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Parana » Informe Digital
Fecha: 03/07/2025 02:12
De ANÁLISIS El 21 de mayo de 2018, el sacerdote Justo José Ilarraz fue condenado a 25 años de prisión por cinco casos de corrupción de menores agravada y dos de abuso deshonesto. Estos crímenes ocurrieron durante su mandato como prefecto de Disciplina en el Seminario Arquidiocesano "Nuestra Señora del Cenáculo" de Paraná entre 1985 y 1993. Desde entonces, Ilarraz había estado cumpliendo arresto domiciliario en un departamento de Paraná. Sin embargo, el 1º de julio, la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró la prescripción de los delitos y lo absolvió, en un fallo que no lo declaró inocente, sino que se basó en el tiempo transcurrido. Esta decisión generó un fuerte impacto no solo entre las víctimas, sino también en la comunidad en general. Hernán Rausch, un sobreviviente y testigo clave en la acusación contra Ilarraz, fue entrevistado en el programa "Cuestión de Fondo" (Canal 9, Litoral), junto a Maximiliano Hilarza, quien participó desde Chile, donde reside actualmente. En una emotiva entrevista, ambos sobrevivientes expresaron su desconcierto ante el fallo de la Corte Suprema sobre los abusos sexuales cometidos por Ilarraz. Recordaron el largo proceso judicial, los silencios institucionales y el costo emocional de enfrentarse a una figura de poder dentro de la Iglesia. Con franqueza, compartieron las secuelas de los abusos sufridos en su infancia, la revictimización por parte del sistema legal y la persistente impunidad. “La prescripción no exime su culpabilidad”, afirmó Rausch, quien agregó: “El cura que abusó es abusador y es culpable. Y eso no se lo va a quitar nadie”. Desde Chile, Hilarza recordó: “A Ilarraz lo tuve hasta los 25 años en mi casa. Los tiempos de la víctima son distintos”. Este fallo, percibido como un nuevo atropello, reaviva la urgencia de modificar las leyes de prescripción de delitos sexuales contra niños y adolescentes. “El daño es permanente, nos afecta la vida”, enfatizó Rausch, quien fue el primero en romper el silencio. “¿Qué pasaba por tu cabeza, por las venas y por el corazón cuando te enteraste del fallo de la Corte esta semana?”, preguntó el entrevistador. "Fue un balde de agua fría. Teníamos esperanzas, especialmente tras recibir la recomendación del Procurador General, Eduardo Casal, de que no aceptaran la defensa. Pero la posibilidad de la prescripción siempre estuvo presente. Lamentablemente, pesó más esa carta de la prescripción que el sufrimiento de las víctimas y de sus familias”, respondió Rausch. Rausch continuó: “En este momento, tengo a víctimas que han reaccionado de diversas maneras. Algunos ya han podido confrontar a autoridades eclesiales y plantear su situación. Pero hay otros que enfrentan circunstancias más delicadas y preocupantes. Así que trato de acompañarlos en este cimbronazo, porque tanto nosotros como el Poder Judicial y muchas otras personas estamos consternados e indignados por el fallo. Tras el mensaje del Papa el año pasado, había más esperanza de que se hiciera justicia para las víctimas. Queríamos que el cura abusador Ilarraz pasara al menos algunos años en prisión, como merece”. “Es evidente que eso ya no va a suceder”, respondió el entrevistador. “Es muy difícil que se revierta el fallo de la Corte; es el último. Pero es fundamental dejar claro que este trabajo, en el que tantas víctimas se expusieron, llevó a la investigación de oficio y a la decisión de los fiscales y abogados. La prescripción no elimina su culpabilidad. Ilarraz es un abusador y es culpable, y eso no se puede ignorar. La justicia ha confirmado que abusó de niños en el Seminario. Sí, hay prescripción y libertad, pero siempre con culpables”, aseguró Rausch. El entrevistador preguntó si había pensado en cruzarse con Ilarraz, quien aún se encontraba en su departamento en Paraná. “Sí, él tiene permiso para salir y creo que ya fue notificado de que se le ha quitado la pulsera electrónica. Así que sí, puede estar como cualquier ciudadano y podríamos encontrarnos”, contestó Rausch. Al ser interrogado sobre cómo se sentiría si ocurriera un encuentro, dijo: “No pienso en la posibilidad, lo veo muy fríamente. Yo conté lo que pasó, compartí mi verdad, y la justicia respaldó mi testimonio. Entonces, yo soy quien tiene la razón y él es el culpable. ¿Qué podría decir él? ¿Qué reprocharme?”