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  • ¿Anda bien la economía argentina?

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 01/07/2025 00:49

    En la Argentina actual más de la mitad de sus habitantes viven en condiciones de pobreza, y de ellos, un porcentaje significativo sobrevive en la indigencia. Lo que nos remite al tema principal: ¿cómo está funcionando nuestra economía? Y la respuesta inmediata sin duda es que está funcionando muy mal. Por Luis Lafferriere, especial para AIM. Qué observamos si queremos saber si anda bien una economía Para poder vivir los seres humanos necesitamos mínimamente satisfacer un conjunto de necesidades. Algunas tan elementales y básicas como beber agua potable, alimentarnos, abrigarnos. Otras que permiten mantener una existencia digna, como la vivienda, el cuidado de la salud, la educación, el esparcimiento. Y todas esas necesidades se satisfacen con bienes y servicios, la gran mayoría de los cuales no están disponibles directamente para utilizarlos, sino que debemos procurarlos a través de tomar de los bienes comunes que nos brinda la naturaleza lo que nos sea útil, transformarlo y adaptarlo a nuestras necesidades. Esa tarea se realiza con el trabajo humano, que genera los bienes y servicios con la actividad de producción, y que luego lo distribuye entre los miembros de una sociedad o una comunidad con actividades de distribución. Esas actividades de producción y distribución de lo necesario para la vida se realizan socialmente, y es lo que constituye la actividad económica. Por lo tanto, el fin esencial y principal de la actividad económica, de lo que llamamos la economía de una sociedad, es garantizar la base material que permita que todos sus integrantes puedan vivir dignamente. Y si queremos analizar si una economía marcha bien y cumple sus funciones adecuadamente, lo primero que tenemos que observar es cómo vive la gente. Esto es, si todos pueden acceder a los bienes y servicios necesarios para cubrir ese conjunto de necesidades. Si no fuera así, si hubiera quienes en una sociedad no alcanzan a satisfacer las necesidades básicas, esa economía no anda bien, no cumple adecuadamente su función principal. En el orden social que vivimos en nuestro país y en casi todo el planeta (el capitalismo), los seres humanos nos organizamos siguiendo pautas y lógicas de funcionamiento de su economía, que llevan a resultados que distan de ser satisfactorios. Los indicadores principales sobre el estado en que se encuentra una población, miden en valores monetarios una canasta de bienes y servicios mínimos que garanticen el acceso a la cobertura de sus necesidades. En la Argentina, se habla por un lado, de la canasta básica total, que contiene los productos que cubrirían todas las necesidades elementales (alimentos, vestimenta, vivienda, salud, educación, transporte, esparcimiento, etc). Y por otro lado, de una canasta básica alimentaria, que sólo contiene productos alimenticios esenciales. Esta información se calcula mensualmente. El dato que brinda esa información que se estima y difunde oficialmente, se compara con los valores de los ingresos de la población, a los efectos de determinar el porcentaje de la población que vive en situación de pobreza, si sus ingresos no cubren la canasta básica; y la porción que ni siquiera alcanza a cubrir el costo los alimentos, que constituye la población indigente (se la considera en pobreza extrema). También se estima la pobreza considerando otros elementos, que hacen a las condiciones en que vive una persona o una familia, tales como la calidad de la vivienda (si es precaria o no), la cantidad de miembros que la habitan (condiciones de hacinamiento), el acceso a servicios básicos (agua potable de red, energía eléctrica), el nivel educativo de sus integrantes (si acceden y a qué niveles de la educación), etc. En este caso, la información oficial se toma de los censos de población, pero también existe estimación privada, como la que realiza el Observatorio Social de la UCA (Universidad Católica Argentina). En función de esas consideraciones y de tomar en cuenta las dos modalidades de cálculo, se puede afirmar que más allá de las variaciones coyunturales que se producen por la inflación (que afecta a