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Fecha: 04/07/2025 12:18
Por Luciano Gastón Paulin. La primera ola polar del año puso al límite tanto al sistema eléctrico como al gasífero, dejando al desnudo las debilidades estructurales que arrastra el sector energético argentino. A fuerza de temperaturas bajo cero y una demanda desbordada, el país se vio obligado a importar electricidad desde Brasil, cortar el suministro de gas a industrias, centros comerciales, restaurant en turno noche e incluso interrumpir el servicio a hogares. ¿Qué pasó, qué está en juego y qué riesgos asoman en el corto plazo? Pico de consumo, generación al límite Durante los días más fríos de junio, el sistema eléctrico argentino operó peligrosamente cerca del colapso. El lunes 24, la demanda alcanzó los 26.495 MW a las 20:37 hs., apenas por debajo del récord invernal histórico. Solo el Gran Buenos Aires consumió el 45% del total nacional. Frente a esa demanda, se recurrió a: importaciones de Brasil (hasta 2.250 MW), reactivación de generación con carbón (Central San Nicolás), y quema de combustibles líquidos (fuel oil y gasoil), por falta de gas. Además, la indisponibilidad de máquinas térmicas clave como las de Costanera, Dock Sud y Puerto obligó al sistema a operar con reservas mínimas (7,2%), lo que evidenció la fragilidad de la red frente a imprevistos. Edesur: cortes preventivos y cables en crisis La distribuidora Edesur reconoció que el lunes por la noche cortó el servicio a más de 100.000 usuarios del Conurbano por falta de generación. Pero desde el segmento generador señalan otra causa: más de 50 cables de media tensión fuera de servicio, una cifra diez veces superior a la de Edenor. Esta deficiencia estructural forzó cortes preventivos por 240 MW, mientras Atucha II, Ensenada Barragán y otras centrales clave estaban fuera de línea. La combinación de infraestructura obsoleta, falta de inversión y demanda extrema amenaza con episodios más severos si no se corrige el rumbo. Gas: cortes a industrias y hogares, y una alerta inédita La postal más preocupante llegó desde el sistema gasífero. Por primera vez en décadas, hogares residenciales quedaron sin gas por caída de presión. En Mar del Plata, los reguladores de los medidores comenzaron a cortar automáticamente el servicio como medida de seguridad. También se suspendieron clases, actividades comerciales nocturnas e incluso el suministro a industrias con contrato firme. ¿Por qué? Porque la producción en Vaca Muerta cayó en plena ola polar: esta semana se inyectaron 10 MMm³/d menos que la anterior. A eso se suma la escasa disponibilidad de GNL, la reducción de exportaciones a Chile y un consumo residencial récord de 100 MMm³/d. El gobierno, que tuvo que armar un Comité de Crisis, ya investiga el comportamiento de las productoras de gas no convencional. CAMMESA, por su parte, tomó gas por debajo del mínimo técnico para generación, lo que pone en riesgo incluso el suministro eléctrico. Un sistema vulnerable y sin respuestas a la vista La ola de frío expuso un sistema energético que transita una delgada línea entre el abastecimiento y el colapso. En lo eléctrico, la generación está al límite y no se está invirtiendo lo necesario para ampliar la oferta. En el gas, se depende de barcos de GNL y la producción local no da abasto en los momentos críticos. Un dato que encendió todas las alarmas: si este verano el consumo supera los 30.000 MW, directamente no alcanzará la potencia instalada del país. Y no hay plan en marcha para evitarlo. Las temperaturas bajaron, pero la tensión energética recién empieza.
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