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  • Manuel Belgrano fue el primero que en estas comarcas propuso dar tierra a quienes nada tenían

    Chajari » Chajari al dia

    Fecha: 23/06/2025 12:42

    El 20 de junio se recordó la figura de Manuel Belgrano y se lo hizo como el hombre que creó la bandera y que murió en 1820 en la extrema pobreza. Pero Belgrano fue mucho más. Fue quien se jugó la vida, y aún enfermo, llevó las tropas al triunfo frente a los realistas. No se debe olvidar que imaginó y concretó el denominado “éxodo jujeño”. También hay que recordar que fue un hombre humilde, que destinó los 40 mil pesos oro de premios a la construcción de escuelas en las provincias del norte. Todo esto y mucho más es cierto. Belgrano fue uno de los grandes hombres que hicieron el país en momentos en que no había espacios para medias tintas ni para tibios de espíritu. Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Seguramente tendríamos que honrarlo en esa fecha, y no precisamente el día de su muerte. Fue el 3 de junio de 1770 cuando veía la luz quien sería con el tiempo uno de los más audaces revolucionarios de la gesta de mayo de 1810. Sus ideas fueron innovadoras en muchos aspectos. Sus informes anuales del Consulado son aún actuales en muchos sentidos. A través de ellos intentó fomentar la agricultura y la industria, y modificar el sistema de producción vigente. Este hombre veía con malos ojos la riqueza fácil que prometía la ganadería porque daba trabajo a muy poca gente, no desarrollaba la inventiva, desalentaba el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas manos. Por eso, sin pretender terminar con la ganadería, insistía en la agricultura y la industria. La visión de Manuel Belgrano de una Argentina (en realidad un Estado que abarcara al menos la Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay) próspera y feliz hizo que la historia y los historiadores lo consideraran el primer economista de la Argentina. Sin embargo su visión es aún mucho más profunda y amplia y proviene de un concepto de desarrollo en el cual el ambiente es la fuente de riqueza de la sociedad. Promovía un desarrollo sustentable (una de las primeras cosas de las que se lamenta al regresar de España es cómo se han diezmado los bosques y la indiferencia de los habitantes de la colonia por el cuidado de su entorno). Se opuso a la matanza de vacas preñadas, promovió la rotación de cultivos y consideró la reforestación y forestación como una misión impostergable. Promovió también un equilibrio justo entre los diferentes sectores de la sociedad que fomente el conocimiento, la justicia, la felicidad. Consideró como valor supremo la búsqueda y defensa del bien común. Su visión es la de un eco economista o promotor de lo que hoy denominamos ecodesarrollo, visión que es estos días sería un ejemplo magistral para la política argentina y que el mundo está recuperando gradualmente, después de 200 años de expoliación de los recursos naturales. Pero fue también el primero que en estas comarcas propuso una reforma importante. Su intención era expropiar las tierras baldías y dárselas a quienes nada tenían. A poco de la Revolución del 25 de Mayo de 1810, escribía en el Correo de Comercio un programa de reforma agraria. Un año más tarde, otro personaje inmenso, José Gervasio Artigas, puso en práctica en la Banda Oriental uno de los procesos de reforma agraria más radicales. Interesante tema: Artigas, base del federalismo y Belgrano que nunca fue federal. Ambos tuvieron problemas con Buenos Aires. Ambos pretendían la independencia. Ambos lucharon por la libertad. En tanto, lo que exponemos a continuación es textual, tomado de un trabajo de Felipe Pigna, quien reproduce lo escrito por Belgrano un mes después de aquél 25 de Mayo, respecto a la necesidad de concretar que quien trabaje la tierra sea dueño de la misma: “Cuando vemos a nuestros labradores en la mayor parte llenos de miseria e infelicidad, que una triste choza apenas les liberta de las intemperies; que en ellas moran padres e hijos; que la desnudez está representada en toda su extensión, no podemos menos que fijar el pensamiento para indagar las causas de tan deplorable desdicha. Todos esos males son causas de la principal, que es la falta de propiedades de los terrenos que ocupan los labradores: este es el gran mal de donde provienen todas sus infelicidades y miserias, y de que sea la clase más desdichada de estas provincias… Sí; la falta de propiedad trae consigo el abandono, trae la aversión a todo trabajo; porque el que no puede llamar suyo a lo que posee que en consecuencia no puede disponer […]; el que no puede consolarse de que al cerrar los ojos deja un establecimiento fijo a su amada familia, mira con tedio el lugar ajeno, que la indispensable necesidad le hace buscar para vivir… De aquí resulta que se contenta, si se dedica a algún cultivo, con que le satisfaga sus primeras necesidades; no trata de adelantar un paso, nada de mejoras, porque teme que el propietario se quede con ellas… Esto es muy sabido, como lo es que no ha habido quien piense en la felicidad del género humano que no haya traído a consideración la importancia de que todo hombre sea un propietario, para que se valga a sí mismo y a la sociedad: por eso se ha declamado tan altamente, a fin de que las propiedades no recaigan en pocas manos, y para evitar que sea infinito el número de no propietarios: esta ha sido materia de las meditaciones de los sabios economistas en todas las naciones ilustradas, y a cuyas reflexiones han atendido los gobiernos, conociendo que es uno de los fundamentos principales, sino el primero, de la felicidad de los estados. El origen de las propiedades de los terrenos entre nosotros se debe al repartimiento que se hizo al fundarse los pueblos, y sucesivamente a las denuncias de las tierras realengas, que en consecuencia se han rematado… (…) El repartimiento, pues, subsiste a poco más o menos como en los tiempos primeros; porque aun cuando hayan pasado las tierras a otras manos, éstas siempre han llevado el prurito de ocuparlas en aquella extensión, aunque nunca las hayan cultivado, y cuanto más se hayan contentado los poseedores con edificar una casa de campo para recreo, plantar un corto monto de árboles frutales, dejando el resto eternamente baldío, y con el triste gusto de que se diga que es suya, sin provecho propio ni del Estado. Se deja ver cuán importante sería que se obligase a estos, no a darlas en arrendamiento, sino en enfiteusis a los labradores, (…) para que se apegasen a ellas, y trabajasen como en cosa propia, que sabían sería el sostén de su familia por una muy moderada pensión; y seguramente muy pronto por este medio nos presentaría el campo, que nos rodea, una nueva perspectiva, subrogando este medio justo a la propiedad. Pero todavía hay más; se podría obligar a la venta de los terrenos que no se cultivan al menos en una mitad, si en un tiempo dado no se hacían plantaciones por los propietarios; y mucho más se les debería obligar a los que tienen sus tierras enteramente desocupadas, y están colinderas con nuestras poblaciones de campaña…” Es necesario leer una y otra vez este escrito. Es necesario recordar a Belgrano por muchos más de las cosas -muy importantes por cierto- con que se lo recuerda habitualmente. Hay que recordarlo también por las ideas que mantuvo a lo largo de su vida. Aquí exponemos sólo una parte de ellas, pero de fundamental importancia y una actualidad que asombra.

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