los precios y de manera indirecta al ingreso de la población), en la Argentina actual más de la mitad de sus habitantes viven en condiciones de pobreza, y de ellos, un porcentaje significativo sobrevive en la indigencia. Lo que nos remite al tema principal: ¿cómo está funcionando nuestra economía? Y la respuesta inmediata sin duda es que está funcionando muy mal. Los economistas convencionales y su mirada tuerta Para la gran mayoría de los economistas, la mirada sobre la salud de una economía no se dirige a lo esencial, sino que analizan otros indicadores que nada tienen que ver con el fin último del sistema económico. Hablan de las variaciones del PBI (Producto Bruto Interno), del presupuesto del Estado y de su situación fiscal, de la balanza comercial, de los índices de las bolsas de valores, del riesgo país, de la inflación, etc. Pero se trata de instrumentos (y no de los fines), que podrían ayudar (mejor dicho deberían ayudar) a mejorar la vida de las mayorías. Al no centrar el eje de sus análisis en las condiciones de vida de la gente, y tampoco considerar cómo los otros indicadores inciden sobre este fin principal, la tarea real de los economistas convencionales es ocultar los males que genera el sistema económico, las grandes desigualdades sociales que produce, la masa enorme de pobreza e indigencia que ha venido creciendo a lo largo de este siglo XXI, etc. Pero además de ocultar los aspectos horrorosos de la realidad que vivimos, esos economistas buscan esconder las causas que vienen generando esos problemas, que tienen que ver con la forma de funcionamiento de un modelo económico social que beneficia a un sector minoritario a costa de la exclusión de la gran mayoría de los argentinos. Hablan, por ejemplo, de lo que podría crecer nuestro PBI este año, luego de la caída del 1,7% el año pasado. Pero no aclaran que la caída escondía situaciones muy disímiles. De un lado, un brutal descenso de algunas ramas de la economía que se vinculan al empleo formal, a un mejor nivel de ingresos, al efecto que el sector tiene sobre el mercado interno, como son los casos de la industria manufacturera y la construcción. Mientras que, por otro lado, las únicas actividades que crecieron fueron las vinculadas a las exportaciones y al extractivismo depredador, que destruyen recursos, ambiente y territorios, y generan poco empleo. Desde el punto de vista socioeconómico, no es lo mismo producir bienes para su uso en el mercado interno, que requiere demanda de la mayoría (con más consumo y mejores niveles de ingreso), y además utiliza mano de obra, en cantidades mayores, mejor pagadas y en condiciones laborales más formales. Que extraer recursos con mucho menor cantidad de empleo, y desvinculados del mercado interno y del poder de consumo de la mayoría. Desde el punto de vista ambiental, no es lo mismo elaborar bienes industriales o construir viviendas populares; que depredar y contaminar masivamente el territorio, como lo hacen la megaminería a cielo abierto, la extracción de hidrocarburos con el método del fracking o la monoproducción de transgénicos con uso masivo de agrotóxicos. También ocultan que el ingreso de muchos sectores no cayó el 1,7 por ciento (como lo hizo el PBI) sino un 30 por ciento o más (caso de los jubilados o los empleados estatales), o un 100 por ciento (caso de los cientos de miles que perdieron su empleo). En tanto que en el otro polo de la estructura social el ingreso de las corporaciones y de los banqueros usureros aumentó en más del 1000, 2000 y más del 5000 por ciento. Obvio que también ocultan que un eventual crecimiento del PBI para este año tendrá los mismos beneficiarios de siempre, y dejará afuera a la gran mayoría de la población. Se menciona desde la economía convencional y las esferas oficiales, el supuesto éxito del programa económico por haber eliminado el déficit fiscal. Ahora los recursos que obtiene el Estado nacional cubren sus erogaciones. Además de mentir por la manipulación que se hizo de los intereses de la deuda, que en lugar de aparecer en el presupuesto entre los gastos corrientes, se incluyeron en las renovaciones de los títulos como deuda de capital. Pero al margen de ese fraude estadístico, no se aclara cómo se logró eliminar el déficit. Pequeño