y le hará caer entre la hierba húmeda, qué palabras oye dentro de sí mismo, qué puede sentir entre esos robles que ahora guardan su último silencio. *Escritor Suscríbete para seguir leyendo
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