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Parana » Informe Digital
Fecha: 26/06/2025 23:29
La Corte Suprema confirmó la condena a Cristina Kirchner en la causa Vialidad: seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos. Firmaron Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti. En el ámbito judicial, el caso se considera cerrado. Sin embargo, en el terreno político, este es solo un capítulo más. ¿Estamos ante el final de una era o el inicio de una estrategia que podría convertir a CFK en algo más que una candidata: en un símbolo? Desde su primera reacción, Cristina ha configurado el escenario. Desde la sede del PJ, con un mensaje cuidadosamente preparado, denunció al “Partido Judicial”, habló de proscripción y sugirió que el poder económico buscaba desplazarla del juego. Llevó sus críticas hacia Héctor Magnetto, el histórico CEO de Clarín, y descalificó a los jueces supremos como “monigotes”. Su tono, lejos de denotar un retiro, refleja a alguien que aún juega en el campo. Tal vez no como protagonista, pero sí como quien controla el balón. Esta no es una idea nueva; CFK ha estado asumiendo el papel de perseguida durante un tiempo. En su alegato, afirmó que la sentencia ya estaba dictada antes del juicio, hablando de un fusilamiento mediático y judicial, y del intento por dejarla fuera del sistema, a pesar de que su capital político sigue intacto. Esta figura de la líder acorralada pero activa resuena con una lógica profundamente peronista: la del sacrificio que legitima, enlazándose con Juan Domingo Perón, quien pasó 18 años en el exilio, proscripto, pero guiando el partido a distancia. Cristina, al ser proscripta, también pierde su lugar en la boleta, pero puede transformarse en un estandarte. Para su base más leal, su exclusión no la anula: la multiplica, dejándola en posición de bendecir, vetar o moldear a su sucesor. Al mismo tiempo, esto genera temor entre quienes ya experimentaron el “dedazo” de Cristina: gobernadores, intendentes, sindicalistas. Todos la respaldaron en cada elección, pero al obtener la victoria, se sintieron excluidos. Esta nueva experiencia les brinda una nueva perspectiva: los sindicalistas son cautelosos, los gobernadores peronistas casi no se escuchan y los intendentes mantienen la expectativa. Los juegos del hambre están a punto de comenzar. Desde un enfoque pragmático, la condena ha puesto orden en lo que Cristina Kirchner no logró establecer: la sucesión del liderazgo peronista. Hasta hace unas semanas, su liderazgo era cuestionado por Axel Kicillof. Ahora, su situación le permite influir, organizar y señalar. Puede transformar su condena en narrativa, y esa narrativa en poder. No a través del estilo clásico de despacho y lapicera, sino como jefa de una historia que otros no saben contar. La martirización de Cristina requirió un paso previo necesario, el anuncio anticipado de su candidatura en la Tercera Sección Electoral de la Provincia, lo que forzó a los jueces a decidir sobre una candidata potencialmente ganadora. A diferencia de su habitual estrategia de dilatar su postulación hasta el último momento, esta vez se apresuró, consciente de que su sentencia estaba siendo cocinada en el máximo tribunal. Esto le daba la oportunidad de hablar de proscripción, aunque las evidencias en el expediente Vialidad son contundentes en su contra. La causa. En el expediente se determinó que existió una estructura institucional diseñada para beneficiar sistemáticamente a Lázaro Báez, amigo personal de los Kirchner. El núcleo se compone de 51 licitaciones en Santa Cruz, casi en exclusiva para el Grupo Austral. El 80 por ciento de la obra pública vial nacional destinada a Santa Cruz terminó en sus manos. Los fondos se asignaban por decreto, sin pasar por el Congreso. Se destacó el Decreto 54/2009, que habilitó el uso discrecional del fideicomiso vial. Para los jueces, la firma de Cristina Kirchner fue un componente más del engranaje. Para la defensa, una norma general, aún vigente. Lo que sí se rompió fue el control parlamentario. Durante años, los presupuestos para Santa Cruz llegaban al Congreso recortados o disfrazados. La fiscalía lo denominó “apagón informativo”. Paralelamente, cinco peritajes técnicos, todos con irregularidades, mostraron la otra cara del sistema: rutas cobradas que no se ejecutaron, obras inconclusas y pagos anticipados a constructoras sin más que un sello. La relación comercial entre Báez y los Kirchner no fue negada, sino reconocida por la defensa: hoteles, alquileres, transferencias. Para los jueces, esto era la razón subyacente: el vínculo económico que cerraba el circuito. A esto se sumaron mensajes de texto del ex secretario de Obras Públicas, José López, que hablaba de un “plan limpiar todo”, extraído de otra causa. Aunque la defensa cuestionó su legalidad, el tribunal los interpretó como una clara señal de que, al final del mandato de Cristina Kirchner, sabían que había cosas que ocultar. También se incorporaron informes de la AGN y documentación administrativa sin debate oral, lo que generó fricción con la defensa, que argumentó una violación al derecho