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  • Entre Ríos, Entre Viñas: la vitivinicultura entrerriana se muestra al país en su quinta edición

    Crespo » Paralelo 32

    Fecha: 23/06/2025 22:20

    En diálogo con el programa “Lo Que Queda del Día” de Oíd Mortales Radio de Concordia, la presidenta de la Asociación de Vitivinicultores de Entre Ríos (AVER), María Jesús Vulliez, presentó la quinta edición de Entre Ríos, Entre Viñas, un evento que se ha convertido en una vidriera para la creciente actividad vitivinícola de la provincia. La nueva edición tendrá lugar el 12 y 13 de septiembre en la Bodega Robinson, un escenario emblemático para la producción de vinos entrerrianos. La iniciativa es organizada en conjunto entre AVER, el Gobierno de Entre Ríos y el Consejo Federal de Inversiones (CFI), y propone una experiencia multisensorial donde confluyen catas de vino, charlas con productores, gastronomía, música en vivo y el acceso directo al mundo del vino local. “Están invitados casi todos los bodegueros de la provincia, sean o no parte de AVER. Es un espacio para conocernos, para mostrar lo que hacemos, porque todavía hay gente de Entre Ríos que no sabe que se produce vino aquí”, remarcó Vulliez. El renacer de una tradición Entre Ríos supo tener un lugar destacado en la vitivinicultura nacional hasta la década del ’30, cuando llegó a contar con casi 5.000 hectáreas cultivadas con vid, ubicándose como la cuarta provincia productora del país. Sin embargo, con la prohibición de la actividad en 1935, esa historia quedó truncada. Hoy, con alrededor de 100 hectáreas cultivadas, un puñado de 25 bodegas (5 industriales y 20 artesanales o caseras) y una producción que sigue creciendo, la provincia se reinserta paulatinamente en el mapa vitivinícola argentino. “Hay bodegas industriales que procesan más de 12.000 kilos de uva por año, pero también productores que solo tienen viñedos y vinifican en bodegas cercanas. Lo importante es que hay un crecimiento constante, un entusiasmo que se multiplica”, destacó Vulliez. De la tierra al turismo Más allá de las cifras, el corazón de la vitivinicultura entrerriana está en el valor de la experiencia. “El mundo del vino es un viaje de ida, no solo por tomarlo, sino por conocer cómo se hace, quiénes están detrás de cada botella. Y lo lindo que tenemos acá es que somos los propios dueños los que recibimos a los visitantes”, dijo la presidenta de AVER. Este vínculo directo con el turista es una de las fortalezas de la región, que suma además la proximidad con grandes centros urbanos y la posibilidad de visitar bodegas sin necesidad de recorrer largas distancias o tomar un avión. En ese marco, el vino local no compite con grandes volúmenes, sino con identidad propia. “El vino se diferencia por su terroir, el lugar en el que se produce. No es lo mismo un vino mendocino que uno entrerriano, porque el entorno le imprime características únicas. Eso no pasa con otras bebidas como la cerveza, que pueden replicarse en cualquier lugar”, explicó Vulliez. Producción con identidad Las bodegas entrerrianas, incluso las industriales, no elaboran grandes cantidades. Por ejemplo, Bodega Vulliez Sermet, ubicada en Colón, produce alrededor de 20.000 litros anuales, suficientes para abastecer al turismo local, algunas vinotecas y restaurantes. “No tenemos pretensiones de góndola de supermercado ni de exportación. Nuestro foco está en la calidad y en la experiencia”, subrayó. Ese compromiso con la excelencia se traduce en un fuerte trabajo de capacitación y asesoramiento técnico. “Desde hace cuatro años gestionamos cursos, asesoramiento de ingenieros agrónomos y enólogos para que podamos sacar el mejor vino posible, incluso dentro de lo artesanal”, detalló. Tradición e innovación Aunque muchas bodegas conservan una estética tradicional, la tecnificación ha ganado terreno. “Hoy todo el proceso está muy cuidado sanitariamente, se trabaja con acero inoxidable, y el uso de la madera se reserva para la guarda en barricas. El pisado tradicional de uvas puede hacerse como show, pero no es la forma actual de elaboración”, aclaró. En ese sentido, la barrica de roble sigue siendo una herramienta fundamental que aporta complejidad al vino y se utiliza tanto en grandes industrias como en proyectos artesanales. Desafíos y oportunidades Entre los principales desafíos de la vitivinicultura local aparece la disponibilidad de insumos, que en su mayoría deben ser adquiridos en Mendoza, lo que eleva los costos. Además, la falta de terrenos cultivables es una limitación para seguir expandiendo la superficie. “Hay que pensar estrategias como el arrendamiento o acuerdos con propietarios de campos ociosos. Hay posibilidades, pero hay que organizarlas”, consideró. También destacó el espíritu colaborativo entre los bodegueros: “Somos muy abiertos a compartir experiencias, contactos, proveedores. Queremos que más personas se sumen”. El vino entrerriano y sus cepas preferidas La uva Tannat es la más emblemática en la provincia, pero en los últimos años se ha sumado con éxito la Marselan, una variedad creada en Francia a partir de Garnacha y Cabernet Sauvignon, que ha demostrado una gran adaptación al clima y suelo entrerriano. El vino entrerriano se vende principalmente al turista, con precios que rondan entre los 8.000 y 10.000 pesos por botella. “Es un poco más caro que el vino industrial, porque nuestros insumos nos cuestan más y producimos en menor cantidad. Pero el valor está en la calidad y en la experiencia que ofrecemos”, concluyó Vulliez.

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