. “¿Ilarraz o alguno de sus familiares, como sus hermanos, intentaron comunicarse con usted alguna vez?”, continuó. “No, nunca. Por el contrario, evitaban el contacto conmigo. Naturalmente, si uno acusa a un hermano, los familiares se alinean con él. No tuve acercamientos, ni conocía mucho a su familia, solo de vista. Solo tuve trato con su madre una vez”. Más adelante, se le preguntó a Rausch si durante la investigación, tras la apertura del caso en 2012, tuvo alguna conversación con el cardenal Estanislao Esteban Karlic o con monseñor Juan Alberto Puiggari. “Sí hablé con Karlic antes de todo esto. La causa se abrió tras la denuncia de la revista ANÁLISIS en 2012, y desde 2010 ya estaba gestionando esto con monseñor Mario Luis Bautista Maulión, que ya falleció. En ese entonces, solicité respuestas a Karlic sobre por qué Ilarraz seguía siendo sacerdote tras mis declaraciones. Recuerdo que Karlic, mientras me preparaba un café, me confesó: ‘Costó, costó, pero me reconoció’. Él admitió que Ilarraz le confesó haber abusado de niños. Me sorprendió que, a pesar de eso, no se tomaran medidas”. “Lo había conocido como un conocido del Seminario. Cuando me veía, me saludaba, porque sabía quién era. Ellos siempre intentaban mantener un vínculo con nosotros para que no ‘se levante la perdiz’, como se dice”. “Pero después de esa conversación en 2007-2008, nunca más se habló del caso con ellos”, agregó el entrevistador. “No, una vez que Karlic tomó mayor cargo, llegó Maulión, quien fue un poco quien me abrió la puerta. Él me preguntó cómo estaba y le dije que necesitaba hablar con él. A partir de ahí iniciamos las gestiones, y otros sacerdotes se fueron involucrando”. Al consultarle sobre el papel de Puiggari, Rausch señaló que después de la llegada de Maulión, intentó tener una reunión. “Con Puiggari fui con un abogado a solicitar audiencia, pero no logré concretar la comunicación. Buscaba que me explicaran por qué Ilarraz seguía siendo cura, dado que estaban al tanto de lo que había hecho. Puiggari escuchaba, pero adviertía que la causa había prescrito”. Rausch proviene de una familia muy unida a la Iglesia, con varios familiares religiosos. Sobre cómo tomaron su lucha, explicó: “Es importante respetar el silencio de la familia. Ellos, tal vez, en su silencio, me apoyaron. No sé cómo podrían enfrentar la situación. En mi caso, he tenido la gracia de poder hablarlo y seguir luchando para visibilizar estos casos”. Maximiliano Hilarza, quien reside en Chile, también expresó su reacción frente al fallo de la Corte. “Aunque lo esperaba, fue duro al reflexionar que habían pasado muchos años desde 2012. Me impactó lo tardía de la respuesta judicial”, indicó. Al preguntarle sobre su desánimo previo al fallo, Hilarza comentó que desde 2012 ha enfrentado muchos desafíos, como declarar en Paraná. “No recibí apoyo de Puiggari ni de los sacerdotes”, dijo, reconociendo el respaldo de personas como Rausch y los fiscales. En referencia a la relación que tuvo con Ilarraz, Hilarza destacó que el sacerdote continuó visitando a su familia mucho después de los abusos. “Ilarraz me enviaba cartas desde Italia y seguía viniendo a casa. La última vez fue en 2004. Justo cuando la acción prescribe, desapareció”, narró. Rausch también subrayó la astucia de Ilarraz, quien eligió cuidadosamente a sus víctimas y se aprovechó de las vulnerabilidades familiares. “Se ganó la confianza de muchos padres, haciendo que nunca sospecharan de él”, agregó. Finalmente, Hilarza reflexionó sobre la dificultad de romper el vínculo con Ilarraz, quien continuaba ejerciendo su influencia. “Nunca pude tener la conversación que necesitaba con él. Era muy manipulador y sabía cómo hacerme sentir culpable”, explicó. Ambos supervivientes concluyeron expresando su deseo de que se realicen cambios legislativos para garantizar que estos delitos no prescriban, subrayando el impacto permanente que los abusos han tenido en sus vidas. Hicieron un llamado a que las víctimas hablen y busquen ayuda, resaltando la importancia de llevar estas cuestiones a la justicia para contribuir a la sanación personal y colectiva.
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