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Parana » ViaParana
Fecha: 03/07/2025 16:35
Juan Carlos Leiva murió el pasado 4 de junio tras varios días en terapia intensiva. Vivía en situación de calle en el microcentro de Mendoza, y el frío de este invierno terminó por afectar gravemente su salud. Pero aún en la precariedad absoluta, Juan tenía algo que cuidaba más que a sí mismo: Sultán, su perro, su compañero fiel de cada día. Durante al menos siete años, Juan fue parte de las más de 500 personas en situación de calle en la provincia. Recorrió las calles de Perú, Rivadavia y Belgrano, donde era conocido por vecinos y comerciantes. Siempre acompañado por su perro, se negaba a ir a un refugio si eso implicaba separarse de él. “Decía que no lo dejaban entrar con Sultán o que incluso le ofrecían dinero por dejarlo. Pero él nunca quiso”, relató una vecina. Una promesa en el hospital El 28 de mayo, Juan ya no podía más. María del Carmen, quien trabaja en el edificio donde él se cobijaba, lo encontró muy mal y logró convencerlo de ir al hospital. Para lograrlo, le prometió que cuidaría de Sultán. “Cuidame al perro”, fue lo último que le dijo Juan antes de entrar solo al Hospital Central. Murió días después, pero María cumplió su promesa. Sultán quedó a resguardo, y junto a otros vecinos que lo conocían, comenzaron a buscarle un nuevo hogar. Un vínculo que conmovió a todos Juan no era invisible. Muchos en el barrio lo conocían y lo ayudaban: Mauricio y Antonio, dos vecinos, solían darle una mano para pagar sus compras en un kiosco cercano. La propietaria del kiosco también lo veía todos los días, sentado frente al local, acompañado por Sultán. “No quería separarse de su perro por nada del mundo. Lo cuidaba con lo poco que tenía: tenía su carnet de vacunas, su collar, su comida…”, contó. Sultán, el perro que no se separó nunca del hombre que murió por el frío en Mendoza En una ocasión, Juan había accedido a ir unos días a un refugio solo si alguien se hacía cargo de Sultán. Así lo hizo Mauricio, su vecino de confianza. También tuvo por un tiempo a Thalía, la hermana de Sultán, pero se le hacía difícil cuidar de ambos. Un final triste… con algo de esperanza Luego de la muerte de Juan, los dueños del kiosco tomaron una decisión: adoptaron a Sultán. Ella, que había perdido a su perro hacía poco, y él, que ya quería llevarlo a casa. Por ahora, Sultán vive con la madre de él, que adora los animales, mientras la pareja busca una vivienda donde puedan tenerlo con ellos. “Se está adaptando, es muy cariñoso. La primera noche lloró, pero nos conocía. Nos veía todos los días”, contaron. Thalía, por su parte, fue adoptada tiempo atrás por un amigo cercano de la pareja. Juan se fue en silencio, como tantas personas que sobreviven en la calle. Pero se fue con la certeza de que Sultán no quedaría solo. Y quienes lo conocieron, aseguran que ese era su mayor deseo.
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