detalle. Porque el gasto público se achicó principalmente por el recorte de los haberes jubilatorios de millones de ancianos, lo que representó un 30 por ciento del ajuste. Pero a quienes el gobierno les robó de manera ilegítima de sus recursos genuinos, tuvo como destino principal pagar intereses de una deuda fraudulenta, que nunca recibió el pueblo argentino y que sirvió para el saqueo que sufrimos en las últimas décadas. También el gasto público disminuyó por el brutal recorte de las obras públicas, muchas esenciales para mejorar la infraestructura necesaria para la mayoría (rutas, escuelas, hospitales, etc). Cayó también la transferencia a las provincias en fondos destinados a la educación, al transporte público, que incidieron de manera negativa en esos servicios y en las tarifas más elevadas que deben pagar los usuarios. Con la mirada tuerta y malintencionada de los economistas convencionales, hemos hecho supuestamente grandes progresos en nuestras exportaciones. Pero, ¿exportando qué cosas? ¿Bienes industriales con alto valor agregado? ¿Bienes con tecnología de última generación? Nada de eso predomina en nuestra estructura exportadora, que se concentra en el complejo de los productos agrícolas transgénicos, o en los récords de exportación de carne vacuna. También una creciente exportación de gas, proveniente de Vaca Muerta. Pero ¿beneficia eso a la mayoría de la sociedad? El consumo de carne vacuna per cápita está entre los más bajos del último medio siglo. Las tarifas de luz y gas han tenido subas estratosféricas. Nada para nosotros, todo para las corporaciones y para los países centrales con alto poder adquisitivo. Se llevan nuestras riquezas materiales y las ganancias de esos negocios concentrados. Alguno, algo desprevenido, podrá argumentar que por lo menos se están generando más divisas, es decir que al exportar más tenemos más dólares. ¿Y qué hacemos con los dólares? ¿Mejorar la salud pública? ¿Mejorar la educación pública? ¿Mejorar el transporte público? ¿Mejorar las condiciones de vida de la mayoría de nuestra población? Nada de eso: con los dólares que se generan a costa del sacrificio de la población y de la depredación de nuestro territorio, se paga intereses a los usureros por una deuda fraudulenta que nunca llegó al pueblo argentino; y se venden a un precio barato a los especuladores para que fuguen al exterior sus rentas extraordinarias. Por eso los dólares nunca alcanzan y el Estado (tan denostado por las lacras que gobiernan) asume nuevas deudas para que siga la rueda loca del saqueo financiero. ¿Y quién paga luego esa deuda? ¿Los especuladores, las corporaciones saqueadoras, los grupos económicos, los que fugaron las divisas? NO. Entonces deberían pagarla los funcionarios públicos que promueven esa entrega vil, hacerlo a costa de sus propios patrimonios. NO, para nada. Quienes pagan esa deuda son las mayorías, con caída de sus ingresos, bajos salarios, menos jubilación, menos presupuesto para salud y educación, más desempleo, más pobreza, más marginalidad. Necesidad de una mirada profunda y crítica En resumen, la economía argentina es un fracaso total si pensamos que su fin principal es mejorar las condiciones de vida de todos. Si miramos con profundidad lo mal que vive la gran mayoría de la población. Pero si nos ponemos las lentes de los economistas convencionales, nos hacen ver otra realidad, donde supuestamente se han logrado éxitos significativos. ¿Quiénes tienen razón? Lo puede deducir cada uno sin necesidad de tener formación económica. Alcanza con ver cómo sobreviven millones y millones de compatriotas, y cómo caen en la pobreza y la miseria sectores cada vez más numerosos. Por eso, desde nuestra Cátedra Abierta por un Mundo Nuevo insistimos en que debemos cambiar el rumbo que llevamos hacia el precipicio. Cambiar el rumbo de decadencia que llevamos. Pero eso es una tarea de todos. Para eso debemos mirar la realidad con ojos críticos, despertar, indignarnos, participar, agruparnos, resistir, movilizarnos. El presente es el campo de batalla por una Argentina diferente. Si nos decidimos podemos pensar en serio en un futuro mejor para todos. Luis Lafferriere (*) Promotor Cátedra Abierta por un Mundo Nuevo

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