Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Guerra preventiva y lenguaje estratégico

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 28/06/2025 04:49

    El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reúne con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu ¿Qué hay detrás de las palabras que justifican una guerra? En un escenario de creciente tensión en Medio Oriente, Israel llevó a cabo un ataque preventivo sobre territorio iraní, lo que desató una peligrosa escalada del conflicto que involucra no solo a Irán, sino también a Estados Unidos como actor estratégico clave. Esta intervención, acompañada de un respaldo de Washington y motivada por amenazas crecientes del programa nuclear iraní, reaviva una discusión crucial: ¿hasta qué punto el lenguaje puede suavizar o distorsionar la violencia? El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, justificó oficialmente la acción como una medida de defensa anticipada. Pero rápidamente, en medios internacionales y redes sociales, el término ataque preventivo comenzó a aparecer entre comillas, con un tono de sospecha o ironía. Ese simple gesto tipográfico —las comillas— no es inocente: funciona como una señal editorial que interpone una mirada crítica, desacreditando la legitimidad del término. En el campo de la defensa, los conflictos internacionales y la guerra posee una terminología propia. No se trata de jergas vacías, sino de conceptos rigurosos que permiten describir, analizar y anticipar acciones con precisión. Dentro de este marco, el ataque preventivo tiene una definición clara: es una ofensiva militar basada en inteligencia concreta que indica una amenaza inminente, con el objetivo de neutralizarla antes de que se concrete. Desde la perspectiva técnica y estratégica de la defensa, un ataque preventivo puede ser considerado válido si se comprueba la amenaza real e inminente. Por eso, usar comillas en torno al término puede reflejar no solo desconfianza, sino también la intención de disputar el relato de quien lo utiliza. El detalle, aparentemente menor, transforma un hecho en un signo de duda o cinismo. Y eso tiene consecuencias: el lector ya no interpreta un acto militar justificado, sino un movimiento dudoso, tal vez ilegítimo, tal vez narrativamente manipulado. Por tal motivo; el mal uso de la expresión puede inducir a creer que se trata de una excusa, una justificación poco creíble o una maniobra discursiva. Por consecuencia, el uso de los conceptos específicos es fundamental para entregar información fidedigna, pero no descarta la apertura de un debate moral. El poder de las palabras: claves desde la psicología y la comunicación Desde la psicología de masas sabemos que el individuo responde emocionalmente ante estímulos simplificados. Palabras como ataque, invasión, prevención o defensa activan respuestas automáticas. Cuando se combinan en expresiones como ataque preventivo, se genera un oxímoron discursivo: una acción violenta que busca evitar la violencia. Sin embargo, si ese término aparece entre comillas, o separado por pausas sugestivas, el mensaje se desdibuja. El lector ya no percibe una definición técnica, sino una narración editorializada. Pero, en el caso puntual del concepto específico de “ataque preventivo” vamos a encontrar que el mismo imprime una sensación de urgencia, la construcción de un enemigo inminente, polarización, reducción de la culpa, entre otras respuestas involuntarias. Este fenómeno se inscribe en lo que Walter Lippmann definió como pseudoentorno: un marco simbólico que reemplaza la realidad por la forma en que se presenta. Y en la era de la posverdad, ese marco no solo interpreta los hechos, sino que define su legitimidad moral antes incluso que sus fundamentos jurídicos o estratégicos. Entre la anticipación estratégica y el dilema moral: la historia se repite La guerra preventiva es una forma de anticipación que busca desactivar un riesgo antes de que se materialice. Aunque la estrategia es válida, presenta grietas: ¿quién determina la inminencia de una amenaza? ¿Hasta qué punto se puede confiar en la interpretación unilateral de un actor en el sistema internacional? Desde el derecho internacional clásico, el uso legítimo de la fuerza solo se justifica ante un ataque armado efectivo, según el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, muchos Estados han apelado al concepto de inminencia como una excepción. Eso abre la puerta a una peligrosa elasticidad discursiva que puede derivar en abusos o manipulaciones. En 2003, Estados Unidos invadió Iraq bajo el argumento de que el régimen de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva (ADM) y que existía el riesgo de que las utilizara o las transfiriera a grupos terroristas. Sin embargo, tras la intervención, nunca se encontraron tales armas. La operación fue ampliamente considerada una guerra preventiva basada en una amenaza percibida pero no verificada, lo que generó un profundo debate ético, legal y político a nivel internacional. Este hecho histórico, más tarde, fue tomado como un caso de estudio paradigmático de abuso del concepto de amenaza inminente. Las consecuencias fueron severas: una prolongada inestabilidad regional, el colapso del Estado iraquí, el surgimiento y expansión del grupo terrorista ISIS, y un alto costo humano, económico y reputacional para los países involucrados. Israel, por su parte, ha recurrido en varias ocasiones a operaciones preventivas, como la Operación Escudo del Norte en 2018, destinada a desactivar túneles construidos por Hezbollah en la frontera con Líbano. Aunque no derivó en una guerra abierta, fue una acción militar preventiva, realizada dentro de una lógica de defensa anticipada. El gobierno israelí argumentó que los túneles constituían un riesgo estratégico que debía ser neutralizado antes de un eventual conflicto armado. Asimismo, ha habido otros eventos de ataques preventivos llevados a cabo por Israel en la región, siendo el último, el que protagonizó contra las instalaciones militares y nucleares de Irán. Otro ejemplo ampliamente discutido es la invasión a Ucrania. Mientras Occidente y la propia Ucrania la consideran un acto de agresión no justificada, y aunque el Kremlin no utilizó formalmente el concepto de ataque preventivo, sí argumentó que su ofensiva buscaba frenar la expansión de la OTAN y proteger a la población ruso-parlante en Donetsk y Lugansk. Allí también, el lenguaje fue esencial: la “operación militar especial” reemplazó el término guerra, borrando así del discurso la dimensión trágica del conflicto. Estos casos muestran que, incluso cuando el término no aparece, su lógica puede estar activa en el discurso y en la acción militar. El nuevo frente Recientemente, Israel intensificó sus acciones contra Irán, apuntando a instalaciones militares y presuntos desarrollos nucleares. Estados Unidos no solo expresó su apoyo, sino que ejecutó un bombardeo sin precedentes contra las instalaciones nucleares de Irán. La narrativa del ataque preventivo volvió al centro de la escena, esta vez con mayor peso estratégico y mediático. El debate no es solo técnico. Si algo distingue al ser humano es su capacidad para construir argumentos sólidos y opuestos ante un mismo fenómeno. Por eso, optar por una postura u otra es una decisión personal e ideológica, que este artículo no pretende imponer. Pero sí es necesario advertir que a veces las palabras nos pueden arrastrar hacia un terreno peligrosamente maleable, donde ya no se nombran hechos, sino versiones y donde el uso de la violencia se disfraza de necesidad estratégica. Por eso, más que nunca, necesitamos precisión conceptual, honestidad intelectual y una mirada crítica sobre las narrativas que nos rodean.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por