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  • Lo único que aún me suena a Córdoba

    » Diario Cordoba

    Fecha: 12/07/2025 16:12

    Es verano, y en verano siempre me da por pensar. Recapitular. Darle vueltas a las cosas. Hace unas semanas se presentó la temporada 25/26 de la Orquesta de Córdoba. Participaré con un concierto precioso, repleto de música barroca, junto al genial Aarón Zapico. Y entonces me di cuenta de algo: se cumplen justo veinte años desde la primera vez que canté con la orquesta. Fue gracias a ellos -y al concurso que convocaron- que tuve mi primera oportunidad, allá por 2006. Manuel Hernández Silva, que presidía el jurado, me otorgó el premio: cantar una misa de Mozart con ellos. Aquello lo cambió todo. Aprendí, literalmente, a comportarme en un ensayo. A escuchar. A respetar los silencios. El respeto que les tenía -y que sigo teniendo- era inmenso. Al principio pensaba que era por la institución. Más tarde entendí que se debía a algo más hondo: son el único grupo de personas en Córdoba que se dedican a la interpretación musical de manera profesional. Y eso, en esta ciudad, no es poca cosa. Recuerdo una frase de Jesús López Cobos que se me quedó grabada: «Ser músico clásico en Córdoba es como ser torero en Finlandia». A día de hoy, aún no he encontrado una imagen más certera. La música clásica. Ese arte que aquí todavía suena a algo exótico. Hay quien la contempla como si fuera un jarrón de porcelana: se saca solo en ocasiones especiales, para vestir de solemnidad algún acto institucional. ¡Qué pena! Claro, Córdoba no es Viena. Ni falta que hace decirlo. Es una ciudad que, culturalmente, necesita recibir más que dar. Pero esta orquesta... esta orquesta ha dado demasiado. Y quizá ya va siendo hora de que empiece a recibir. Porque para algunos de nosotros, la cosa es algo más íntima. Vital. Pienso, por ejemplo, en mi tía Genoveva, abonada desde la fundación. Cuenta los días de verano esperando reencontrarse con su orquesta. Le da importancia a renovar puntualmente su abono, como quien renueva un compromiso con la vida. Y sale flotando de cada concierto. Para muchos, la orquesta es eso: un pequeño salvavidas emocional. Una forma de estar en el mundo. Y, sin embargo, desde que yo la conozco, la orquesta no tiene sede. Está formada por músicos estupendos que ejercen su oficio en condiciones muy por debajo de lo que merecen. No hay en Córdoba un solo espacio con una acústica -digámoslo suavemente- aceptable. Y eso sin hablar de lo invisible: trastornos musculares, problemas auditivos, desgaste mental. El precio silencioso de hacer música con rigor en condiciones adversas. A pesar de todo, lo que siempre me queda es el recuerdo de ese equipo humano con el que he podido hacer tanta y buena música: Mozart, Britten, Bach, Händel, Donizetti, Ramón Medina... Miradas cómplices. Respeto mutuo. Amistad. Cariño. Y esa voluntad tan admirable de seguir siempre hacia adelante. Pase lo que pase. Quizá por eso son tan importantes para mí. Porque, en el fondo, puede que sean lo único que aún me suena a Córdoba. *Tenor

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