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Diamante » Neonetmusic
Fecha: 02/07/2025 14:13
Lo que parecía ser una jornada rutinaria de observación astronómica en Australia Occidental terminó con una sorpresa sin precedentes: una señal de radio extremadamente potente irrumpió durante apenas 30 nanosegundos y deslumbró los radares del radiotelescopio ASKAP. Lo insólito fue su origen, que no provenía de galaxias lejanas ni fenómenos cósmicos desconocidos, sino de un satélite estadounidense dado de baja hace casi 60 años. El protagonista de esta historia es el Relay 2, lanzado en 1964 y fuera de servicio desde 1967. Desde entonces, orbitaba en silencio entre los 1.800 y 7.600 kilómetros de altitud. La señal, captada el 13 de junio de 2024, fue tan intensa que llegó a opacar todo el cielo durante su breve emisión. Mediante triangulación de datos orbitales y análisis espectrales, los científicos confirmaron que el destello coincidía con el paso exacto del satélite por la zona de observación. Lo más desconcertante fue que la frecuencia registrada —entre 695,5 y 1.031,5 MHz— no correspondía a ninguna transmisión prevista del aparato. Esto descarta cualquier reactivación intencional o funcionamiento autónomo del sistema. Los expertos manejan dos posibles explicaciones: el impacto de un micrometeorito, que habría provocado una emisión electromagnética, o una descarga electrostática generada por acumulación de cargas en su estructura metálica. Este evento reaviva el interés científico en los restos orbitales que aún circundan la Tierra. Aunque suelen considerarse basura espacial, casos como el del Relay 2 demuestran que estos objetos pueden seguir interactuando físicamente con su entorno y brindar datos inesperados para la comunidad astronómica. En este caso, un satélite vetusto sirvió sin querer como experimento natural sobre fenómenos eléctricos en el espacio cercano. Finalmente, el hallazgo abre nuevas líneas de investigación en torno al comportamiento de satélites inactivos y su potencial para emitir señales detectables. Con miles de objetos artificiales orbitando nuestro planeta, los radiotelescopios deberán afinar aún más su capacidad para distinguir entre fenómenos de origen humano y señales del universo profundo. Noticia vista: 117
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