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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/06/2025 05:05
El incendio de la Torre Grenfell en 2017 dejó 72 muertos y expuso graves fallas de seguridad en Londres (AFP) Desde los bombardeos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, ningún edificio se había quemado de esa manera en Londres. La madrugada del 14 de junio de 2017, la Torre Grenfell una mole de 24 pisos y 67 metros de altura ubicada en North Kensington ardió a una velocidad de vértigo ante la mirada impotente de quienes pudieron escapar a tiempo de las llamas y la desesperada, aunque poco eficaz, acción de los bomberos. Cuando finalmente se logró apagar el fuego, el saldo era el de una catástrofe: 72 muertos, decenas de heridos y daños materiales completos. No fueron esta vez las bombas arrojadas desde los aviones de la Luftwaffe las que causaron la tragedia sino un cóctel explosivo mucho peor: el de la falta de control por parte del Estado –a cuyo cargo estaba la administración del edificio– combinados con la deshonestidad y la codicia de las empresas contratadas para su remodelación, que para abaratar los costos y aumentar sus ganancias utilizaron materiales altamente inflamables para los nuevos revestimientos. Materiales que, a causa de un simple desperfecto eléctrico en la cocina de uno de los departamentos, difundieron las llamas por toda la torre, como si se tratara de un papel empapado en nafta. La semana pasada Netflix estrenó el documental Torre Grenfell: el incendio al descubierto, de la directora Olaide Sadiq, que repasa las causas del desastre y entrevista a los supervivientes y sus familias, cuyo testimonio es prácticamente insoportable. Además, pone en negro sobre blanco las responsabilidades, que van desde las políticas neoliberales de desregulación –una palabra que se viene escuchando fuerte por estos días en la Argentina- de los gobiernos conservadores de David Cameron y Theresa May, la negligencia de los funcionarios estatales que debían controlar las obras del edificio, los protocolos obsoletos de los bomberos y la negligencia criminal de tres empresas que soslayaron las más mínimas normas de seguridad y proveyeron o usaron materiales prohibidos en otros países europeos. En octubre de 2024, más de siete años después del incendio, el juez retirado Martin Moore-Bick, encargado de presidir la investigación del caso, dio a conocer un lapidario informe de 1.700 páginas donde se prueba que las llamas que aparecieron en las primeras horas de aquel 14 de junio de 2017 se extendieron rápidamente por todo el bloque de departamentos debido al revestimiento altamente combustible fijado al exterior del edificio y señala a funcionarios, constructores, subcontratistas, reguladores, personal de emergencias y otros actores como responsables de una tragedia que pudo haber sido evitada. “Todos contribuyeron de un modo u otro, en la mayoría de los casos por incompetencia, pero en algunos casos por deshonestidad y codicia. La pura verdad es que todas las muertes eran evitables, y los que vivían en la torre sufrieron un grave daño”, afirmó al presentar el resultado de la investigación. La tragedia fue causada por materiales inflamables usados en la remodelación y la falta de control estatal (AP Foto/Matt Dunham, Archivo) Infierno en la torre La Torre Grenfell, construida en 1970 con el típico estilo brutalista de la época, era un complejo de departamentos de uno y dos dormitorios para familias de la clase trabajadora, donde habitaba una población diversa en nacionalidades y creencias. Desde el principio, la mole de hormigón fue cuestionada por los vecinos del barrio y de los adyacentes, de casas residenciales, con el argumento que la presencia de la mole de hormigón afeaba la zona y afectaba el valor de sus propiedades. Las presiones dieron resultado en 2012, cuando se aprobó su remodelación –consistente más que nada en embellecer su exterior– con un presupuesto de 8,7 millones de libras esterlinas. Las obras se completaron en 2016: con la instalación recibió nuevas ventanas y nuevos revestimientos de aluminio compuesto para mejorar la apariencia del edificio. Instalaron materiales Reynobond, producidos por la empresa Arconic, que