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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 06/07/2025 04:36
Venta de corderos en a calle Pareja de Villa Devoto La “Belle Époque” en Buenos Aires, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, se convirtió en una verdadera tierra de oportunidades. Las calles se llenaron de cafés, galerías de arte, tiendas, salas de conciertos y también de grandes centros comerciales. La primera “tienda a la europea” porteña, en rigor, fue A la Ciudad de Londres, originalmente situada en la esquina N E de Perú y Victoria (Hipólito Yrigoyen). Fundada en 1873, para 1887 ya tenía 112 empleados y 100 proveedores. Otra tienda de envergadura fue Gath & Chaves, que se fundó en 1883 y al momento de su inauguración vendía ropa de caballeros. Era un boom comercial que nadie imaginó, en ese momento, que podría derivar en el primer default argentino. Después de la federalización, el flujo inmigratorio tuvo una notable escalada ascendente. Uno de los negocios más prósperos y exitosos de aquella época, en efecto, fue el de las compañías de ventas de lotes. “¿Y qué se loteaba? Las antiguas quintas surgidas del ejido y de las suertes, que, tras ser vendidas a empresarios, eran subdivididas por estos y vueltas a vender. Los loteos derivaron entonces en múltiples avisos que aparecían en los diarios porteños. Llamaban a los inmigrantes a comprar sus terrenos para concretar el sueño de la casa propia”, cuenta el historiador Leonel Contreras en Reina del Plata. Breve historia de la Ciudad de Buenos Aires desde Pedro de Mendoza hasta nuestros días. Los primeros barrios porteños De los loteos nacieron los barrios porteños. Mientras los grandes palacios de la elite porteña costaban alrededor de quinientos mil pesos de la época, valor inalcanzable para una familia tipo, un terreno angosto se podía conseguir por la suma de mil pesos, que incluso se podía pagar en cuotas. Bajo tal panorama, los obreros solteros o aquellos especializados con varios hijos en edad de trabajar (un obrero cobraba unos ciento cincuenta pesos por mes, aproximadamente) fueron claramente beneficiados con la venta de lotes. Tanto que, en pocos años, lograron que la cifra de propietarios creciera en mayor proporción a la de las viviendas existentes en la ciudad. Mataderos de Nueva Chicago a comienzos del siglo XX Así, el tradicional lote de diez varas de frente (8,66 metros) dio origen al tipo de vivienda unifamiliar que predominó en Buenos Aires hasta la década de 1960: la “casa chorizo”. Heredera de la casa colonial, era de planta rectangular y con una construcción flexible que se podía adaptar fácilmente a los distintos niveles económicos: muchas veces sólo se podía construir una habitación, que hacía las veces de dormitorio, sala y cocina. Por lo general, se componía de un zaguán, la sala de recepción a la calle y luego una serie de habitaciones intercomunicadas que daban a un patio. El comedor atravesaba el patio principal y luego venían otras habitaciones con un patio secundario en torno al cual estaban los baños, la cocina y el depósito. La casa chorizo se hizo tan popular como los conventillos. Villa Ortúzar fue uno de los primeros barrios que se fraguaron durante la Belle Époque. Todo comenzó cuando Santiago Ortúzar, que era un inmigrante español, el 26 de abril de 1862 compró a Santos Murguenza –otro inmigrante español– veintiséis manzanas en lo que ese momento era todavía el partido de Belgrano, entre las actuales Triunvirato, Tronador, Álvarez Thomas y Elcano. Destinó para uso personal la delimitada por Giribone, Heredia, 14 de Julio y Álvarez Thomas (donde construyó su casa) y a partir de 1874 tomó la decisión de lotear las manzanas vecinas. De esa manera, a sus alrededores se fue formando una población que se empezó a conocer con el nombre de “Villa Ortúzar”. Además, el español se encargó personalmente de trazar las calles, arbolar con eucaliptos y vender los lotes de terreno a los primeros pobladores. Escribe el