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» Misionesparatodos
Fecha: 23/06/2025 11:43
Tenemos un problema económico: el Presidente repite en público y en privado que no cree en la necesidad de consensos para generar acuerdos de largo plazo. Tenemos un problema porque, como cualquier economista sabe, la idea de un desarrollo sustentable es incompatible con una sociedad partida y enferma de desconfianza crónica. Javier Milei no solo no cree en los consensos, sino que alimenta a diario su “batalla cultural”, con insultos a opositores, a sus propios aliados, a cualquiera que no piense igual, a quienes son víctimas de su ajuste y, entre tantos más, a los líderes de países con históricos lazos comerciales. Esta semana, tras un largo viaje, levantó el perfil en un encuentro con uno de los comunicadores autorizados a dialogar con él. Allí volvió a alimentar la enfermedad argentina de la grieta y a ratificar su lógica de que solo con acomodar las cuentas públicas, bajar la inflación y abrir la economía habrá inversiones y crecimiento sostenible. Anticonsenso. En la charla, Milei reconoció que lo que más le divierte de la gestión es la economía y su batalla cultural contra los econochantas, imbéciles, ignorantes y ensobrados. Y, en línea con su desdén por los acuerdos, la emprendió contra su principal socio político, el macrismo. Acusó a Mauricio Macri de no haber hecho un adecuado ajuste ni privatización alguna, de haber interferido en la Justicia (la misma acusación que le hace Cristina Kirchner), de permitir el regreso del peronismo al poder y de designar a Pichetto como su compañero de fórmula, en una suerte de oscura contraprestación con el kirchnerismo que no llegó a explicar. También cruzó al think tank de Macri, la Fundación Pensar, que en su informe mensual acaba de aplaudir los logros del Gobierno en materia de inflación, estabilidad, desregulaciones y salida del cepo; señalando algunas recomendaciones para el éxito de la gestión. Entre ellas, la necesidad de “construir un nuevo consenso sobre el rol del Estado que supere tanto la nostalgia por modelos estatales del pasado como la subestimación y el desprecio por las instituciones. Un consenso fuertemente anclado en la Constitución y en los valores de nuestra democracia liberal”. El informe propone fomentar el diálogo con la oposición, la aprobación del Presupuesto, evitar la radicalización de la política internacional y el fin de los ataques a la prensa. Nada que Milei tenga intenciones de hacer. Porque, como él dice, “somos escépticos del consenso y del diálogo”, innecesarios para lograr un desarrollo de largo plazo, según él. En su intercambio televisivo, el Presidente además apuntó contra Hernán Lacunza, exministro de Macri y referente económico de Pensar. Lo acusó de “pifiador serial” y de no tener “autoridad moral” para hacer críticas o recomendaciones. Ese mismo día, en una entrevista con Jorge Fontevecchia para Net TV y Radio Perfil, Lacunza había rechazado los pronósticos de Cristina sobre el fin de Milei. Acorde con su rol de dirigente del principal aliado político del mileísmo, Lacunza defendió que este gobierno no tiene fecha de vencimiento, que logró bajar la inflación del 20% a menos del 2%, calificó de “valiente y audaz” el ordenamiento fiscal y monetario, y elogió el inicio de la salida del cepo. Enemigos. A modo de recomendación, sugirió terminar de salir del cepo y que el dólar encuentre su verdadero valor, seguramente mayor al actual; mostró preocupación por el desempleo, las reservas del Central, la caída de los ingresos y la baja del consumo. Pero atenuó: “Son luces amarillas, no rojas”. ¿Qué más podría esperar el Gobierno de Macri y de un partido que desdibujó su perfil opositor, liberal y republicano para entregarle al oficialismo los votos legislativos para llevar adelante sus principales proyectos? La respuesta de Karina Milei es “rendición incondicional”. Que es la respuesta que se les da a los enemigos. ... para entregarle los votos que el oficialismo necesitó? La respuesta es la que se da al enemigo: "Rendición" En el caso de los hermanos Milei, consideran así a todo el que se interponga entre ellos y la misión que el “Uno” les asignó en la vida. Por eso, para ellos, los “ñoños republicanos” son tan peligrosos como “los zurdos hdp”. En ese ADN mesiánico está la clave de su rechazo a Macri o a cualquiera que plantee el mínimo disenso, como su propia vicepresidenta, Victoria Villarruel. Antes que crueldad o estrategia, se trata de la obligación que ambos sienten por haber sido elegidos para cumplir un objetivo divino. Incluso para un economista como Milei, la creencia de que no hay diálogo posible con “los enviados del Maligno en la Tierra”, es más fuerte que la lógica económica de que sin consensos ni estabilidad institucional no hay chances de un desarrollo perdurable. Es probable que, de todas las observaciones de Lacunza y de la Fundación Pensar, esa haya sido la que más lo ofuscó. La contradicción explícita entre grieta y desarrollo. Las inversiones no llegarán solo por los beneficios impositivos que otorgue el RIGI (hasta ahora apenas se concretaron cuatro inversiones por ese régimen). Lacunza lo explica así: “En la medida en que todo sea temporario, nada va a servir. Por el riesgo de que venga otro gobierno y lo desarme. Nosotros ya tuvimos RIGI y después vino otro gobierno y dijo ‘lo saco’. Si no tenemos consensos básicos, viene otro gobierno y se vuelve a cero. Ese país, sin consensos ni estabilidad de las políticas, no tiene inversión porque no tiene destino. Tiene que haber consenso sobre las ideas, el rumbo y las prácticas. Este gobierno medio que desprecia ese enfoque”. Milei los considera enemigos, pero su verdadero enemigo es su concepción binaria de la política y lo que ello derrama sobre la economía. “Confianza restringida”. Ese enfoque que Milei desprecia es el de premios Nobel como Kenneth Arrow, Douglass North y Elinor Ostrom; y de estudiosos de las nociones de confianza y capital social como Fukuyama y Putnam. A esos conceptos se les atribuye el crecimiento sostenido de países como Alemania y Japón tras la Segunda Guerra Mundial, o de los Estados Unidos en el siglo XX. También el éxito de los países nórdicos se adjudica a la confianza de los ciudadanos en los acuerdos políticos de sus distintos gobiernos. Según World Values Survey, esos son los países que registran en sus encuestas el mayor nivel de confianza social. Fukuyama las llama “sociedades de alta confianza”. China es un caso especial. Los estudiosos lo consideran un ejemplo de “confianza vertical” en el cual la confianza interpersonal es reemplazada por la confianza en el Estado-partido, que es el dador de “estabilidad”. En contraposición, aparecen ejemplos como el de la Argentina, de “confianza restringida”, caracterizados por una baja confianza interpersonal y en las instituciones, que desalienta las inversiones de largo plazo. Lo que año tras año confirman los sondeos de Latinobarómetro en la región. Se puede deducir que Milei es el exponente de esa desconfianza. Y se podría agregar que el 30% de los argentinos que en esas encuestas prefiere a gobiernos autoritarios o desdeña las formas republicanas también encuentra en este líder extremo su mejor representante político. Ellos no deberían sentirse decepcionados por Milei. La decepción, en todo caso, recién sobrevendrá cuando se confirme lo que, lamentablemente, la historia económica ya probó. Error. Milei pronostica el éxito económico, mientras con sus actitudes plaga de incertidumbres el futuro del país. La grieta y el desarrollo sustentable son económicamente incompatibles. | captura video Por Gustavo González-Perfil
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