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  • Trifulca en Diputados: Facundo Manes y Emilio Monzó protagonizan insólito escándalo lleno de insultos

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 03/07/2025 15:47

    ¿Se cayó o la tiraron abajo? Hablamos de la última bochornosa sesión de Diputados que se suspendió debido a un escándalo que parecía más un alboroto de peluquería, predominantemente femenino, o de feriantes en busca de un lugar en el mercadillo. Legisladores de ambos sexos intercambiaron insultos que llevaron a algunos a abandonar el recinto, frustrando el quórum y relegando los temas para otra ocasión. Ni la oposición ni el oficialismo tenían interés en discutir asuntos que pudieran serles perjudiciales (como el caso de Libra, la criptomoneda que involucra a los hermanos Milei, universidades, discapacidad, etcétera). Al menos durante una semana. O más. Se propusieron maltratarse hasta que se apagaran las luces y luego compartir un café en Casablanca o en lugares más discretos. Tras el tumulto, quienes responden a Facundo Manes afirmaron que se trató de una obra de teatro montada por el kirchnerismo y la Libertad Avanza, incluso señalaron que se pasaron en la actuación, recordando la escuela Lee Strasberg. Según ellos, fueron fingidos los intentos de cachetazos a José Luis Espert, quien denunció a los que arrojaron bosta en su casa; mientras él se protegía detrás del busto más conocido de la Cámara, el de la marplatense Juliana Santillán. Aunque podría considerarse machista la descripción del cronista, es verosímil la reflexión de los allegados al prestigioso médico neurólogo, quien a estas alturas debe cuestionarse por qué se afilió al radicalismo, cuando, sin esa etiqueta, solía ser más famoso por sus contribuciones médicas. Sin embargo, existe cierta sospecha al respecto: Manes integra un núcleo aún impreciso que aspira a convertirse en el nexo entre las dos grandes agrupaciones de cara a las próximas elecciones. El sueño de la paloma, creer que el mar es el cielo. Se equivoca. Pero en esa cuña, momentáneamente amistosa, también se cruzan insultos. Al menos para reiniciar las relaciones. Por ejemplo, en una reciente y opípara cena organizada por un empresario que ahora se maneja en bajo perfil, el mismo Manes inició lo que se esperaba que fuera una comida de unidad, increpando a quien podría ser su socio político en esta aventura electoral: Emilio Monzó. Comenzó el diálogo: “Vos, Emilio, y Margarita (Stolbizer) me cagaron”, afirmó con cierta razón y patética memoria, ignorando que ciertos pactos en política tienen fecha de vencimiento a corto plazo y dependen de la conveniencia. Desató una serie de reproches. Hasta que dio paso a la respuesta del exaltado Monzó: “Mirá Facundo, vos sos un deforestado mental”, subió la apuesta para continuar en el fértil diálogo con otras diatribas que culminaron, por razones de interés, en abrazos y promesas de compartir una lucha contra los residuos de Cristina y los exabruptos de Milei. La discrepancia apenas superó el primer plato, 15 minutos de trifulca con amenazas incluso físicas, y luego, el entendimiento para forjar una coalición política razonable entre dos extremos que, por ahora, parecen dominar las emociones de una Argentina dividida en dos mitades. Sin términos medios. Tanto Manes como Monzó, en su proyecto electoral, todavía sin nombre ni partido, buscan aglutinar otras voluntades sueltas y razonables, desde Schiaretti hasta Randazzo, sin olvidar a un Miguel Pichetto, que muestra escaso entusiasmo ya que aún le quedan dos años de servicio en la Cámara. Curiosamente, nunca mencionaron a Mauricio Macri; no lo incluyen en sus planes, pareciendo convencidos de que ese tótem del PRO ya ha sido desautorizado por Javier Milei. Sin embargo, lo más jugoso de la cena fueron otras contingencias, anécdotas, en especial referencias al duro golpe que sufre el país por la decisión de una jueza estadounidense que obliga al gobierno a entregar el 51% de las acciones de YPF o, tal vez, pagar una cifra que rondaría los 16 mil millones de dólares. Algunos conocedores de tiempos pasados recordaron una áspera reunión entre Cristina Fernández de Kirchner y Sebastián Eskenazi, un 28 de diciembre, cuando ella lo envió a mudarse de YPF, donde era titular y cobraba un millón y medio de dólares, lo mismo que el catalán Antonio Brufrau de Repsol. Al finalizar las críticas y después del despido, ella—ya viuda y tras varias crisis con Eskenazi luego del funeral—le dijo: “Mirá bien, porque esta es la última vez que me vas a ver”. Parece que cumplió, ya que no se conoce otro encuentro entre el banquero preferido y la dama. Curiosamente, en ese desencuentro, paradójicamente el Día de los Inocentes, participó por unos minutos el hijo de la entonces Presidenta, Máximo, con documentos en mano. La mayoría de los presentes en este cónclave de clase media para votantes de clase media se quejó por el absurdo retraso de los tribunales de Comodoro Py en la letárgica investigación. Nunca se les ocurrió citar, por ejemplo, a la prisionera en la celda de cinco ambientes en San José 1111, ni consideraron el sórdido conflicto que generó la irritación femenina al ver que Eskenazi simpatizaba más con el Rey de España, a quien finalmente respondía Brufrau, que a conservar la confianza que su marido Néstor había depositado en él. La diferencia entre la realeza y los habitantes de Santa Cruz. Por supuesto, de dinero no se habló; eran gente de caballería. Dicen. En este garabato explicativo se evoca el episodio con palabras más elegantes que las que se vertieron aquel 28 de diciembre. El dueño de casa, hay que admitirlo, mantuvo un perfil discreto, pero sabía más que el resto de los concurrentes. El otro capítulo que entrelazó amorosamente a los participantes en la cena estuvo referido a la situación económica, a la posibilidad de que se produzcan modificaciones cambiarias post elecciones de octubre según unos, mientras que otros más apurados sostenían que esas transformaciones eran inevitables incluso antes de esos comicios. Nadie sabe si, de ocurrir, los acontecimientos beneficiarán o no al emprendimiento que aún bordan el dúo Manes-Monzó. O Monzó-Manes. Son conjeturas sobre el valor del dólar, observaciones acerca de la burla de Luis Caputo a quienes sostienen que el dólar se disparará. Al mejor estilo desafortunado de Lorenzo Sigaut (el que apuesta al dólar, pierde), el ministro advirtió: “Si creen que va a subir, compren, campeones”. Seguro de sí mismo, aunque no permite a los bancos dar créditos en dólares y parece no haber advertido, ni aprovechado, que en el mundo la divisa estadounidense ha caído un 10%. Pero la Argentina está afuera, standalone.

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