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» Diario Opinion
Fecha: 24/06/2025 03:30
A una semana de los comicios provinciales que definirán el futuro político de Formosa, el gobernador Gildo Insfrán volvió a convertir actos institucionales en plataformas de campaña proselitista, dejando en evidencia el uso discrecional del aparato estatal y de los fondos públicos en beneficio propio. Esta vez, el escenario elegido fue la localidad de Las Lomitas, donde el mandatario encabezó una serie de inauguraciones de obras públicas financiadas por el Estado, sin convocar ni al intendente Atilio Basualdo, ni a concejales, ni a ninguna autoridad institucional del lugar. La exclusión fue tan notoria como premeditada. Pero no se trató solo de una maniobra antidemocrática: Insfrán aprovechó el acto, transmitido en cadena por los medios públicos provinciales, para lanzar un ataque personal y político contra el intendente Basualdo, quien abandonó las filas del oficialismo y hoy se postula como convencional constituyente por La Libertad Avanza, el espacio que encabeza el presidente Javier Milei a nivel nacional. El gobernador no escatimó agravios. Tildó a Basualdo de "mentiroso" y "chanta", desestimando la consigna "Dictadura o Libertad" con la que el intendente ha interpelado al régimen insfranista, y afirmando en cambio que "la verdadera disyuntiva es Patria o Colonia". La retórica se tornó más agresiva cuando Insfrán comparó a Basualdo con un "perrito faldero" que "se cree leoncito, pero no da para más", remarcando que "el peronista no cambia de color ni de camiseta" y que "aunque tengan toda la custodia federal que quieran, nunca podrán tener el verdadero sentido peronista". El acto cerró con un tono casi mesiánico. El gobernador aseguró que su presencia en Las Lomitas fue "un designio de Dios" y pidió la bendición divina para celebrar el "triunfo del 29 de junio", confirmando que toda su estrategia de campaña se apoya en una apropiación del Estado y de la fe popular. Mientras tanto, las obras inauguradas –refacciones pagadas con fondos públicos– quedaron relegadas al rol de escenografía electoral. Lo que debería haber sido un acto institucional de gestión se transformó en una embestida partidaria, con recursos del Estado, con medios oficiales y sin la más mínima vocación de respeto por la institucionalidad democrática. Una vez más, el "Modelo Formoseño" deja claro que no distingue entre gobierno y partido, entre gestión pública y militancia, entre la voz del Estado y la del caudillo inéscrupuloso y autoritario.
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