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» Voxpopuli
Fecha: 08/07/2025 07:19
El Vínculo con el Judaísmo: Más Allá de lo Espiritual El interés de Javier Milei en el judaísmo ha sido una constante en su discurso público. Su estudio de la Torá y el Talmud con su rabino Axel Wahnish, sus declaraciones de admiración por Israel y su expreso deseo de convertirse al judaísmo, han sido presentados como una búsqueda espiritual profunda. Sin embargo, en el ajedrez político, este acercamiento trasciende lo personal. En un contexto global donde el apoyo a Israel es un tema divisorio, la postura pro-israelí de Milei lo alinea con importantes corrientes internacionales y con un sector de la comunidad judía que comparte visiones conservadoras y libertarias. Esta alianza no solo le provee de una narrativa de «valores judeocristianos» (a menudo esgrimida por la ultraderecha global) sino que también le permite diferenciarse del catolicismo. El Evangelismo como Bastión de la Derecha Conservadora y las Diferencias Clave con la Visión de Milei Si hay un pilar fundamental en la estrategia de Milei para consolidar su base social, ese es el evangelicalismo conservador. Como se evidenció, por ejemplo, en un congreso de iglesias evangélicas en Chaco el 5 de julio de 2025, Milei ha encontrado un eco resonante para sus ideas en estos púlpitos. Aquí, la negación de la «justicia social» es el punto de encuentro más explícito. Milei la ha calificado de «aberración» y «robo», un discurso que sintoniza directamente con amplios sectores evangélicos que, desde una perspectiva teológica conservadora, rechazan las políticas de redistribución y la intervención estatal, viéndolas como contrarias a la libertad individual y a la noción de una prosperidad basada en el mérito y la bendición divina. Este rechazo se diferencia de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, la cual promueve activamente la justicia social y el bien común, lo que genera fricciones con el catolicismo. La afinidad entre Milei y el evangelismo se sustenta también en una férrea defensa de valores culturales y morales tradicionales: la oposición al aborto, al matrimonio igualitario y a lo que denominan «ideología de género». Estos temas son la columna vertebral de la agenda de la derecha más radical y encuentran en las iglesias evangélicas una masiva capacidad de movilización y una narrativa de «guerra cultural» que cohesiona a sus fieles. Países como Brasil, Estados Unidos, Guatemala o Colombia son ejemplos claros de cómo el movimiento evangélico se ha convertido en un actor político decisivo para la ultraderecha. El Distanciamiento del Catolicismo: Una Estrategia Deliberada y las Diferencias Fundamentales con la DSI La relación de Javier Milei con la Iglesia Católica y, en particular, con el Papa Francisco, ha sido un campo minado. Desde las duras críticas iniciales, donde llegó a tildar al Sumo Pontífice de «representante del maligno», hasta los acercamientos protocolares post-asunción, la tensión subyacente es innegable. Mientras el catolicismo argentino, a través de sus obispos y organizaciones sociales, ha manifestado preocupación por las políticas de ajuste que afectan a los sectores más vulnerables y ha defendido una visión más inclusiva de la sociedad, Milei ha optado por reforzar sus lazos con el evangelismo. Esta distancia no es casual; le permite posicionarse como el adalid de una visión de la libertad individual y económica que colisiona frontalmente con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, considerada por él y sus aliados como «intervencionista» o incluso «socialista». La Doctrina Social de la Iglesia: Un Bien en Sí Mismo desde la Perspectiva Católica Es fundamental entender que, para la Iglesia Católica, la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) no es una mera opción política o una ideología más; es un corpus de enseñanza moral que emana de su fe y es intrínsecamente buena y necesaria para la construcción de una sociedad justa y humana. La DSI no se concibe como un programa político partidista, sino como un conjunto de principios, criterios de juicio y directrices para la acción, basados en la Revelación y en la razón, que buscan guiar la vida social, económica y política hacia el bien común. Sus pilares son la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad. Desde esta perspectiva, la Iglesia sostiene que: La justicia social es un imperativo moral: No es un «robo» ni una «aberración», sino la expresión concreta del amor al prójimo y una condición indispensable para la paz y el desarrollo humano integral. Implica que todas las personas tengan acceso a los bienes necesarios para vivir una vida digna, y que se corrijan las desigualdades estructurales. La economía debe estar al servicio del ser humano: La DSI no demoniza la propiedad privada ni la iniciativa empresarial, pero insiste en que estas deben tener una «función social». El mercado es un instrumento útil, pero no debe ser un fin en sí mismo ni estar por encima de la dignidad humana o la justicia. El Estado tiene un rol subsidiario pero necesario: Aunque la subsidiariedad prioriza la acción de los individuos y los cuerpos intermedios, la DSI reconoce al Estado un rol legítimo e irrenunciable para garantizar el bien común, proteger a los más vulnerables y regular la economía en favor de la justicia y la equidad. La opción preferencial por los pobres: Un principio central de la DSI es el compromiso activo con los más desfavorecidos, no como una ideología, sino como una exigencia evangélica de caridad y justicia. Desde esta visión, las críticas de Milei a la justicia social y su concepción de un Estado mínimo se encuentran en abierta contradicción con los pilares fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, que busca un equilibrio entre la libertad individual y la responsabilidad colectiva para garantizar una vida digna para todos. La Fe como Herramienta de Gobernabilidad y la Batalla de Narrativas La figura de Javier Milei, en su rol de líder de la ultraderecha argentina, no solo ha irrumpido con un programa económico radical, sino que ha tejido una compleja red de alianzas y adhesiones que buscan una base de legitimidad y poder. Su profundo acercamiento al judaísmo y, de manera más estratégica, su arraigo en el evangelicalismo, no son meros caprichos personales, sino movimientos calculados. Al nutrirse de la movilización social del evangelismo y al proyectar una imagen de líder con convicciones religiosas profundas (aunque en constante debate con las instituciones establecidas), Milei busca consolidar un proyecto político que trasciende lo puramente económico, asentándose en un conservadurismo moral y cultural que encuentra en estas esferas religiosas sus más firmes aliados para la gobernabilidad y la perpetuación de su visión ideológica. La clara distancia que Milei marca respecto a la Doctrina Social de la Iglesia Católica subraya no solo diferencias teológicas, sino una fundamental batalla de narrativas sobre el rol del Estado, la economía y la construcción de la sociedad. Alejandro Miravet (h)
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