01/07/2025 19:54
01/07/2025 19:54
01/07/2025 19:54
01/07/2025 19:54
01/07/2025 19:53
01/07/2025 19:52
01/07/2025 19:51
01/07/2025 19:51
01/07/2025 19:51
01/07/2025 19:51
Parana » APF
Fecha: 01/07/2025 13:30
La agónica negociación de la ley económica republicana entra en su cuarto día entre las dudas sobre su viabilidad y con el vicepresidente Vance en el Capitolio por si toca desempatar. martes 01 de julio de 2025 | 13:24hs. Los púgiles se calzaron de nuevo los guantes y saltaron al cuadrilátero. Donald Trump y su antiguo colaborador, Elon Musk, han reanudado las hostilidades en la particular guerra que los enfrenta a cuenta del plan fiscal del presidente estadounidense, una reforma de gran calado que se encuentra en mitad de su agónica negociación en el Senado. Es el mismo motivo que los enfrentó la primera vez, hace un mes, en una agria disputa a golpe de amenazas e insultos que acabó con la ruptura de sus relaciones. El primer gancho del penúltimo round lo lanzó este lunes Musk, el hombre más rico del mundo, que ya había renovado sus críticas durante el fin de semana a la reforma fiscal que Trump ha bautizado como “One Big Beautiful Bill” (“una ley grande y hermosa”, nombre que solo él podría haberle puesto). Musk condenó los efectos en el déficit público que esta pueda tener si sale adelante (un incremento de 3,3 billones de dólares, según una agencia independiente del Congreso) y sugirió que financiará las campañas en las primarias de aquellos que se presenten contra los republicanos que la apoyen en el Capitolio, aunque sea “la última cosa” que haga. También volvió a coquetear con fundar un nuevo partido político; el “Partido América”. “Nuestro país necesita una alternativa al unipartidismo demócrata-republicano para que la gente realmente tenga VOZ”, dijo en un mensaje en X. En un mensaje en su red social, Truth, Trump sugirió pagar al magnate, en cuya carrera figuran empresas como Tesla, SpaceX o la red social X, con su misma medicina: aplicándole el escrutinio y los recortes el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), al frente del cual el presidente puso a Musk con el encargo de adelgazar la Administración. También amenazó a su ex “primer amigo” con suspender las subvenciones a sus empresas, fuertemente dependientes del dinero público: “Sin subsidios, Elon probablemente tendría que cerrar la tienda y volver a Sudáfrica [donde el empresario nació hace 54 años] a su casa”, escribió. “No más lanzamientos de cohetes, satélites o producción de coches eléctricos, y nuestro país se ahorraría una FORTUNA. Tal vez deberíamos hacer que el DOGE eche un buen vistazo a todo esto. ¡SE PUEDE AHORRAR MUCHO DINERO!”, añadió Trump en referencia a los negocios que, con Tesla y SpaceX, tiene Musk con la Administración a la que perteneció hasta finales de mayo. Trump fue a primera hora del martes un poco más allá en los jardines de la Casa Blanca, antes de abordar el helicóptero presidencial rumbo a Florida para apoyar la iniciativa de construir el “Alcatraz de los caimanes”, un campo de detención de inmigrantes en una antigua pista de aterrizaje en las Everglades, un humedal en el que reinan esos reptiles carnívoros. El presidente de Estados Unidos dijo que Musk tiene “mucho más que perder” que “el mandato de [promoción de] los coches eléctricos” de Biden, que desaparece con la nueva ley. “El monstruo de DOGE puede volverse contra Elon y comérselo”. Mientras Trump hacía esas declaraciones, en el Senado amanecía en el cuarto día de la agónica negociación para aprobar el proyecto de ley ómnibus presupuestaria del presidente. Este ahonda en los recortes de impuestos aprobados en 2017, al principio de la primera Administración de Trump, cumple con promesas de la campaña de su reelección como la eliminación de tasas a las propinas y destina cientos de miles de millones de dólares a su plan de deportación masiva, así como a las prioridades de la actual Administración en materia de defensa. El vicepresidente, J. D. Vance, se trasladó al Capitolio a la hora en la que su jefe atizaba de nuevo a Musk, para estar listo cuando llegue el momento de votar, por si hace falta que su sufragio desempate las cuentas entre republicanos (que cuentan con 53 representantes en la Cámara alta) y demócratas (47). Los conservadores ya saben que cuentan con dos bajas, dos senadores que no piensan apoyar la “ley grande y hermosa”. Se trata de Rand Paul (Kentucky), que se ha opuesto a ella desde el principio, y Thom Tillis (Carolina del Norte), que considera intolerables los cambios que la norma traerá a Medicaid (una especie de seguridad social para los más pobres) y que dejarán sin cobertura a 12 millones de personas. Tillis anunció el domingo que no se presentará a la reelección, en vista de los ataques de Trump y de sus amenazas de apoyar a otro candidato en las primarias. 24 horas de debate Si los republicanos pierden otro voto por el camino (y en vista de lo que se puede dar por seguro a estas alturas es la oposición en bloque de los demócratas), la cuenta quedaría empatada, y Vance tendría que entrar en escena; las reglas del Senado prevén ese poder para el vicepresidente. Si fueran dos o más las deserciones, entonces, el líder de la mayoría conservadora, John Thune (Dakota del Sur), tendría que desistir de tratar de votar la ley, que tiene 940 páginas, se terminó de redactar el viernes poco antes de la medianoche y ha sufrido más cambios en las 24 horas en la que los senadores llevan debatiéndola en el Capitolio, desde el lunes por la mañana, un tiempo en el que han introducido enmiendas que han tenido que ser votadas una por una. Todos los ojos están puestos en la senadora de Alaska (Lisa Murkowski) y, en menor medida, en legisladores como Susan Collins (Maine) o Josh Hawley (Misuri), que, al menos de cara a la galería, han criticado una ley que puede causarles problemas cuando regresen a casa y tengan que vérselas con sus votantes. Esta clase de espectáculo, una mezcla de drama y nervios, es común en Washington, por lo que los más veteranos del lugar no descartan que todo se arregle a favor de Trump en el último minuto. Aunque lo cierto es que a estas alturas, no se puede dar por garantizada la aprobación de la ley en el Senado, pese a que Trump se mostró confiado por la mañana después de días en los que ha presionado públicamente para que no lo decepcionen. Cada vez parece más claro, eso sí, que su deseo de que la norma aterrice antes de la gran fiesta patriótica del Día de la Independencia, que se celebra el próximo viernes, 4 de julio, no podrá hacerse realidad. La ley, si pasa el trámite del Senado, pasará a la Cámara de Representantes, donde fue aprobada en mayo por un solo voto. El texto ha cambiado tanto por el camino que tiene que volver a ser discutida, y varios miembros de la Cámara baja, pertenecientes al ala más dura del Partido Republicano, tradicionalmente contraria al aumento del gasto público, ya amenazan con no apoyarla. La “One Big Beautiful Bill” es la apuesta a la que Trump fía el éxito de su agenda interna, y de ahí las amenazas, las presiones y los nervios. De ahí, también, la resurrección de su pelea con el empresario más rico del mundo. En el asalto anterior, Musk llegó a acusar al republicano de estar involucrado en la red pederasta de Jeffrey Epstein. Y Trump también amenazó entonces con los recortes a las ayudas para el magnate que en la madrugada de este lunes volvió a poner ácima de la mesa. O, mejor, en el centro del cuadrilátero, publicó El País. (APFDigital)
Ver noticia original