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» Elterritorio
Fecha: 12/07/2025 10:44
La detección temprana y el acompañamiento adecuado son clave para mejorar la calidad de vida desde la niñez. Derribar prejuicios y entender para una inclusión real sábado 12 de julio de 2025 | 6:00hs. Mañana se conmemora el Día Internacional del TDAH, una fecha que busca generar conciencia e informar sobre ello. No es un berrinche, no es mala conducta ni desgano para hacer alguna actividad demandada por un adulto, tampoco es desatención intencional. El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es una realidad con la que conviven miles de niños, jóvenes y adultos en todo el mundo. No es una enfermedad, no tiene cura, pero el diagnóstico temprano en la niñez junto a un tratamiento y acompañamiento mejoran significativamente la calidad de vida de quienes presentan este trastorno. Mañana se conmemora el Día Internacional del TDAH, una fecha utilizada para generar conciencia y brindar información acerca de él, así como derribar prejuicios y propiciar la inclusión de estas personas. Sobre ello, El Territorio dialogó con la psicopedagoga Natalia Papatolios (MP 073) quien explicó qué es, cómo identificarlo, abordarlo y el rol fundamental de la familia y la escuela en la detección y el acompañamiento. El TDAH, explicó, es un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza principalmente por el déficit de atención, la hiperactividad y la impulsividad. Todos estos síntomas interfieren en el funcionamiento o el normal desarrollo de la persona. Según sea el síntoma predominante existen tres presentaciones principales, detalló la profesional. “El primero es con un predominio del déficit de atención. Generalmente son niños o personas que tienen dificultad para mantener la atención en tareas o actividades específicas que uno les manda hacer. Cometen errores, pero por descuido, por la misma falta de atención porque son personas que generalmente tienen su coeficiente intelectual normal”, sostuvo. Asimismo, se distraen con facilidad con cualquier elemento del entorno y tienen problemas para organizarse en sus tareas o para seguir instrucciones. Si el síntoma más predominantemente es la hiperactividad “vemos una excesiva inquietud motora, es el típico niño que no puede quedarse quieto, he tenido niños a los que tuve que bajar de la ventana o de la mesa del consultorio. A veces esta impulsividad hace que sea riesgoso tanto para él como para terceros. Esta inquietud motora también hace que hablen excesivamente, son muy verborrágicos”. Estos chicos ven como obstáculos esperar turnos por lo que son los primeros que quieren hacer las cosas, en salir corriendo, “suelen interrumpir conversaciones o juegos ajenos y esto hace que a veces sean rechazados o discriminados por sus grupos. Eso después trae problemas de autoestima”. La tercera presentación es la combinada, donde coexisten todos estos síntomas: la impulsividad, la hiperactividad y el déficit de atención de manera significativa. Diagnóstico diferencial Papatolios insistió en la importancia del diagnóstico diferencial para descartar que se trate de otros trastornos como de ansiedad, los que son específicos de la escolaridad, emocionales o de integración sensorial. “Hay una determinada etapa en la edad del niño que no se queda quieto, que se mueve, que juega, que no sabe esperar turno, no tiene tolerancia a la frustración”, aclaró. En tanto, diferenció: “En estos niños hay que ver la frecuencia, el lugar donde se dan, la intensidad y la duración en el tiempo. Estos síntomas de los que hablamos se dan en todos los ámbitos de la vida del niño, significa que no solamente lo tengo que notar en mi casa, sino en la escuela, en el club, en el barrio. Esto se da en todos los ámbitos de la vida del niño y compromete significativamente el funcionamiento social, académico o, hablando del adulto, laboral u ocupacional”. Los síntomas se deben presentar antes de los 12 años y el diagnóstico siempre es clínico. Psicólogos y psicopedagogos realizan entrevistas, observaciones y técnicas que están validadas oficialmente; con ello hacen un diagnóstico presuntivo, pero quien lo ratifica tiene que ser siempre el neurólogo o pediatra de cabecera. “Generalmente son los docentes los primeros en detectar esto porque en el hogar uno dice que el niño está creciendo, que le faltan límites, etcétera. Al entrar a la educación sistemática hay ciertas reglas que cumplir como esperar los turnos, para salir al recreo, para poder hablar. Todas estas reglas se ven totalmente modificadas con un niño con este trastorno y por eso es el docente el primero que lo detecta”, sostuvo la psicopedagoga. Trabajo en conjunto Así empieza un trabajo mancomunado entre la escuela, la familia y los profesionales de la salud para acompañar a este niño. En ese sentido, señaló que es necesaria la psicoeducación con un sistema familiar y escolar por modificar. Una de las estrategias de acompañamiento es la terapia psicológica, donde por lo general se utilizan las terapias cognitivo-conductuales: se le dan al niño estrategias y entrenamiento en las habilidades sociales y el manejo emocional. Lo que no puede faltar son las adaptaciones curriculares y el apoyo escolar dentro de la escuela, remarcó Papatolios. “No todos los chicos necesitan maestra integradora por eso siempre el diagnóstico es individual, porque en otros casos quizás no lo necesiten, porque sólo pasa por esta desatención del déficit de atención y no tanto por la impulsividad”, dijo. En ese sentido, sostuvo que con pequeños cambios dentro del aula que eviten la dispersión del niño ya son una gran ayuda, así como sentarlo cerca del docente para que éste pueda observarlo mejor. “Las consignas no tienen que ser muy largas, sino cortitas, claras, concisas y en lo posible de a una. “Son pequeñas cositas que hacen a lo que es el respeto hacia esta persona”, aseguró. En lo referido a medicación, señaló que afortunadamente se hace menos gracias a las estrategias cognitivo-conductuales. “La medicación en algunos casos es importante por la agresión, la peligrosidad para sí o para otros”, acotó. Así, reconoció que en consultorio ve numerosos casos y no sólo de niños, sino también de adolescentes y adultos. “Y cada vez más, creo que hay mucho de lo que es la vorágine en la que todos estamos inmersos y esto se transmite también a los niños. El uso de los dispositivos electrónicos se ve muchísimo cómo afecta la calidad de vida del niño”, señaló. Por eso, recomendó a los adultos tener calma, bajar la ansiedad y conectar con sus hijos, niños o adolescentes. “Sobre todo presencia, pero de calidad. Este niño va a recordar los diez o quince minutos que fuimos a correr al parque, andar en bicicleta, a tener contacto con la naturaleza, a ver una película juntos, a charlar en el caso del adolescente que necesita ese espacio de hablar, es el momento en donde más nos necesitan”, aconsejó. Algunas señales
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