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  • El valor del trabajo

    » Diario Cordoba

    Fecha: 11/07/2025 01:14

    El trabajo se está convirtiendo en un lujo. De hecho, hay personas que llegan a pagar por tener una oportunidad. Y eso sin que la llegada inapelable de la inteligencia artificial y la robótica haya aún terminado de revolucionarlo todo. Sin embargo, durante décadas, un pilar de la política económica en países desarrollados ha sido el «principio del incentivo al trabajo»: trabajar siempre debe ofrecer una ventaja económica clara frente al subsidio por desempleo. Un cambio sutil pero profundo está desafiando, no obstante, dichos cimientos, revelando una paradoja que exige la atención urgente de los legisladores y la sociedad en general. Ha surgido una tendencia preocupante: los salarios reales en el extremo inferior de la escala de ingresos se han estancado o incluso han caído peligrosamente hasta niveles de subsistencia. Al mismo tiempo, las medidas de austeridad han ido erosionado el colchón de las ayudas sociales destinadas a garantizar un nivel de vida digno. Como resultado, el suelo de los ingresos laborales y el techo de los subsidios están conver-giendo hacia el mínimo necesario justo para sobrevivir. Esta convergencia marca un punto de inflexión. Como destaca Roberto Iacono, profesor de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología en un estudio publicado en ‘Plos one’, esta tendencia socava el principio de incentivo al trabajo. Cuando los in-gresos de los empleos mal pagados y las prestaciones sociales rondan niveles de subsis-tencia, la premisa fundamental de que trabajar es inherentemente más rentable deja de ser válida. Si un empleo precario ofrece poco más que el subsidio por desempleo, la motivación para trabajar va a disminuir significativamente. ¿Por qué soportar las exigencias laborales si los ingresos netos son insignificantes, o incluso nulos, en comparación con la relativa comodidad de recibir el subsidio del papá estado? La investigación de Iacono analiza esta paradoja poco explorada: el bienestar con el mínimo esfuerzo puede convertirse en la opción preferida. Y esto tiene consecuencias profundas en el mundo real. Esta elección reduce la participación laboral, disminuye la productividad económica y tensiona los sistemas de bienestar, y por ende socava indirectamente el objetivo de promo-ver el empleo. Las implicaciones políticas son claras y urgentes, especialmente en el debate actual sobre el diseño del salario mínimo y los subsidios en economías avanzadas. Para preservar el principio de incentivo al trabajo, los salarios mínimos deben estar muy por encima del nivel de subsistencia, asegurando que trabajar siga siendo ventajoso. Los hallazgos de Iacono sugieren, además, que la brecha entre el salario mínimo y la subsistencia debe ser lo suficientemente amplia como para permitir prestaciones sociales significativas. Esto crea una base real que preserva la dignidad y un estándar de vida básico, al tiempo que garantiza que trabajar siga siendo la opción más lucrativa. Los empleadores pueden verse tentados a ofrecer los salarios más bajos posibles en mercados competitivos, pero cuando estos salarios erosionan el incentivo para trabajar, la estrategia termina perjudicando a la sociedad en su conjunto. La trayectoria actual que nos lleva a la desaparición de la clase media, donde los salarios bajos y las prestaciones sociales convergen en la mera subsistencia, es insostenible si el objetivo es una fuerza laboral dinámica y activa. La investigación del profesor Iacono aporta una contribución crucial al debate sobre el salario mínimo, instando a los legisladores a reevaluar estrategias para garantizar que el trabajo conserve su ventaja económica. Preservar este principio básico es esencial tanto para el bienestar individual como para la prosperidad colectiva de todo el país. *Profesor de la UCO

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