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» TN corrientes
Fecha: 28/06/2025 03:17
Fútbol Ariel Holan, las “pasiones” de Central, las herramientas para hacer docencia y las prioridades del fútbol argentino Sábado, 28 de junio de 2025 Entre el uso de la big data, la inteligencia artificial y la psicología, el entrenador destaca virtudes y defectos ROSARIO.- El mote de “Profesor” lo inviste con un sentido mucho más profundo que el que confiere un mero apodo. Más que el título de grado que ostenta, incluso. En el caso de Ariel Holan, refiere a una forma de conducirse en la vida. La docencia exuda en cada resquicio de su discurso e impregna la charla, que nunca llega a ser estrictamente de fútbol. Al mismo tiempo, el fútbol en ningún momento deja de estar presente: aunque se va diluyendo, subyace en cada respuesta. Su entusiasmo, en cambio, aumenta de manera inversamente proporcional. La personificación de que en la Argentina el fútbol es inherente a la vida cotidiana. “Argentina es el mejor país del mundo, con todas nuestras circunstancias y todos nuestros problemas”, arriesga Holan. “Si todos tuviéramos la actitud que tenemos cuando juega la selección, si todos la defendiéramos como lo hicieron Fangio o Vilas, como Maradona, Messi, Kempes, como Lucha [Aimar] o Monzón, como Colapinto, seríamos el mejor país del mundo.” En Rosario Central, su último destino como entrenador, el fervor con que se vive el fútbol hace que esta sentencia se magnifique. En su primer semestre, el Profesor Ariel Holan guio al Canalla a ser el mejor equipo de la etapa regular del Torneo Apertura 2025. “Rosario es una de las ciudades más lindas de la Argentina. Su río, su gente, su gastronomía. Tiene una cultura tremenda. Gente muy educada, no solo enciclopedísticamente, sino en la filosofía de la calle, que es una de las más importantes de la vida. Fontanarrosa, Fito Páez, el Negro Olmedo…”, enumera el Profesor. Y continúa: “¡Y lo que ha dado Rosario al fútbol argentino! Central es un equipo grande, que de local juega con 50.000 personas todos los partidos y la hinchada empuja muchísimo. No es fácil jugar con esta camiseta, es una camiseta pesada”. Ahora, el desafío se magnifica a partir de la llegada de Ángel Di María, que regresa al club luego de 18 años en Europa, con un Mundial y dos Copas Américas bajo el brazo. “Fideo es un crack. Ya es un aporte invalorable aunque todavía no haya pisado el suelo canalla en su regreso, me refiero a un entrenamiento, al estadio. Pese a eso, ya tuvo una incidencia positiva en todo lo que estuvimos haciendo junto a los dirigentes”, declaró al diario La Capital (esta entrevista se realizó previo a la llegada de Di María y el club no lo autorizó a hacer más declaraciones). Holan reside en la zona de Puerto Norte y disfruta de salir a pasear a su perro por la vera del Paraná o explorar las bondades gastronómicas del barrio de Pichincha con su mujer. La cámara del zoom, no obstante, deja entrever paredes de piedra y ornamentos de madera. La eliminación anticipada en cuartos de final le permitió tomarse unos días para descansar en Bariloche, donde estableció su hogar principal con su mujer hace tres años. “Siempre trabajando, pero mucho menos que en el ritmo diario”, aclara. Cuando puede y es la época aprovecha para pescar, esquiar, pasear por el bosque, estar con sus perros Malinois “y disfrutar de la casa”. No por conocida la carrera de Holan es menos asombrosa. Algo que en el rugby es frecuente -como lo comprueban los casos de Joe Schmidt, Eddie Jones o Warren Gatland-, llegó a la dirección técnica desde la docencia. En el fútbol, el único antecedente saliente es el del francés Arsène Wenger, leyenda de Arsenal, de Inglaterra. Los sueños del chico que jugaba de 4 en las inferiores de Banfield y soñaba con llegar a primera división se frustraron por el mandato familiar de permanecer en el colegio Balmoral y cursar una carrera universitaria. Probó con Derecho, Ciencias Económicas, Administración de Empresas, pero nada lo satisfizo. El fallecimiento de su padre lo obligó a tener que trabajar mientras estudiaba, y se volcó a enseñar hockey. Empezó en su colegio, dirigió a Lomas Athletic, pasó por Geba y San Fernando, llegó al seleccionado uruguayo. Hasta que