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» Diario Cordoba
Fecha: 27/06/2025 14:37
Al cordobés Juan José Primo Jurado, director del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, le ha caído el marrón de solventar el entuerto de la restauración de la Macarena, que en Sevilla se ha tomado como asunto racial cuando constituye una enorme, sideral, catastrófico fallo de las políticas de conservación del acervo artístico, que por definición es una competencia pública. El hecho de las pestañas, de la pátina, del procedimiento de restauración de una imagen religiosa, el pintoresquismo idiosincrático, no debe de ocultar una clave: la talla es un bien artístico del siglo XVII, coetáneo de las últimas obras de Velázquez y de las obras dramáticas de Calderón de la Barca. Barroco en vena. Palabras mayores del ecosistema cultural. Que una cofradía (una entidad ciudadana, al fin y al cabo), por poderosa que sea, pueda retirar una obra artística de estas características y someterla a un trabajo de restauración sin que exista un control previo técnico es una anomalía de consideración. Algo por lo que se deben pedir explicaciones detalladas. En este caso, el exotismo de las imágenes de la puerta de la basílica, las lágrimas y todo eso, han ocultado el verdadero sentido del debate. Y es el siguiente: quién ha dado permiso, en el caso de que se haya solicitado, para una restauración exprés (realizada en varias fases, además) sin contar con los pronunciamientos lógicos de las instituciones de control del patrimonio. El silencio oficial suele ser mal consejero. Y las explicaciones del Gobierno andaluz son imprecisas y vagas. Ni siquiera se ha tomado la determinación de incoar el expediente de Bien de Interés Cultural con carácter urgente, que sería lo mínimo que se despacha en botica. A la consejera Del Pozo le ha faltado tiempo para decir que la hermandad verá, cuando tiene una directísima responsabilidad de que estas cosas no ocurran, sea quien sea el propietario. Este es un caso serio y conviene kilo y medio de rigor. Nadie va a perder su asiento en el palco de la carrera oficial por cumplir su cometido en condiciones de igualdad a como se hace con cualquier hijo de vecino. Las políticas de patrimonio exigen de ecuanimidad de criterio, de independencia funcional y de solvencia técnica. El miedo al qué dirán, no meterse en determinados jardines, es un lujo que nadie puede tomarse. Si se exime de facto de su cumplimiento a un colectivo, por influyente que sea, se le está tomando el pelo al particular al que se le piden inversiones en investigación, proyectos de protección y dinero para restauración. El PP ha engrasado convenientemente las cuentas de las cofradías andaluzas como para poder ponerse flamenco. Pero váyase al fondo del debate, que es el de la conservación efectiva del patrimonio histórico, pertenezca a quien pertenezca. Lo demás es folclor. *Periodista Suscríbete para seguir leyendo
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