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  • La fallida sonda soviética Kosmos 482: responsabilidad por desechos espaciales

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 26/06/2025 11:38

    Por Florencia G. Rusconi (*) El espacio guarda historias que se escriben despacio, como si el tiempo allá arriba tuviera una lógica distinta. La caída de la sonda soviética Kosmos 482 en el océano Índico, más de cinco décadas después de su fallido intento por llegar a Venus, reavivó no sólo el interés por las misiones espaciales de la Guerra Fría sino también los debates contemporáneos sobre los riesgos del desecho orbital. Fue el último capítulo de una travesía que, sin haber alcanzado su objetivo inicial, terminó dejando una marca duradera en la historia de la exploración espacial. El aparato, lanzado el 31 de marzo de 1972 desde el cosmódromo de Baikonur, como parte del programa Venera de la Unión Soviética, fue diseñado para estudiar la superficie y la atmósfera del planeta Venus. Debía ser una misión gemela de la sonda Venera 8, que sí consiguió posarse sobre el planeta. En cambio, Kosmos 482 nunca abandonó la órbita terrestre. Una falla en la cuarta etapa del cohete Molnia-M impidió que alcanzara la velocidad de escape necesaria. La etapa funcionó durante 125 segundos en lugar de los 192 segundos previstos, y la misión quedó truncada. Consiguió abandonar la órbita baja terrestre debido a fallas técnicas. Quedó atrapada en órbita. Aunque el objetivo interplanetario fue descartado, la nave permaneció activa durante unas horas antes de descomponerse en partes. Algunos fragmentos cayeron a la Tierra en el corto plazo, pero el componente más robusto -la cápsula de descenso- quedó atrapado en una órbita elíptica, con una altitud que oscilaba entre 220 y 9.800 kilómetros. Desde entonces, giró alrededor del planeta de forma silenciosa, imperceptible para la mayoría, pero constantemente vigilada por un reducido grupo de entusiastas y agencias especializadas. El regreso definitivo se produjo el pasado 10 de mayo, a la madrugada, cuando la cápsula reingresó en la atmósfera terrestre y cayó a unos 560 kilómetros al oeste de la isla de Andamán del Medio, según confirmó la agencia espacial rusa Roscosmos. El evento fue seguido de cerca por organizaciones científicas que especularon con el punto exacto de impacto y con la posibilidad de que parte del artefacto sobreviviera al calor extremo del reingreso. Su caída reactivó la discusión sobre la basura espacial, un fenómeno que hoy incluye más de un millón de fragmentos mayores que un centímetro. “El aparato dejó de existir al salirse de su órbita y caer en el océano Índico”, señaló Roscosmos en su comunicado oficial. El texto añadió que “el descenso del aparato se controló mediante un sistema automatizado de alerta sobre situaciones peligrosas en el espacio cercano a la Tierra”, en referencia a los protocolos establecidos para evitar riesgos en zonas habitadas. “Al final cayó la nave rusa que llamó la atención mundial. Este tipo de naves son seguidas por radar. Entonces, a las 6.04, tiempo Universal (UTC) la nave fue detectada todavía en órbita. Y luego se la buscó nuevamente a las 7.32 pero ya no estaba. O sea, cayó”, explicó a Infobae el astrónomo Claudio Martínez y agregó: “No hubo testigos de su caída, en la que algunos pronostican al oeste de Australia u otros cerca de la India o Indonesia. Pero lo cierto es que se precipitó en el océano Índico. Esperamos que en las próximas horas haya un video del evento o testigos retratando la caída”. Kosmos 482 no fue cualquier objeto en órbita. Su estructura había sido preparada para atravesar la atmósfera de Venus, un entorno mucho más denso y hostil que el terrestre. Por eso, a pesar de los años transcurridos, la posibilidad de que la cápsula sobreviviera al reingreso no era descartable. La NASA lo advirtió días antes del impacto: el diseño resistente, sumado a la cubierta de titanio semiglobular y los paracaídas de 2,5 metros de diámetro, hacían probable que al menos algunos fragmentos tocaran tierra -o mar- sin desintegrarse por completo. Para algunos observadores, el retorno a la atmósfera de Kosmos 482 ofreció más que una curiosidad técnica. Basura / chatarra espacial También -como se mencionó- fue una