decidió perseguir un nuevo sueño: ser entrenador de Independiente, el club de sus amores, al que iba a la cancha de la mano de su padre y admiraba a Pavoni, Pastoriza, Santoro, Tarabini y Bernao. “Mi proceso de mutación de un deporte a otro no fue de la noche a la mañana. Yo soy entrenador desde los 16 años. No hice otra cosa en mi vida”, aclara. Intentó entrar por el lado de la preparación física y se recibió de profesor de Educación Física. “No era lo mío. Lo mío es la táctica, la estrategia, la metodología y la docencia”. Entonces, primero desarrolló un software de análisis de datos, luego fue director de la escuela de fútbol de Independiente, entrenador de la Sexta de Argentinos Juniors, asistente de Jorge Burruchaga en Arsenal y de Matías Almeyda en River y Banfield, donde dirigió a la Reserva… Hasta que, en sociedad con el preparador físico Alejandro Kohan, tuvo su primera gran oportunidad de asumir el mando en Defensa y Justicia en 2015. Tenía 54 años. Su elogiado trabajo en el Halcón de Varela le permitió cumplir su sueño de llegar a Independiente, al que le dio su primer título en siete años con el maracanazo en la Copa Sudamericana 2017. Fue campeón con Universidad Católica en Chile, dirigió en Brasil (Santos), México (León) y Ecuador (Barcelona). “Mi sueño y mi ilusión fue siempre el fútbol, porque jugué al fútbol desde que nací. Con una chapita, con una pelota de media, con una número 3, que fue mi primera pelota, después la 4, la 5; la Pulpito en la playa, pechito vale doble, arquero volante… Eso es lo que vivíamos todos los varones de mi generación en los potreros”. –¿Qué le atrajo del ofrecimiento de Central para volver al fútbol argentino después de cinco años? –Quería volver a mi país porque yo amo la Argentina y la última etapa de mi carrera quería que fuera acá. Segundo, por la convicción que tuvieron de contratarme, y finalmente, porque siempre que iba a la cancha de Central me daba cuenta de que era un equipo con todas las características de un equipo grande. Eso es muy seductor para cualquier entrenador. –¿Qué sensación le queda a pocos días de haber sido eliminado en cuartos de final tras ser el mejor equipo en la etapa regular? –Teníamos la ilusión y el sueño de salir campeones, pero lamentablemente en el segundo cruce nos quedamos afuera, y la verdad que todavía dura esa mezcla de bronca, tristeza, pensando que podría haber sido de otra manera. Pero sentamos las bases para tener un equipo muy competitivo y queda mucho trabajo por hacer. –Si bien fue uno de los mejores equipos, plasmó un juego muy vertical que difiere de lo que había mostrado en Defensa y Justicia e Independiente. ¿Tiene que ver con una adaptación a los jugadores con que se encontró, a una evolución en su forma de jugar o a falta de tiempo para concretar su idea? –Es un tema de evolución, porque uno tiene que ir ajustando sus banderas filosóficas en función de otras características que el equipo ya tiene naturalmente. El desafío en la carrera de un entrenador es cuántas posibilidades uno tiene de ir subiendo pequeñas centésimas que no solamente satisfacen a uno sino que puedan acompañar el proceso de crecimiento del equipo. Eso es apasionante porque todos queremos ganar, entonces el asunto es cuáles son los fundamentos que vamos desarrollando para poder tener más probabilidades de ganar. –¿Para el próximo torneo el desafío es añadirle aspectos propios de su filosofía? –Sin dudas, porque yo creo que pusimos la vara muy alta en cuanto a la eficacia, en cuanto a los resultados, y para sostenerlo hay que seguir creciendo futbolísticamente. Entonces hay mucha tarea para el hogar que empezó el lunes, porque todo lo que no hagamos con precisión quirúrgica después es difícil de rectificar. Hay ciertas cosas que a mí me gustan como entrenador por mi filosofía de juego que hay que ir incorporándolas de a poco: un equipo que pueda presionar en zonas más altas de la cancha, que no solamente tenga como recurso el juego vertical sino que también pueda crecer en el juego de posesión. No una posesión inespecífica y larga, pero sí que el equipo vaya creciendo a través de la elaboración del juego en esa verticalidad que queremos encontrar más allá de las transiciones. –Un componente que usted ha