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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/06/2025 04:46
A los cinco años, Joaquín Acebo estuvo al borde de la muerte. Un accidente en un parque de diversiones lo dejó 21 días en coma, con fractura de cráneo, pérdida de audición y visión del lado derecho, y una parálisis facial irreversible. Contra todo pronóstico, sobrevivió. Y lo que parecía el comienzo de una vida limitada por las secuelas físicas, se convirtió en una historia de determinación, vocación y coraje. Desde chico supo que quería actuar. Le fascinaba subirse al escenario del colegio, ser protagonista en las obras y filmar cortos caseros con sus hermanos. Pero crecer con una marca visible en el rostro implicó también enfrentarse al peso de la mirada ajena: la crueldad infantil, el rechazo y las dudas. ¿Podía alguien como él soñar con estar en la pantalla grande? ¿Había lugar para un actor con parálisis facial? Joaquín no sólo decidió que sí: lo logró. Estudió en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), hizo castings e insistió hasta que un día lo llamaron para un papel en la película El viento que arrasa, de Paula Hernández. Ese fue el punto de inflexión: lo que había soñado desde siempre, empezaba a volverse real. Luego llegó El Eternauta, uno de los proyectos más esperados de la industria audiovisual argentina, donde también forma parte del elenco que rompió récords de audiencia. Gracias a su participación en El viento que arrasa, fue nominado como Actor Revelación en los Premios Cóndor y en julio viajará a Córdoba para asistir a los Premios de Cine Argentino, donde también está nominado por ese mismo rol. Su historia inspiradora es una muestra de que los sueños, incluso los más improbables, pueden volverse realidad si hay convicción, talento y mucho esfuerzo. Joaquín Acebo: “Nunca vi una persona con parálisis facial en la tele, en el cine y me preguntaba: '¿Me aceptarán?'” (Gustavo Gavotti) Luis: — ¿Cuánto soñaste ser actor? Joaquín: — Mucho, toda la vida. Descubrí la vocación desde muy joven y era como una fuerza, una voluntad, un deseo innato de ir por ahí. Siempre lo tuve presente. Luis: — ¿Cuántos años tenés? Joaquín: — 23 años. Luis: — ¿Te acordás la primera vez que dijiste: “Quiero ser actor”? Joaquín: — Me acuerdo que fue más o menos a los 11 o 12 años. Yo ya venía haciendo teatro. Me fascinaba el concert en el colegio, la obra de teatro en inglés. Yo siempre quería ser protagonista principal y lo conseguía, además con mis hermanos hacíamos películas caseras y había algo de todo eso que me encantaba, me fascinaba y me divertía mucho. Hacía teatro y me parecía un mundo lleno de posibilidades la de actuación. Primero arranqué queriendo ser director, tenía el sueño americano de irme a Estados Unidos, a Hollywood. Después me di cuenta que era más que nada la actuación. Luis: — ¿Qué te pasó a los cinco o seis años que marcó un antes y un después en tu vida? Joaquín: — A los cinco que tuve el accidente. Luis: — ¿Qué pasó? Joaquín: — Fui al parque de diversiones de Luján, uno que está atrás de la basílica, con mi familia. Mis viejos se habían separado hacía poco, así que fui con la pareja de los que serían mis hermanastros y éramos muchos. Fuimos a pasarla bien, un plan divertido. Yo era muy chiquito y siempre fui de querer hacer cosas, subirme a todo. Mi vieja me decía que no, pero estaba el tren fantasma… Luis: — ¿El tren fantasma es ese viejo y querido recorrido en el que van apareciendo monstruos? Joaquín: — Sí. Te aparece una bruja, te metés como en un túnel... Es un carrito que das una vueltita y ya está. A mí me daba la altura, entonces me dijeron: “Bueno, subite”. Fui con mis dos hermanos más grandes y yo estaba en el medio. Lo que pasa es que ese parque no tenía ningún tipo de medidas de seguridad, eran desastrosas las condiciones en las que estaba y siguen estando. Desafortunadamente, me tocó a mí. En uno de los giros, al conductor se le patina el freno y descarrila. Como no tenía ningún tipo ni de barra ni de cinturón de seguridad, a mis hermanos, que tenían 12 años, no les pasó porque ellos tenían otro cuerpo. Pero yo era muy chiquito, entonces mi cuerpo salió despedido. Primero mi cabeza queda como rebotando contra el piso, contra el carro y después queda enganchada entre el carro y las vías, entonces el carro me va arrastrando. En un momento frena y mi hermano empieza a gritar: “Mi hermano se murió”. Ahí entra mi padrastro, me saca, yo estaba todo sangrando y fue un episodio dramático. Me llevaron al hospital y ahí entré en coma, estuve 21 días en coma, tuve fractura de cráneo, desplazamiento de etmoides, que