Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Conflictos inducidos y economía global

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 06/07/2025 04:07

    El presidente de EEUU, Donald Trump (izq), junto a su par chino, Xi Jinping Todos nos preguntamos cuál será el rumbo que en los próximos años tomará el mundo. En los medios de comunicación masivos se agita un eventual riesgo de catástrofe nuclear, impulsando el miedo colectivo. Muchos líderes hablan de la búsqueda de la paz, pero simultáneamente favorecen acciones tendientes a prolongar las guerras. Veamos algunos hechos. La Unión Europea motoriza a la OTAN para continuar la guerra contra Rusia, en territorio ucraniano; Trump los empuja a elevar su presupuesto en Defensa a un 5% de sus respectivos PBI; es el mismo Trump que mantiene amigables conversaciones con Putin y planifica negocios conjuntos con Rusia, mientras retacea municiones de precisión a Ucrania. Rusia mantiene buenas relaciones y apoya declamativamente a Irán, pero no deja de tener buenas relaciones e intercambio tecnológico con Israel. China se ha convertido en el máximo defensor del libre comercio, trata de desentenderse de los problemas de Medio Oriente, pero aumenta progresivamente su arsenal nuclear. Nadie quiere irritar a Kim Il Sung, líder de Corea del Norte, poseedor de armamento nuclear. Arabia Saudita y los Emiratos del Golfo no ven con buenos ojos el crecimiento del poder hegemónico que está adquiriendo Israel y prefieren que EEUU llegue a acuerdos con Irán para emparejar la cancha. EEUU indica que China es su principal competidor, pero negocia aranceles con la condición de la entrega de recursos estratégicos, como las tierras raras. El mundo actual se mueve en un extraño equilibrio, bastante inestable, entre la paz y la guerra. Es un mundo en conflicto permanente, visibilizado por el miedo, la zozobra y la incertidumbre con las que conviven casi todas las sociedades. Las reglas entre los Estados se van escribiendo sobre la marcha. Esta situación se corresponde directamente con los fuertes cambios que ocurren en todos los aspectos de la actividad humana: tecnológicos, económicos, productivos, sociales, éticos, y otros. Sumado a eso, también se lo atribuye a la transición entre el antiguo mundo uni o bipolar y el nuevo mundo multinodal, con varios nodos de poder que se mueven con diversos grados de libertad relativa, lo cual les permite negociar todos con todos; por no tener una adhesión unívoca o exclusiva con alguna de las mayores potencias. Tal es el caso de India, Turquía, Arabia Saudita, Israel, Vietnam, Indonesia, y tantos otros; son las potencias emergentes, con altos márgenes de autonomía estratégica. En otros términos, la inestabilidad permanente es producto de una compleja lucha en orden a poder controlar los tres factores más importantes, portadores de futuro, como lo son la tecnología moderna, los recursos estratégicos, y el control social en cada país. Es la doctrina global imperante actualmente. Las innovaciones que motorizan estos tres factores son, entre otros, el recambio de los sistemas de armas, utilizando las nuevas tecnologías que va creando un nuevo arte de la guerra; captar y consolidar geopolíticamente países que dispongan de recursos estratégicos; y el desarrollo de todas las herramientas necesarias para ejercer la guerra cognitiva, usada para fraccionar a los oponentes y fidelizar las propias y así ejercer más eficientemente el control social en todas las sociedades. La entrega de la Big Data europea a las grandes tecnológicas norteamericanas explica acabadamente la dependencia militar de la UE con EEUU; que ya no podrían iniciar una guerra sin su aprobación. En casi todos los países que se manejen con criterios de cierta autonomía estratégica, esta doctrina se refleja en sus respectivas organizaciones y en sus políticas externas. Queda claro a esta altura de los últimos acontecimientos que: 1) disponer de poder nuclear permite mayores grados de libertad; 2) ningún país quiere una guerra total, ni global, ni una victoria definitiva, sino que a lo sumo se proponen guerras acotadas en tiempo y espacio; 3) nadie se opone al mantenimiento de las polarizaciones, la fragmentación social, la disrupción moderada, el miedo sostenido y el sometimiento de los países díscolos; 4) las potencias intermedias también se organizan como sistemas nacionales de poder para operar esos conflictos globales en el marco de la guerra irrestricta, sin límites o híbrida. EEUU ha desarrollado dos alianzas en paralelo que actúan sinérgicamente para fortalecer su poder, de acuerdo a los criterios enunciados anteriormente: el tangible y clásico complejo militar financiero tecnológico (Lockheed Martin, Raytheon, General Dynamics y otras). Son los que facturan con el aumento del gasto militar europeo o cuando los países árabes u otros países deslizan jugosos contratos en las manos de Trump. El otro complejo es el que maneja los intangibles, el de las plataformas ultratecnológicas. Las principales, conocidas como las “Cinco Grandes” (Alphabet/Google, Amazon, Apple, Meta/Facebook, y Microsoft) manejan, centralizan y regulan el ciberespacio y todas sus aplicaciones en las redes sociales, los algoritmos y demás herramientas necesarias en la guerra cognitiva, que facilita el control social, vía las polarizaciones, los sesgos de confirmación, los fake-news, la post verdad, y por