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Parana » Informe Digital
Fecha: 28/06/2025 08:31
La viabilidad del maíz en esta campaña depende cada vez más del marco de políticas públicas y del nivel tecnológico aplicado. Aunque sigue siendo uno de los cultivos más adoptados en las rotaciones debido a su aporte agronómico, su papel en la sostenibilidad del sistema y su demanda diversificada, los márgenes enfrentan una creciente presión. De acuerdo con estimaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, para la próxima campaña agrícola, la probabilidad promedio de cubrir costos a nivel nacional es de apenas 53%. Esta proyección toma en cuenta los precios actuales de insumos, los valores futuros en el momento de la cosecha y el nivel vigente de Derechos de Exportación (DEX). En la práctica, esto implica que, en alrededor de la mitad de los casos, el productor deberá alcanzar rindes significativamente superiores al promedio zonal para cubrir sus costos y lograr una rentabilidad positiva. Este resultado no sorprende al considerar el contexto actual: derechos de exportación del 12% (con una alícuota reducida temporalmente del 9,5%), costos crecientes en insumos y servicios, además de una carga fiscal elevada sobre la producción primaria. Todo esto configura un entorno que desincentiva la adopción de tecnologías y limita el acceso a paquetes más eficientes y sostenibles. Ante esta coyuntura, simulaciones realizadas por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires bajo diferentes escenarios de política muestran un contraste notable. Si se reduce la alícuota de derechos de exportación a 0%, la probabilidad de cubrir costos asciende a 71%. Y si a este cambio se le suma un aumento en la adopción tecnológica —como una mayor fertilización, el uso de híbridos de alto potencial, siembra variable y manejo por ambientes—, esa probabilidad supera el 80%. En términos agronómicos y económicos, esto representa una mejora significativa en los márgenes, permitiendo además capturar mejor el potencial productivo del cultivo. Los impactos macroeconómicos de este salto productivo son considerables: la producción nacional podría crecer un 30%, con exportaciones adicionales por US$ 2400 millones y más de 40.000 nuevos empleos hacia 2026/27. Además, se fortalecería la competitividad sistémica de la cadena agroindustrial, desde la provisión de insumos hasta el procesamiento y el agregado de valor en origen. La reactivación de eslabones intermedios permitiría, a su vez, dinamizar las economías regionales y generar nuevas oportunidades para el desarrollo industrial vinculado al agro. En este escenario desafiante, es fundamental destacar algunos avances que pueden marcar una inflexión. Argentina ha comenzado a mejorar su política pública agropecuaria y de inserción internacional, con señales de mayor apertura y diálogo con los mercados. Al mismo tiempo, la estabilización de variables macroeconómicas y la reducción de la inflación son muy positivas, ya que mejoran la previsibilidad y sientan las bases para una recuperación de la inversión productiva. Mantener este rumbo será clave para fortalecer la competitividad del agro y permitir que cultivos como el maíz desplieguen todo su potencial. No obstante, la dinámica internacional también impone desafíos, como la mayor volatilidad en los precios internacionales, influenciada por tensiones geopolíticas, barreras comerciales y una demanda global que empieza a mostrar señales de desaceleración en algunos mercados clave. En este contexto, Brasil, Uruguay y Paraguay proyectan aumentos de producción superiores al 30% en la próxima década. Argentina, que posee condiciones competitivas, corre el riesgo de perder participación relativa si no adapta su marco de incentivos y no promueve mejoras estructurales en logística, instrumentos de mitigación de riesgo agropecuario, acceso a nuevas tecnologías y financiamiento, entre otros factores. En síntesis, la viabilidad del maíz como negocio depende cada vez menos de los precios internacionales y más del entorno local. Un esquema de políticas e incentivos que mejore los márgenes, reduzca la carga fiscal efectiva y estimule la inversión tecnológica puede convertir al cultivo en un motor de crecimiento sostenido. No se trata solo de sembrar maíz: se trata de sembrar condiciones para que la producción sea rentable, competitiva y sostenible a largo plazo. El autor es gerente de Estudios Económicos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
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