advertencia sobre el volumen creciente de basura espacial que rodea al planeta. Según datos recientes de la Agencia Espacial Europea (ESA), existen más de 1,2 millón de fragmentos de más de un centímetro de tamaño girando alrededor de la Tierra. De ese total, cerca de 50.000 objetos superan 10 centímetros. Kosmos 482 formó parte de ese inventario durante más de medio siglo. La cápsula soviética no era una amenaza directa pero su recorrido final obligó a gobiernos, agencias espaciales y científicos a revisar los protocolos de monitoreo orbital. ¿Qué hacer con los artefactos que quedaron activos a medias? ¿Cómo calcular con precisión su deterioro estructural? ¿Cuánto riesgo implica cada pieza en desuso? Las discusiones sobre basura espacial no son nuevas pero su relevancia se amplifica cada vez que uno de estos objetos reingresa de forma incontrolada. La falta de capacidad para predecir con certeza el punto de impacto, sumada a la posibilidad de daños en zonas habitadas, potencia los llamados a mejorar los sistemas de rastreo, control y eliminación de residuos espaciales. Más allá del debate técnico, la historia de Kosmos 482 también aporta una dimensión histórica. El programa Venera representó uno de los puntos más ambiciosos de la carrera espacial soviética. En una época marcada por la competencia con Estados Unidos, llegar a Venus -y sobrevivir a su atmósfera- era un objetivo estratégico. Kosmos 482 quedó como una promesa inconclusa, flotando en la frontera entre el éxito parcial y el fracaso definitivo. Su regreso a la Tierra no fue glorioso pero sí significativo. No sólo por lo que recordó -la audacia de una época, la precisión de ciertas ingenierías- sino por lo que señaló: los residuos del pasado pueden convertirse en asuntos urgentes del presente. Esa cápsula de titanio, diseñada para otra atmósfera y otro planeta, regresó a la Tierra para cerrar su propio ciclo. Cincuenta y tres años después de su lanzamiento, Kosmos 482 dejó de ser un fragmento anónimo del firmamento. Sin embargo, antes, puso en movimiento conversaciones sobre el futuro de la exploración espacial, la sostenibilidad en órbita y la memoria tecnológica de la humanidad. Un legado impensado para una nave que nunca llegó a su destino. Así las cosas, se activó el protocolo de seguimiento del Comité Internacional para la Coordinación de la Basura Espacial, un organismo en el que están representadas 13 agencias espaciales incluida la ESA, la NASA, además de las agencias de Reino Unido, Francia, Italia, Rusia, Ucrania, China y Japón, entre otras. Aunque todas forman parte del comité, el intercambio de información entre algunas de ellas es prácticamente nulo. Rusia, por ejemplo, lleva tiempo sin aportar datos, aunque sus radares hacen un seguimiento detallado de los objetos espaciales que periódicamente caen a la Tierra. La mayor fuente de información para el mundo occidental la aporta la NASA con su red de radares, aunque tanto la ESA como algunas de las agencias europeas tienen sus propios instrumentos El nombre oficial de la sonda era 3V671, pero fue bautizada como Kosmos 482 tras su fracaso, denominación que se le da a los artefactos que permanecen en órbitas circunterrestres tras la falla de la misión. Que cayera en el océano Índico, relativamente lejos de cualquier zona poblada y a la luz del día, explica que no hayamos visto material visual de la reentrada. El artefacto, que mantuvo en vilo a todo el mundo, en especial a la comunidad aeroespacial por su inminente reingreso a la Tierra, finalmente cayó sobre el mar. La NASA, confirmó que la sonda Kosmos 482 reingresó a la atmósfera terrestre el sábado 10 de mayo, a las 6.24 UT (3.24 en Argentina), sobre el océano Índico. Específicamente, al oeste de Yakarta, Indonesia. Como la nave fue diseñada para resistir la entrada en la atmósfera de Venus, “es posible que haya sobrevivido a la reentrada”, indicaron. Por su parte, la agencia espacial rusa Roscosmos también confirmó la entrada de Kosmos 482. A través de su canal de Telegram, indicó: “Luego del paso de la sonda más al este de Puerto Rico y sobre las Antillas Menores, continuó en esa última órbita hacia Europa y, posteriormente, cayó sobre el océano Índico, a 560 kilómetros al oeste de la isla de Andamán Medio, cerca de las 2.24 am AST (6.24 UT) del sábado 10 de mayo”. La nave, de forma cilíndrica, tiene aproximadamente un metro de diámetro. Si el Kosmos 482 hubiera aterrizado en tierra firme, se habría recomendado a los observadores que mantuvieran distancia. La vieja nave espacial podría tener fugas de combustibles peligrosos o representar otros riesgos para las personas y los bienes. Normativa jurídica Una mirada al tema de los desechos espaciales permite concluir que falta un marco jurídico adecuado que regule la problemática actual En la actualidad, los desechos espaciales, en virtud de su cantidad y sus diversas dimensiones, constituyen una problemática de carácter mundial en donde los actores privados, los Estados y los organismos internacionales juegan un rol fundamental al ser estos quienes desarrollan actividades de diversa índole en el espacio ultraterrestre. Aunado a lo anterior, la normativa jurídica al respecto resulta escasa frente a la magnitud del problema para la humanidad que representan los desechos espaciales El compendio de normas que conforman el Corpus Iuris Spatialis (cinco tratados entre 1967 y 1979), vigente en la actualidad no define a los desechos espaciales propiamente, aunque de sus normas se puede sugerir las directrices para su reducción. Por ello, consideramos acertado afirmar que los desechos espaciales son objetos espaciales de acuerdo a la definición que efectúa el Convenio sobre la responsabilidad internacional por daños causados por objetos espaciales (1972) y el Convenio sobre el registro de objetos lanzados al espacio ultraterrestre (1975). Si los desechos espaciales constituyen propiamente objetos espaciales, como tales se encuentran bajo el régimen jurídico previsto para dichos objetos en el Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes (es la Carta Magna de Espacio Ultraterrestre, de 1967), como normas de obligatorio cumplimiento para los Estados. El tratado de 1967 prevé en su artículo VII, ,la responsabilidad del Estado que lance o promueva el lanzamiento de un objeto al espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes y del Estado parte en el tratado, desde cuyo territorio o cuyas instalaciones se lance un objeto por los daños causados a otro Estado parte o a sus personas naturales o jurídicas por dicho objeto o sus partes componentes en la Tierra, en el espacio aéreo o en el espacio ultraterrestre. Legalmente, el objeto pertenece a Rusia. Según las reglas establecidas en el Tratado del Espacio Exterior de 1967 (que sigue siendo el documento principal que sustenta el derecho internacional en la materia), el país que lanzó un objeto al espacio conserva su propiedad y responsabilidad por él, incluso si se estrella en la Tierra décadas después del lanzamiento. Panorama general Aunque los objetos inutilizados en el espacio caen rutinariamente fuera de órbita, la mayoría de los fragmentos se desintegra por completo durante el proceso de reingreso. Sin embargo, el mundo se encuentra en medio de una nueva carrera espacial, con compañías comerciales como SpaceX, que lanzan cientos de nuevos satélites a órbita cada año. Este aumento repentino de actividad ha generado alarma en la comunidad del tráfico espacial, ya que los expertos buscan garantizar que los objetos no colisionen en el espacio ni representen un riesgo para los humanos si realizan un descenso descontrolado de regreso a casa. Los estándares de seguridad han mejorado drásticamente desde la carrera espacial del siglo XX, señaló Parker Wishik, portavoz de The Aerospace Corporation. Aun así, incidentes como el reingreso del Kosmos 482 son un duro recordatorio. ¿Podría caer Kosmos-482 en tu ciudad? A pesar de todo, la Agencia Espacial Europea (ESA) insiste en que el peligro real para la población es prácticamente nulo: la probabilidad de que una persona sufra daños por la caída de restos espaciales es inferior a una entre cien mil millones. Para hacerse una idea, es unas 65.000 veces más probable ser alcanzado por un rayo que por un fragmento de satélite. (*) Abogada. Docente jubilada de Cátedra Derecho Internacional Público. Ex docente de la Cátedra de Derecho de la Navegación, Marítima, Aeronáutica y Espacial (hoy Derecho del Transporte). Facultad de Derecho (UNC)

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