eso se los llama “tecnofeudales” o los “ingenieros del caos”. Pero también proporcionan inteligencia artificial, nubes seguras y algoritmos predictivos para operaciones encubiertas, satélites que direccionan misiles y drones de precisión. Son las dos pinzas que se asocian en post del poder global, que no siempre van en armonía con los intereses del Estado norteamericano. Estos dos poderosos complejos tienen altos grados de libertad y por eso tenemos un mundo en crisis, en perpetua tensión, pero siempre manejable y más aún, rentable. Sólo aparecen en las sombras los que financian a ambos complejos y son esos pools financieros, con presupuestos superiores a la mayoría de los estados nacionales (Blackrock, Vanguard y otros), que captan fabulosos ingresos por los intereses cobrados a los Estados que, extrañamente, siempre permanecen con déficits presupuestarios y generan bonos de deuda, con intereses bajos, pero de volúmenes enormes (EEUU, Europa, Japón y otros). Esas enormes ganancias financieras son invertidas en los principales negocios del mundo actual, las empresas tecnológicas de creación y producción de nuevas armas, y en el crecimiento exponencial de las ultratecnológicas, cuyos verdaderos dueños no son sólo sus visibles CEO´s, sino probablemente estos pools financieros y algunas agencias gubernamentales. En conjunto, ambas tienen el poder para modelar el mundo actual y de inducir múltiples conflictos, que les generan jugosas ganancias; por eso son el factor más dinámico de la economía global. Pero estos grupos no están sólos, ni EEUU es el único responsable de este estado de cosas. China y Rusia también disponen de los mismos complejos financieros-tecnológicos-militares y además China es uno de los líderes de la organización del control social vía sus propias plataformas cibernéticas. Sus empresas más conocidas son las BATX (Baidu, Alibaba, Tencent, y Xiaomi). Y así el resto de las potencias intermedias contribuyen con esquemas similares, en la medida de su poder. Israel vive, desde su creación, en guerra permanente. Se dice que su modelo de defensa es su modelo de negocio nacional: un complejo de guerra exportable. Tienen competitivas empresas de seguridad (Raphael, Elbit Systems y otras) y exportan a todo el mundo, hasta un 80% de su producción de drones y sistemas antimisiles. Su ecosistema tecnológico (Intel Israel, Nvidia y otros), desarrolla innovaciones duales: útiles tanto para uso civil como para uso bélico (ciberespionaje). Irán, si bien muestra una retórica religiosa mantiene un espíritu imperial tradicional, y se organiza alrededor de una estructura oligárquica empresarial, bajo el paraguas de los Guardianes de la Revolución, que controlan hasta el 40% de la economía nacional, desde pozos petroleros hasta redes de todo tipo. Podríamos asegurar que las mismas o similares estructuras de poder se repiten en todos los países que aspiran a participar del debate mundial, como India, Turquía, Vietnam y otros. En todos ellos, si bien hay divisiones y oposiciones, predomina un criterio de unidad nacional, generalmente conducido por las descriptas estructuras de poder, que además son las dinamizadoras de sus economías nacionales, ya que derraman, parcialmente, sobre la economía popular. Resumiendo, el sistema global se asienta en estructuras de poder nacionales, con raíces en la política, el sistema financiero, y las dos ramas más dinamizadoras de la economía global: los complejo militar-financiero-tecnológico y las plataformas ultratecnológicas, propias o asociadas. El entramado de todas ellas, compitiendo y colaborando entre sí, produce una retroalimentación de sus respectivos avances y retrocesos en la obtención de mayor poder relativo. En los actuales conflictos la pregunta no es quién gana o quién pierde, sino quién sobrevive lucrando con los múltiples conflictos inducidos, que no parecen tener final claro. Asoma así un sistema mundial crecientemente complejo, que a veces cuesta entender, pero que no busca su hecatombe final, sino que busca su autoregulación, manteniendo esa engañosa pax cargada de grandes incertidumbres. El engaño sería ilusionarse con un final feliz, ya que los fundamentos de este sistema mundial, atenta básicamente contra el desarrollo de los pueblos, a los que los reduce a simples consumidores, sean de bienes físicos o de intangibles, entretenidos en las redes sociales, con mínimas o reducidas posibilidades de participación en las decisiones estratégicas que son las que determinan el destino de los pueblos. Tan fuerte es este direccionamiento del sistema global, que se está diluyendo el debate por un futuro más humano: medio ambiente, desarrollo de los pueblos, menor concentración de las riquezas, mayor justicia y bienestar social, migraciones, respeto a las decisiones nacionales, un orden global basado en reglas, cuestiones éticas y la solidaridad. Las élites globales han impuestos su mirada materialista, con predominio de lo financiero, y está produciendo hasta la pérdida de interés de todos estos temas por parte de los medios masivos, cooptados por esas mismas élites. Impera el clima de guerra, de permanente conflicto y de negocios; un sálvese quien pueda ultra-individualista. Será hora de repensar todo esto. Argentina, inmersa en una brutal superficialidad, sigue bailando sobre la cubierta de un barco sin rumbo.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por