es un hueso en la cara que es súper importante porque sostiene todo y, de hecho, porque estaba desplazada yo casi me muero. Estuve al borde de la muerte. Luis: — Sin metáfora... Joaquín: — Sin metáfora, estuve al borde de la muerte y había que acomodar eso porque o me moría. La operación que implicaba acomodarme ese hueso podía hacer que yo no vuelva a hablar, no vuelva a comer por mis propios medios y no vuelva a respirar por mi mismo. Mi vieja en un momento se planteó si hacer la cirugía o no porque se preguntaba qué vida me iba a quedar después de eso. Pero después todo se acomodó solo y acá estamos. Tuve también un tiempo largo de rehabilitación. Luis: — ¿Y como secuela irreversible, qué te quedó? Joaquín: — La parálisis facial porque a mí se me corta el nervio facial, yo pierdo la vista y el oído del lado derecho y me queda la parálisis. “Estuve al borde de la muerte”, explicó el actor sobre el accidente que sufrió cuando tenía 5 años. (Gustavo Gavotti) Luis: — ¿A qué edad tomaste conciencia de que esto iba a ser parte de vos? Joaquín: — Al ser tan chiquito es como que no lo percibís. Hay algo de la imagen propia, la imagen corporal, que no la tenés tan en cuenta. Yo creo que me empiezo a dar cuenta por mi entorno y por el afuera. Me veía el espejo y obviamente notaba algo distinto, pero creo que fue más por la mirada ajena. Yo empecé a crear una idea de mí a partir de lo que me empezaron a decir los chicos del colegio, la gente... Luis: — Era más fuerte la mirada del otro que la tuya propia. Joaquín: — Sí. Siento que hay algo de una inconsciencia corporal de cuando tenés 5 años. Pero creo que hay algo en mí que después se asentó mucho, en cómo yo me percibía a mí mismo, de las cosas que me decían. Fue como que un poco me fui armando yo esa idea de mí a partir de los otros. Luis: — ¿Cuán cruel fue la mirada de los demás? Joaquín: — No me gusta ponerme en un lugar de víctima. Pero yo tuve una infancia muy difícil. Volví al colegio y en ese momento tenía mis compañeros, mis amigos y seguía jugando con ellos, había algo de una normalidad y yo me movía normal. Pero era todo el tiempo sentir el peso de la mirada ajena. Y tenía otros compañeros, otros que eran nuevos, otros que ya conocía o de otros cursos que me miraban, se burlaban, decían algo y me lo hacían notar. Luis: — ¿Y de qué te aferraste para pasar al otro lado de esto? Desde saber que había una cierta crueldad de algunos a aspirar a ser actor. Joaquín: — Es muy loco porque fue descubrir o darme cuenta que era lo que yo quería hacer. Yo siempre fui muy soñador y acá estamos, así que está muy bien soñar. Pero también fue entender que podía laburar de lo que uno siente como vocación. Y había algo muy intrínseco en mí, como una necesidad de actuar. Entonces, yo fui creciendo y diciendo: “Voy a ser actor”. Y no contemplaba en mi cabeza hacer otra cosa porque sentía que iba a ser un infeliz… Luis: — Se llama vocación y no se explica... Joaquín: — Obviamente fue todo un proceso súper difícil. Primero porque la vocación de artista tiene sus prejuicios. Tenés el mandato familiar y los miedos que trae tu familia de por sí sobre ser artista. ¿Viste que es difícil? Y después se le sumaba que yo tengo parálisis facial. A mí me pasaba de empujar para adelante y decía: “Lo voy a hacer, lo voy a hacer, lo voy a hacer”. Pero también tenía un miedo muy grande porque decía: “Yo nunca vi una persona con parálisis facial en la tele o en una película o en nada”. ¿Me aceptarán? ¿Me permitirán actuar? ¿Me tomarán? ¿Me verán nada más como para un rol morboso?” Porque también se pone en juego eso. Entonces fue difícil porque yo estaba en constante conflicto. Pero había una pulsión. Luis: — ¿Cuándo llega el primer trabajo profesional remunerado y cuál es? Joaquín: — Yo tenía 20 años y había arrancado a estudiar actuación en la UNA, la Universidad Nacional de las Artes. Estaba moviéndome para hacerlo, pero hay algo del casting, de mostrarte, toda esta cosa que requiere una exposición y te tenés que animar. Yo creo mucho en esto de un cambio energético de decir: “Bueno, ya está. Es acá. Mandate, mostrate y dejá el miedo”. Y fue el año que quedé en la película. Yo estaba haciendo actuación frente a cámara con una profesora que te tiraba changuitas, que para alguien que no hizo nada está buenísimo. Y me acuerdo que había hecho una microficción para una aplicación tipo TikTok que era malísima y yo estaba contento. A los dos meses me llaman para el casting de la película El viento que arrasa. Yo soy amigo de Matías Recalt, que actúa en La sociedad de la nieve, y la directora de casting era la misma. En una conversación, él