de defensa. Pero para los jueces, el conjunto era suficiente. No era necesaria la prueba de que Cristina firmó cada expediente; bastaba con demostrar que supo, sostuvo y no detuvo. Esto fue lo que escribieron, y es lo que actualmente se discute en otro plano, más narrativo que penal. Esta fue la principal crítica de la Corte a los escritos de Carlos Beraldi, el abogado de la ex presidenta. Uno de los aspectos más expuestos por el abogado defensor fueron las conexiones entre jueces y dirigentes opositores al peronismo. Mostró fotos, habló de partidos de paddle con Mauricio Macri y presentó un mapa de afinidades, pero nunca logró explicar cómo eso invalidaría la imparcialidad del tribunal. La Corte lo hizo notar: muchos señalamientos, poca demostración concreta. Tampoco ayudó que aceptara sin reservas la sociedad comercial entre Cristina y Lázaro Báez, información que, para los jueces, refuerza la condena. No intentó discutir la relevancia penal de ese vínculo ni desmontar su lógica. Otro aspecto destacado en el fallo fue el mal timing de la defensa. Beraldi no impugnó con fuerzas ni consistencia los mensajes obtenidos del celular de José López, que luego fueron clave en la sentencia. No los objetó cuando fueron presentados por la fiscalía, y cuando quiso reaccionar, ya era demasiado tarde: la prueba estaba admitida y sellada. Para la Corte, lo que faltó fue una estrategia jurídica sólida. Este vacío terminó jugando en su contra, alimentando la hipótesis de que Cristina eligió la pelea política porque en el ámbito técnico-legal poco más se podía hacer. Reacción. Al mismo tiempo que se publicó el fallo, el kirchnerismo se activó como si hubieran apretado un botón rojo. No hubo sorpresa, pero sí un reflejo. Cristina pasó de condenada a víctima y la narrativa se reorganizó con precisión: esto no es justicia, es persecución. Esa misma noche del martes 10 de junio, militantes comenzaron a llegar inicialmente a la sede del PJ en la calle Matheu y luego a su hogar en Constitución, que se convirtió en una especie de catedral de los agraviados. Fogatas, cánticos, banderas, viejas glorias del kirchnerismo y nuevos fieles. Cristina salió dos veces a saludar. No habló, pero no fue necesario: su gesto fue suficiente para avivar la liturgia. Sin embargo, la jornada también estuvo marcada por desbordes. Hubo cortes en las autopistas, paros de aviones e incluso un grupo de militantes ingresó a las instalaciones de TN, el canal de noticias del Grupo Clarín, en un estallido de bronca y adrenalina. Hubo gritos, canciones contra Héctor Magnetto, piedras y destrozos. Se vandalizaron los vehículos de periodistas como Marcelo Bonelli, del consultor Jorge Giacobbe y de otros trabajadores, incluyendo a una vestuarista, una editora y un camarógrafo. Al día siguiente, continuaron las novedades: CFK solicitó prisión domiciliaria, pidiendo que sea en un elegante departamento en la calle San José y esquina Humberto Primo, en Constitución. Es el departamento de su hija Florencia, con quien vive desde los días posteriores al intento de asesinato que sufrió en septiembre de 2022. Pisos de pinotea, detalles de mármol, un estilo señorial y techos de 4 metros de altura, con una simbólica puerta de hierro como entrada. La elección del lugar responde a un motivo fundamental: estar cerca de su hija Florencia y su nieta Helena. En una entrevista con Pablo Duggan en C5N en 2023, la ex presidenta manifestó: “Mi hija me necesita y siento que si a mí me pasara algo, ella sufrirá mucho y podría empeorar su patología, su enfermedad. Ella me ha dicho: ‘No pienses en mí, hacé lo que tengas que hacer’. Mi hija es una mujer extraordinaria que está enferma”. El otro motivo de su elección está relacionado con la proximidad al centro de poder. Una vez que se disipe la multitud en la puerta de su hogar, podría comenzar la peregrinación hacia su propia “Puerta de Hierro”, como ocurría en la década del 60 en Madrid, cuando dirigentes argentinos visitaban a Perón en el exilio. Mientras tanto, Cristina se mantiene activa. Desde el miércoles, la sede del PJ en Matheu volvió a ser un centro de operaciones. Sin cámaras, sin comunicados, con la presencia de algunos intendentes, sindicalistas y camporistas. El jueves, se buscó ampliar la convocatoria con la participación de Sergio Massa, Juan Grabois y Guillermo Moreno, pero no asistió nadie de Axel Kicillof, su rival en la interna del peronismo hasta antes de la condena. Todo indica que seguirá siendo así. La pregunta flota en el aire: ¿respetarán la centralidad simbólica de Cristina o habrá alguien que se atreva a disputar ese rol? Por el momento, ella logra lo que pocos: crecer en la derrota. No necesita ganar una elección; basta con imponer el tono de la narrativa. Su exclusión alimenta la épica. No busca retornar, sino permanecer. Desde otro lugar, pero con el mismo peso. No con votos, sino con aura. Convertir la condena en consagración, la sentencia judicial en bandera, la retirada obligada en el centro de la escena. Transformarse en un mito. Galería de imágenes En esta Nota
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