constan de dos láminas de aluminio recubiertas con bobinas que están unidas por fusión a ambos lados de un núcleo de polietileno. Eso sería fatal. Hubo que esperar menos de un año para comprobar las consecuencias. El origen de la tragedia fue nimio, ocurrió a las 0.50 de la madrugada del 13 de junio de 2017 y consistió en apenas un chispazo del cable de una heladera en la cocina de un departamento del cuarto piso. Las llamas se expandieron por la cocina y llegaron a la ventana. Entonces se desató el infierno, porque al tomar contacto con el relleno de polietileno del revestimiento de la fachada se expandieron a la velocidad de un rayo. Casi todos los habitantes del edificio estaban durmiendo. “Estaba dormido, junto a mi novia. De repente me despertó el olor de plástico quemado. Entonces revisé los cables, las conexiones, hasta fui a la cocina para ver si el cigarrillo que me había fumado antes de dormir estaba apagado. Miré la puerta principal y por debajo vi que entraba humo. La abrí y vi el pasillo lleno de humo y a la gente gritando que se estaba extendiendo demasiado rápido. Parecía una película de terror. Entonces agarré a mi hija, la cubrí con mi bata y salí lo más rápido posible de ahí junto a mi novia”, contó Mickey, uno de los habitantes del edificio, esa misma madrugada a un cronista de la BBC. El documental de Netflix "Torre Grenfell: el incendio al descubierto" revela testimonios de sobrevivientes y familiares (REUTERS/Toby Melville) Una mujer llamada Zoe, que vivía en el cuarto piso, logró salvarse gracias al aviso a tiempo de un vecino. “Estaba dormida cuando alguien golpeó mi puerta con fuerza. Era mi vecino que me avisó que el edificio se estaba quemando y que había que salir. Entonces cerré la puerta, me vestí y cuando intenté salir, el pasillo estaba lleno de humo. Las alarmas no funcionaban. Por suerte pude llegar abajo y salir. Desde ahí vi la forma en que se extendió el fuego desde el cuarto piso hasta el número 23. Fue tremendo”, relató. En los primeros testimonios, todos coincidían en señalar la velocidad inusitada con que se había expandido el fuego. “Parecía que solo era un pequeño incendio en el cuarto piso. Para cuando nos dimos cuenta, todos los pisos estaban en llamas. Allí viven personas a las que vemos todos los días, yo crecí junto a algunas de ellas. Lo que les pasó es realmente aterrador”, explicó Samira Lamrani, que vivía en el edificio de enfrente. El protocolo obsoleto de los bomberos agravó la tragedia al recomendar a los residentes permanecer en sus departamentos (REUTERS/Toby Melville/File Photo) “Arrojaban a los niños” La mañana siguiente, BBC Mundo publicó una serie de relatos estremecedores sobre cómo algunos de los habitantes de la torre, atrapados irremediablemente por el fuego, trataron de salvar a sus hijos arrojándolos al vacío. Samira, la vecina del edificio de enfrente, vio cómo desde una ventana en el “noveno o décimo piso”, una mujer hacía señas desesperadas mientras sostenía al bebé y pedía ayuda para que alguien lo rescatara. “Estaba a punto de arrojar a su bebé y pedía que alguien pudiera atajarlo. Un hombre corrió y logró atraparlo, pero no sé que pasó con el niño”, contó. No fue el único caso de la que fue testigo: “Vi a otros niños siendo arrojados del edificio desde tan alto como el piso 15. Eran pequeños, probablemente entre 4 y 8 años. Vi a tres siendo arrojados mientras abajo los policías y los bomberos trataban de atraparlos”, relató. Otra vecina, que se identificó como Zara, contó haber visto a una mujer arrojar a su hijo, de unos cinco años, desde el quinto o sexto piso para salvarlo de las llamas. “Lo lanzó por la ventana y creo que está bien. Creo que tan sólo debe tener unos cuantos huesos rotos y algunas contusiones”, dijo. Un hombre que se presentó como Michael Paramasivan relató ante las cámaras de la BBC que había hablado con una mujer que vivía en el piso 21. “Tiene seis hijos y salió de su departamento con los seis, pero cuando bajó sólo había cuatro con ella, no sabía dónde quedaron los otros dos. Tiene el corazón destrozado”, contó. Más tarde se supo que podrían haberse evitado muchas muertes si los bomberos no hubiesen dicho a los habitantes de la torre que pedían ayuda llamando