muy generosamente me mencionó. Él sabía que soy actor, hicimos teatro juntos y me hablaron para hacer el casting. Fue muy loco porque en los procesos de casting como actor tenés que entender que hay que soltar, porque por ahí hacés un casting, el otro es dentro de dos meses y la ansiedad te come. Yo entré en la última instancia, hice el casting y dije: “Bueno, ahora hay que soltar”. Pero a los dos días me llamaron para un callback y en el periodo de un mes el último callback, fui a Uruguay y ahí me dijeron que quedé. Para mí fue uno de los momentos top de mi vida. Me dije: “Todo lo que soñaste, toda tu vida, está sucediendo“. “Si querés hacer algo que te haga feliz, tenés que vencer el miedo y jugártela”, afirmó Joaquín. (Gustavo Gavotti) Luis: — ¿Y cómo llega El Eternauta? Joaquín: — Porque la misma directora de casting de El viento que arrasa, María Laura Berch. Me habló para presentarme al casting y ahí hice el proceso, que también fue una locura. Yo encima había leído el cómic en el colegio. Entonces sé todo lo que significa y lo que es esa historia para la Argentina. Cuando estábamos haciendo la película, que fue el año anterior, María Laura nos contó que El Eternauta se iba a hacer el año siguiente, en el 2023, y como era un proyecto que se venía queriendo hacer hace muchos años, yo medio en joda, porque tenía confianza, le dije: “Pasame el casting”. Estábamos con mi compañera y le pedimos: “Metenos en el casting”. Después me olvidé y en febrero del año siguiente me convocaron a hacerlo y cuando me lo mandaron, hubo algo que yo sentí. No sé. Obviamente nunca te podés confiar, pero hay algo que pasó. Luis: — Hablaste antes que muchas veces el miedo era el mayor obstáculo antes que la decisión de que te contrataran o de que te llamaran para algo. ¿Cuánto jugó el miedo a la hora de pensar en una pareja? Joaquín: — Mucho. Hace poco me puse de novio por primera vez y bueno, ahora corté. Pero una relación hermosa. Y como todo lo que viene pasando, me está ayudando a derribar miedos y fantasmas que tengo. Además, esto que hablábamos antes de cuando vas creciendo y vas formando tu imagen, con la adolescencia se empieza a poner en juego todo esto. Encima a mí me gustan los hombres, de hecho estuve de novio con un chico, entonces también era como algo de ser gay en ese momento y que encima tenía lo de la parálisis, eran un montón de cosas y para mí era muy difícil. Creo que gané un poco más de confianza de más grande. De hecho, hace relativamente poco empecé a estar más cómodo conmigo. Luis: — ¿En algún momento te preguntaste: por qué a mí? Joaquín: — Sí, obvio. Muchas, muchas veces, todo el tiempo. Pero había algo que me dijo mi abuela una vuelta que hablamos, y no desde un lugar insensible, sino de reflexión: por qué no a mí. Y hay algo que es verdad, que yo todos los días acarreo algo que mucha gente no tiene y es algo que yo lo llevo conmigo todos los días y es un laburo. Pero es así. Hay algo azaroso. Mi abuela me decía: “¿Por qué no? Le puede pasar a cualquiera”. Uno se puede quedar en las razones de por qué, pero si te quedás en esa, no hay mucho que puedas hacer. Te quedás en un resentimiento y una tristeza que no te ayuda a avanzar. A veces sale la pregunta y decís: “¡Uy! Qué fiaca”. Pero es como la actuación, podés tener mucho miedo, pero si vos querés hacer algo que te haga feliz, tenés que jugártela. Sino el miedo te come y vas a tener que laburar, no sé, en una oficina que nadie te vea. Y está todo bien, estás seguro, pero son las cartas con las que me tocó jugar en la vida. Luis: — En una entrevista la actriz Viola Davis dijo: “La vereda de mis deseos está exactamente enfrente de la vereda de mis miedos”. Y me acordé de eso escuchándote. Joaquín: — Sí, totalmente. Si te quedás en el miedo, no hay vida posible. Al menos para mí siempre fue ir para adelante. Y es importante si uno quiere actuar, primero formarse, hacer teatro, estudiar cine o lo que sea. Hay gente que naturalmente actúa, pero siempre es importante formarse, trabajar, moverse y tener fe. Todo lo que vengo haciendo es un poco un salto de fe porque es confiar. Creo que le pasa a toda la gente que logra instalarse en el medio. Para mí por ahí es más difícil, pero para todos los artistas es difícil y yo creo que todos los que están hoy donde están es porque de alguna manera mantuvieron esa fe, tuvieron esa esperanza, estuvieron firmes en su deseo y laburaron por ello. El mundo también está cambiando un poco la mirada, la hegemonía sigue instalada, no vamos a hacernos los bolud** con eso. Pero creo que se está empezando a abrir el abanico.
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