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» Misionesparatodos
Fecha: 08/07/2025 11:24
Haberle reconocido al italiano Leonardo Bertulazzi el estatus de refugiado en Argentina definió cómo el país deseaba ser percibido por otros Estados democráticos. Revocar ese estatus y extraditarlo a Italia no se debe limitar a denigrarlo como “asesino prófugo”. En las antiguas Grecia y Roma, templos, altares y santuarios ofrecían a los perseguidos protección sagrada frente a la venganza y la violencia. Lo que se conoce como “derecho de asilo eclesiástico” se manifestó durante la Edad Media, cuando iglesias y monasterios católicos salvaguardaban la vida humana. Durante los siglos XIX y XX, en América Latina, el refugio se asignó a perseguidos por razones políticas y se consolidó como una institución vinculada con los derechos humanos. Estos valores adquirieron el carácter de principios jurídicos tras la Segunda Guerra Mundial, con la Convención de Ginebra de 1951, que afirmó el refugio como un derecho protegido internacionalmente. Es decir, millones de vidas humanas cercenadas y millones guarecidas: naufragios y fantasmas, escombros y relámpagos. En consecuencia, haberle reconocido al italiano Leonardo Bertulazzi el estatus de refugiado en Argentina, país donde reside desde hace más de 23 años trabajando de luthier y diseñador gráfico, definió cómo el país deseaba ser percibido por otros Estados democráticos. Revocar ese estatus y extraditarlo a Italia no se debe limitar a denigrarlo como “asesino prófugo”, ni a argumentar que “se acabó el circo y los privilegios que otros le dieron”, ni a discursear que “en esta Argentina ya no se protege a terroristas: se los detiene”. Esas son bravuconadas que se disparan desde la irracionalidad, la personalidad explosiva, la violencia en el discurso, su desquicio y vulgaridad, la metodología autocrática y el clima de miedo. Haber reconocido el refugio y otorgarle protección jurídica expresó que Argentina entendía que ser parte de los Estados democráticos no implica solo respetar los derechos fundamentales de sus ciudadanos, sino también proteger a quienes huyen de regímenes que los violan. Haberlo revocado como consecuencia de un acuerdo entre dos gobiernos autócratas resulta un guiño al partido “Hermanos de Italia” (Fratelli d’Italia), una formación de derecha nacionalista y conservadora. Como afirman los economistas y politólogos Daron Acemoglu y James Robinson, el desarrollo institucional de las naciones es lo que ha garantizado su bonanza a lo largo de la historia. Y por eso es necesario mantener el estatus de refugiado de Bertulazzi, condenado en ausencia por hechos de hace medio siglo atrás, cuyas consecuencias sometidas a acción penal, para la Argentina, están prescriptas. El proceso de extradición que afronta es un mecanismo de cooperación internacional, pero previamente los derechos de las personas afectados por sus puestas en práctica deben atenerse a las garantías mínimas del debido proceso, teniendo en cuenta los aspectos políticos y jurídicos de dichos trámites. Si extraditar es cooperar, los fines de la justicia penal que se practica en los países civilizados deben ser alcanzados antes. Primero es el derecho al debido proceso. La defensa en juicio es constitucional por dos andariveles: directamente en los artículos originales y, además, en los tratados de derechos humanos con raigambre constitucional. No hay razones extralegales que puedan superponerse, ni argumentos jurisdiccionales elusivos. Hay un modo de gobernar que el oficialismo disfruta y se basa en dos ideas: “la imagen es todo” y “vos viste cómo es él”. Respecto de la primera, es preciso recordar que sólo lo que ha sido puesto a prueba es substancia, el resto es apariencia. En cuanto a la segunda, nadie debería olvidar que siempre es más llevadero rechazar el primer capricho que satisfacer los que vienen a continuación. Parafraseando a Benito Pérez Galdós, son muchos los libertarios que no quieren que venga la libertad. El día 21 de junio de 2024 se le otorgó al presidente argentino el Premio del Instituto Juan de Mariana, el Nobel del barrio de Sol en Madrid, por su papel como difusor y ejecutor de las ideas de la Escuela Austríaca de Economía, durante la ceremonia llamada “Cena de la libertad”. Allí asistió el señor Jesús Huerta de Soto, quien había engalanado al premiado al expresar que “es posible decir siempre la verdad y explicar la dura realidad a los ciudadanos y, aun así, que estos te voten y apoyen masivamente las ideas de la libertad”. El señor Huerta de Soto podría escribir, con Quevedo, “madre, al oro yo me humillo”. Según sus palabras, “la democracia se ha convertido en un sistema perverso que se basa en la mentira y en la compra de votos con dinero robado mediante impuestos”. Desde esta perspectiva, la democracia representativa no es un mecanismo legítimo de organización social, sino una forma de colectivismo, donde las mayorías imponen decisiones sobre las minorías mediante el aparato estatal. No extrañan el Nobel barrial, ni la idea de libertad, ni el modo de gobernar imperantes. En ese contexto, la cancelación del refugio, la concesión del pedido de extradición y los exabruptos sobre Leonardo Bertulazzi son tan inteligibles como lo es la idea de país que quieren que Argentina exhiba ante sus pares. En junio de 1976, Elena Quinteros, una ciudadana uruguaya cuya condición en Argentina era la de refugiada política, fue desaparecida. Había sido militante del Partido por la Victoria del Pueblo en Uruguay y huido a Buenos Aires para escapar de la represión en su país. Fue secuestrada por fuerzas represivas argentinas en colaboración con agentes uruguayos, en el marco del Plan Cóndor, coordinación entre dictaduras del Cono Sur. Estaba dentro de la Embajada de Venezuela, donde había intentado recibir asilo. Modos de aplicar el derecho, maneras de ignorarlo, naufragios y fantasmas, escombros y relámpagos. Y la memoria, un presente que nunca se acaba. Por Rafael Bielsa-Perfil
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