historiador Leonel Contreras en Reina del Plata: “¿Y estos quienes fueron? Mayoritariamente, los trabajadores del Cementerio de la Chacarita”. No tan diferente fue la gestación de Villa Alvear. Años más tarde, en 1885, la empresa Moreno Mosconi y Cía. anunció la construcción de una “ciudad de obreros” al sur de la avenida Santa Fe: el sector delimitado por las actuales Costa Rica, Thames, Cabrera y Gurruchaga. Aunque se le dio el nombre de “Villa Alvear” en honor al primer intendente, en 1888 el emprendimiento pasó a manos del Banco Inmobiliario. A su vez Juan A. Buschiazzo ejecutó un plano para el lugar, en un territorio que se delimitó en ocho manzanas con cortadas y su centro en las actuales Serrano y Honduras, donde se ubicó la hoy Plaza Julio Cortázar (Plaza Serrano). Un espacio afín a la literatura: no casualmente el entorno de Villa Alvear fue el lugar donde Jorge Luis Borges vivió sus primeros años y que con el correr del tiempo perdió su denominación a cambio de la de “Palermo Viejo”. Vista de Federico Lacroza hacia Colegiales a fines del siglo XIX El loteo barrio por barrio En paralelo, se fueron loteando otros barrios. De los impulsos empresariales de ese capitalismo comercial, nacieron también las pujantes Villa Urquiza y Villa Crespo. La empresa Las Catalinas S. A., presidida por Francisco Seeber, había sido en 1872 encargada de construir un muelle a la altura de la calle Paraguay. Para reconstruirlo en un depósito portuario, adquirió cincuenta hectáreas en una zona de la ciudad que era conocida como “Lomas Altas”, al sudoeste del pueblo de Belgrano. “¿El objetivo? Extraer tierra de ese lugar para rellenar el suelo de los depósitos del muelle”, explica Leonel Contreras. Una vez cumplido el mismo, se adquirieron terrenos a Francisco Chas y se planificó la fundación de un nuevo “pueblo” que el 2 de octubre de 1887 se convirtió en “Villa Catalinas”. El trazado lo efectuó el ingeniero Emilio Agrelo y el contingente inicial de pobladores lo constituyeron ciento veinte obreros que trabajaban para la compañía, en su mayoría italianos. A pedido de algunos vecinos, entonces, en 1901 el barrio pasó a llamarse “Villa Urquiza”. La Fábrica Nacional de Calzado se fundó el 17 de junio de 1887. Su gerente, Salvador Benedit, adquirió al año siguiente unos terrenos en las cercanías del arroyo Maldonado, estableciendo la empresa en lo que hoy es la manzana de Padilla, Gurruchaga, Murillo y Acevedo. El 3 de junio se puso la piedra fundamental de la fábrica y el resto del predio fue loteado para los empleados de la empresa, que llegó a contar con más de mil. Paulatinamente, en la zona se fue formando un nuevo barrio, al que en honor al intendente Antonio Crespo (padrino de la fábrica) se le dio el nombre de “Villa Crespo”. Benedit planificó un terreno para plaza y otro para iglesia, la futura San Bernardo (Gurruchaga 165), que se comenzó a construir en 1893 y un año después se convirtió en parroquia. Fábrica, barrio e iglesia: todo entrelazado en un mismo terreno. En el caso de la conocida como Villa Riachuelo tuvo origen en unos terrenos pertenecientes a la Sociedad General Pobladora, empresa que el 18 de octubre de 1888 obtuvo una concesión para ensanchar y regularizar el cauce del Riachuelo. Sin embargo, aunque el proceso de fundación del barrio comenzó en ese momento (incluso se planificó la futura Plaza 258 Sudamérica), hubo que esperar hasta 1913 para que la ley 9126 dispusiera la canalización y rectificación del Riachuelo, desde el Puente Pueyrredón hasta el viejo Puente La Noria (de 1905). Esos trabajos comenzaron recién en 1935 y finalizaron en 1944 por sus dificultades de financiamiento. Lacarra y Avenida del Trabajo hacia el sur en 1936 “¿Y Villa Devoto? Surgió cuando una fracción de cuatrocientas hectáreas de la quinta que se conocía como el Talar de Altube fue vendida al mencionado Banco Inmobiliario, una compañía constituida por iniciativa del italiano Antonio Devoto”, precisa Contreras en la historia de los loteos de la