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» Comercio y Justicia
Fecha: 26/06/2025 10:26
Por Claudia Patricia Juárez (*) exclusivo para COMERCIO Y JUSTICIA En un mundo cada vez más acelerado, violento y violentado, donde las diferencias suelen escalar hasta lugares indeseados, el lenguaje se erige como una de las herramientas más poderosas para construir puentes y transformar los conflictos en oportunidades de entendimiento. La lingüística ofrece estrategias concretas para abordar desacuerdos. Un uso consciente del lenguaje permite identificar no sólo los argumentos del otro, sino también las emociones que lo sostienen. Detrás de todo conflicto hay necesidades y miedos; un insulto, un juicio desprejuiciado, puede “doler” tanto o más que una herida en el cuerpo y tal vez lleve toda una vida poder sanarlo. Cuando dos partes en disputa eligen dialogar, el lenguaje actúa como mediador. Y es una herramienta humana. Las emociones y el lenguaje poseen un vínculo inseparable. Las emociones no son ajenas a la palabra, la impregnan. Una voz calmada puede bajar la tensión, mientras que un tono hostil puede convertir un desacuerdo menor en una batalla impensada. El mismo reclamo se puede realizar de diversas maneras, y de acuerdo con cómo lo expresemos, al discurso elegido, al tono de voz utilizado, a los gestos, a la mirada, esa expresión puede impactar de diversas maneras en el entendimiento del interlocutor. Si bien no podemos hacernos cargo de las subjetividades que hacen al intelecto del otro, tampoco somos imparciales en ello. El lenguaje es la herramienta común en todos los niveles sociales, en cada espacio de la vida cotidiana, social, política, académica; donde quiera que nos relacionemos, el lenguaje y las emociones nos acompañan. En el mundo, y no es ajeno nuestro país, el debate público en ocasiones está teñido de una violencia difícil de digerir para algunos y mansamente tolerada por otros, generando fisuras infranqueables, odios sin sentidos, insultos sin filtros, dolores profundos, injusticias peligrosas. ¿Cuántos conflictos políticos, laborales, sociales, escolares, familiares podrían resolverse si priorizáramos escuchar antes de replicar? ¿Si eligiéramos palabras que incluyan en lugar de excluir? ¿Si nos escucháramos para entender y no para responder? Un mundo de paz, ¿qué te parece? La paz, esa necesidad que late en el alma de cada ser humano, que es tan necesaria en cada acto cotidiano. Construir la paz con la palabra que sostiene, con la palabra que no lastima, que no humilla, con la que abraza y acaricia. Regar con dulces susurros el corazón de quien sufre, entender la vida como un tesoro y usar la voz como acto de bondad. Lo más importante en una conversación no es el decir, lo esencial es escuchar. La habilidad de escucha nos define. Te invito a mirarnos, a estar atentos para que veamos si en un encuentro con el otro, la posición es la de la verborragia o la de la escucha activa. Entendamos escucha activa como esa habilidad tan deseada donde se presta atención a lo que el otro está diciendo, tratando de comprender su mensaje y ver desde dónde brota lo que expresa, tratar de identificar la emoción que lo lleva a elegir esa manera de decir; escuchar para entender, no para emitir juicios. El desafío es educativo y social. Medios de comunicación, escuelas y líderes tienen un rol clave en la construcción de una sociedad menos violenta, de un lugar amigable donde habitar y hay que comenzar por el lenguaje. Resolver un conflicto no significa renunciar a las convicciones, sino encontrar una forma de expresarlas que no anule al otro y que de esas diferencias bien gestionadas surjan creaciones que hagan de este mundo un espacio y tiempo donde existir no duela tanto. En ámbitos de ruido, la elocuencia verdadera está en saber escuchar, en hacer silencio para recibir las palabras del otro como un convite para construir y crecer. Las palabras suelen ser el problema, pero también, la solución. Resolver conflictos no es magia: es ciencia. Si solos no podemos, buscamos un mediador. Cada conversación es una oportunidad para encontrarnos y reconocernos. Los argentinos a lo largo de la historia nos hemos caracterizado como sujetos de diálogo intenso; nuestra manera de expresarnos, nuestros modales y modismos, siempre fueron una invitación a transformar situaciones críticas en realidades de alegría; pero últimamente la violencia verbal nos está haciendo sus prisioneros. Volvamos a encontrarnos en el diálogo, utilicemos el lenguaje como ese instrumento de superioridad humana y no de vulgaridad y desprecio, usémoslo con conciencia para ayudarnos a construir el mundo amable donde queremos criar y ver florecer a nuestra descendencia. (*) Abogada, mediadora. Docente de Nivel Medio y Superior, especialista en Ciencias Sociales y en Políticas Socioeducativas.
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