a los servicios de emergencia que no salieran, sino que se quedaran encerrados en sus departamentos, según indicaba rígidamente el protocolo en esos casos. La investigación demostró que esa indicación de “no moverse” resultó fatal para buena parte de las víctimas. “La brigada mostró deficiencias en su capacidad para combatir incendios en edificios de gran altura y no tenía prevista una situación en la que un gran número de personas, de dentro y fuera del edificio, pedirían ayuda. Esto significó que los que estaban en la sala de control y sobre el terreno se vieron obligados a recurrir a diversos métodos improvisados de fiabilidad variable”, señaló el informe. Se comprobó, además, que los altos mandos del cuerpo de bomberos de Londres no estaban al tanto del problema del revestimiento y, por lo tanto, no actualizaron la política de “quedarse en casa” en una situación que requería todo lo contrario. A ocho años del incendio, ningún responsable ha sido procesado penalmente por la tragedia de la Torre Grenfell (REUTERS/Hannah McKay) Desregulación, desidia y estafas Después de la tragedia, el silencio. Cuando finalmente se logró apagar el incendio, la impotente Torre Grenfell era un esqueleto humeante y aún no se conocía el número exacta de víctimas. A la desesperación de los familiares de los muertos y de quienes habían perdido sus viviendas y todas sus pertenencias, se les respondió con una suerte de “juego del gran bonete”, donde nadie quería hacerse cargo de las responsabilidades del caso. La entonces primera ministra Theresa May negó que no hubiera regulaciones para la construcción: “Había regulación, pero no estaba a la altura”, se defendió. Brian Martin, el funcionario a cargo de la normativa de construcción negó cualquier responsabilidad e incluso se mostró despectivo con las víctimas, muchas de las cuales no eran nativos británicos. El secretario de Vivienda, Eric Pickles, fue aún más lejos: cuando fue citado por la comisión investigadora dijo con prepotencia que “no tenía todo el día para responder a las preguntas y se equivocó al dar el número de las víctimas”. Las empresas implicadas también quisieron evadir sus responsabilidades. Kingspan, una de las empresas implicadas, se defendió diciendo: “El informe demuestra que la causa del incendio fue el revestimiento de aluminio con polietileno que no fue fabricado por Kingspan”. Celotex, la compañía encargada del polietileno utilizado como aislante, esgrimió que su producto habría sido seguro si no se hubiera utilizado un revestimiento no combustible. Arconic, la empresa encargada de la obra, aseguró que “el producto utilizado era seguro y que su venta era legal en el Reino Unido”. El documental retrata el incendio de la Torre Grenfell en Londres, tragedia en la que murieron 72 personas. La investigación independiente presidida por el ex juez Martin Moore-Bick se prolongó durante siete años y su informe final fue contundente. Señaló que los funcionarios estatales eran “plenamente conscientes” de los riesgos que planteaban los paneles de revestimiento y aislamiento combustibles, pero “no actuaron” en consecuencia. También responsabilizó al gobierno británico de David Cameron por haber reducido, en 2010, la burocracia estatal en desmedro del control de cuestiones de seguridad que, desde entonces quedaron “ignoradas, retrasadas o desatendidas”, lo que contribuyó a la tragedia. Por último, el informe destacó la “deshonestidad sistemática” por parte de las empresas de materiales del sector inmobiliario. “Participaron en estrategias deliberadas y sostenidas para manipular los procesos de prueba, tergiversar los datos de las pruebas y engañar al mercado”, concluyó. Un año después de conocidos los resultados de la investigación y a ocho del incendio, no se ha procesado penalmente a ninguno de los responsables, a los que podría caberles los cargos de homicidio corporativo, homicidio por negligencia grave, fraude y delitos contra la salud y la seguridad. “Mientras el dinero importe más que la vida humana, las cosas no cambiarán”, dice uno de los carteles que portan los sobrevivientes y los familiares de las víctimas cada vez que se manifiestan pidiendo justicia.
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