Ciudad de Buenos Aires. A partir de aquel momento, se comenzó a planificar la formación de un pueblo, al que bautizaron “Villa Devoto” en homenaje al presidente de la empresa. El 13 de abril de 1889 fueron aprobados los planos. Fue un diseño que adoptaba el modelo parisino de Haussmann: trazado a manera de damero atravesado por dos bulevares (Chivilcoy y Del Carril) y dos diagonales simples (Fernández de Enciso y Lincoln) que convergen en una plaza de cuatro manzanas, hoy conocida como Plaza Arenales. Otro loteo importante fue el de la chacra de María Josefa Ramos de Garmendia, que tenía su casco principal en la esquina N E de Nazca y Gaona. Cuando en 1878 María Josefa murió sin dejar descendencia directa, fue vendida en remate judicial y comprada por Enrique Tully Grigg. Fue finalmente loteada en 1889 por la empresa constructora San José de Flores, que compró ochenta y cinco manzanas a Juan José Soneyra. Por ese entonces, en las escrituras ya aparecía el nombre de “Santa Rita”: la chacra tenía un oratorio dedicado a Santa Rita de Casia. Los loteos se expandieron a la largo y a lo ancho de la ciudad. El barrio “Nuevo Chicago”, que hoy es Mataderos, nació a fines de la década de 1880, cuando se comenzó a proyectar la construcción de un nuevo matadero en la zona sudoeste de la ciudad. La piedra fundamental del Matadero Público de Liniers (como se lo bautizó) se colocó el 14 de abril de 1889 y al barrio que surgió en el entorno se le dio el nombre de Nuevo Chicago. “¿El motivo? Una forma de homenajear a la ciudad ganadera más importante de Estados Unidos”, detalla Contreras. El establecimiento inició sus actividades el 21 de marzo de 1900 como dependencia municipal y, al momento de su inauguración, llegó a tener las instalaciones más grandes y modernas. Luego se le agregó el Mercado de Hacienda, también llamado “de Liniers”, siempre por la cercanía de la estación homónima del F. C. del Oeste. “¿Y qué pasó con el matadero de los Corrales Viejos? La cuestión de su traslado derivó en distintas opiniones encontradas, sobre todo entre los propietarios de curtiembres, estaqueaderos, fabricantes de embutidos y comerciantes, que se oponían al traslado y el resto de los vecinos (médicos, abogados, maestros, comerciantes), que bregaba a la intendencia para que mudara los establecimientos”, desarrolla el historiador Leonel Contreras en su investigación. Finalmente, fue eso lo que ocurrió: en 1901 el matadero fue levantado y trasladado al de Nuevo Chicago. Ya bajo la intendencia de Alberto Casares, se consiguieron eliminar sus últimos restos y en 1902 se inauguró en el lugar el Parque de los Patricios. El cruce del arroyo Maldonado y la calle Castillo en la zona de Villa Crespo En la Argentina de fines de la década de 1880, pujante en la inmigración y las transacciones comerciales, se consolidaba el orden conservador del Partido Autonomista Nacional. Grandes sectores sociales eran indiferentes hacia la política, legitimada en el fraude electoral. Mientras tanto, el ingreso al país de capitales externos no iba a tener parangón en toda la historia argentina. Fue tanto que llegó a ser más de la mitad del total de capital fijo acumulado en el país. Una parte de ese dinero, en rigor, ingresaba a modo de crédito y era destinado a financiar los gastos del Estado; la otra, se invertía en infraestructura, servicios y transportes. “El problema era que, si bien era cierto que la economía argentina venía creciendo sostenidamente desde 1880, se dependía demasiado de esas inversiones externas. En síntesis, estábamos totalmente atados a cualquier efecto negativo que provocara una crisis internacional”, explica Contreras, dando el contexto de una política de endeudamiento que frenó el negocio de los loteos y derivó en una especulación financiera. La crisis de 1890, denominada como el primer default argentino, comenzó con el quiebre del Banco Constructor de La Plata, a fines de 1888. Pero esa es otra historia.
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