mencionado en varias oportunidades es el armado del grupo humano, del espíritu de equipo. ¿Cuál es su metodología para lograr un buen rendimiento en ese aspecto? –Uno trata de trabajarlo en el día a día, no solamente en las emociones sino también lo que atañe específicamente al refuerzo de las convicciones a través de una manera de entrenar y de jugar. El trabajo ha sido muy arduo y ha tenido como protagonistas a los futbolistas. No es fácil que el futbolista se pueda expresar con total naturalidad y libertad sobre conceptos tácticos o técnicos, y ese desafío es el que queremos profundizar, porque es lo que realmente hace sustentar un proceso en bases mucho más sólidas. –¿Cuánto influye en este aspecto su experiencia como docente y como formador de juveniles? –Para mí es determinante jerarquizar la profesión de entrenador desde la preparación. Después, insisto, ganar es una parte clave o determinante para la carrera, pero hay muchas áreas que también uno gana sin necesidad de levantar un título. Ganar para el entrenador es ver que un equipo crezca individual y colectivamente. Ese crecimiento también involucra el crecimiento de la experiencia del entrenador por las metodologías que utiliza y por la evaluación de las metodologías que utiliza. Hay ciertas metodologías que al entrenador lo dejan inquieto y se da cuenta que no es por ahí, que hay que ajustar porque el equipo lo pide desde distintas manifestaciones, no solamente desde lo verbal sino por lo que va produciendo. Todo eso es un desafío apasionante, te tiene que gustar ser entrenador, y a mí me gusta ser entrenador. El día que pierda ese fuego sagrado de querer que esos desafíos tengan la profundidad que amerita la profesión, ese es el día que uno tiene que pasar a otro rol. –¿Qué importancia le da a la psicología y el coaching ontológico en el fútbol profesional? –La psicología es fundamental, es el entrenamiento de la cabeza. Por un montón de problemáticas que atraviesan los futbolistas en la temprana edad, en la etapa infantojuvenil. En el fútbol mayor creo que cada futbolista tiene que tener un psicólogo para ayudarlo a lidiar con sus distintos roles de futbolista, de papá, de marido, de hijo. Yo tengo mi propia metodología que fui diseñando con distintas personas vinculadas no solamente al coaching sino a la filosofía y a la psicología. –Usted entró al fútbol a través del análisis de datos. ¿Cómo lo emplea hoy? –El primer desafío importante es la gestión de las emociones. Pero después hay toda una segmentación de otras áreas. Yo creo en la medicina desde un lugar mucho más completo, que contempla no solamente la parte traumatológica y kinésica, sino también la parte nutricional y la bioquímica. En conjunción con la parte médica está la parte física. También considero que es fundamental toda la gestión que hacen los videoanalistas, ya la parte técnico-conceptual, no solamente del propio equipo, sino también del análisis de los rivales. También son muy importante las estadísticas. Hay que hacerlo con una metodología que permita filtrar los datos importantes y en la medida de lo posible generados por el propio cuerpo técnico. Pero para esto se necesita mucha gente, y no todo es posible hoy. –Con todos los avances tecnológicos, la big data, la inteligencia artificial, ¿cómo aplica el análisis de datos? –Eso es muy particular de cada entrenador. Un entrenador es como un presidente, todos esos rubros son ministerios, y vos tenés que gestionar en función de los informes de cada ministerio. Ser entrenador, la profesión de entrenador, es un arte, y cada uno lo desarrolla de acuerdo a la mirada que tiene. Hay entrenadores que les dan más preponderancia a unas áreas que otras, hay entrenadores que hay áreas que directamente no las exploran porque consideran que no es necesario… todo es válido. Ser entrenador es como los que cocinan, que hacen así [hace el gesto de chuparse un dedo] y dicen ‘le falta un touch de esto’. No es una receta que te la dan prusiana: 100 gramos de harina, 100 gramos de manteca… No funciona así. Lo que sirve para mí, para otro no, y es válido. –¿Mira otros deportes? ¿Incorpora cuestiones técnicas, metodológicas o de entrenamiento de otros deportes? –Desde que nací traté de hacer todo lo que pude: natación, atletismo… Me anoté en todas, así que miro todos los deportes. Vos te transformás en un gran ignorante cuando sos entrenador de un deporte en particular, porque solamente crecés en los momentos de impasse. Vos crecés en la evaluación del último trabajo y en la preparación del siguiente. Ahí se dan saltos de calidad, porque tenés que ajustar y ves otras cosas. Por ejemplo, el caso de Colapinto y las neurociencias. A mí me apasiona, porque es un muchacho que está manejando a más de 300 km/h, que está manejando con la mano, mirando por el espejo retrovisor, hablando con el box, y tomando decisiones en conjunto. Y nosotros decimos que un futbolista que tiene que tomar muchas decisiones, y éste si no toma una buena decisión capaz que se estrella contra el guardrail y se va para arriba. –¿Mira también otras ligas de fútbol? ¿Qué le gusta? –Eso sí, es fundamental. A mí me gusta Guardiola, me gusta Arteta, me gusta Simeone, todos estilos distintos. Conte también. Me gusta mucho Flick, me gusta mucho Luis Enrique. Me llama la atención mucho Abel Ferreira, el de Palmeiras. Me gusta Tuchel, también. Estoy muy atento al trabajo de Xabi Alonso. Me gusta ver las ligas donde están los mejores entrenadores y los mejores jugadores del mundo, porque ahí se aprende mucho, tanto de los jugadores como de los entrenadores. –Lo escuché hace poco defender que la Liga Argentina tuviera 30 equipos… –No es defender ni elogiar, es simplemente plantear un debate. ¿Por qué nos preocupamos tanto si la liga tiene 30 equipos y no nos preocupamos por las canchas en que juegan esos equipos, en que juegan las reservas, el fútbol infantojuvenil? Ese es el debate primario. Somos los campeones del mundo y somos uno de los países del mundo que más respeto internacional tiene por todo lo que produce, y los jugadores aprenden acá. Los jugadores salen de los vientres de las mamás argentinas y tienen papás argentinos y se forman en los clubes de barrio. Porque las agallas que tienen los deportistas argentinos salen de cómo vivimos nosotros acá. Eso no se entrena, se lleva en nuestra génesis. En lo que sí tenemos que batallar es en el orden, la disciplina, la infraestructura, la docencia. Es lo que necesitamos para que el producto que le ofrecemos al mundo sea cada vez mejor. Hay tanto para discutir antes de fijarnos si hay que jugar un torneo con 30 equipos… –¿Hay mucha deficiencia en esos aspectos que usted nos marca? –No sé si la palabra es deficiencia, pero sí hay mucho por crecer. No veo que se debata el crecimiento de la primera infancia en el fútbol, en las metodologías de entrenamiento, en la cantidad de futbolistas de acuerdo a su cronología y a su edad. Uno va a partidos de fútbol infantil y ve esa pasión y esa competitividad que es lo que nos hace ser distintos a los demás, pero no solamente es eso lo que hay que poner como valor, sino qué tiene que aprender ese chico a esa edad, cuál es el desarrollo físico que tiene que tener, cuándo empieza el trabajo de suplementación, cómo empieza su entrenamiento mental, si tiene asistente social que se fije desde qué lugar familiar aborda un club. El trabajo de los clubes en la Argentina no tiene precedentes en ningún modelo de ningún otro país del mundo. El club de barrio es la primera selva. Hay que apuntalar todo eso para que cada vez los chicos estén mejor preparados. –No pudo ser jugador profesional pero sí fue campeón como director técnico de Independiente. ¿Cuál es su próximo sueño? –El que estoy teniendo. Que pueda sostener lo hecho en este semestre y lo pueda mejorar. No hablo fríamente de la cantidad de puntos que podamos sacar o hasta dónde podamos llegar en el torneo, sino fundamentalmente de ver un equipo en la cancha, que la gente reviente el estadio, que la gente se haga socia del club, que quiera ir a ver al equipo y que el equipo le dé respuestas futbolísticas para que todo eso ocurra. Ése es el desafío, porque Central es un club grande y el desafío más grande en esta etapa mía es acompañar, poner mi granito de arena para no tener rendimientos bipolares. Ese desafío no es sencillo en un club que todos los partidos de local mete 50.000 personas en la cancha. Sábado, 28 de junio de 2025
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