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» El Ciudadano
Fecha: 23/06/2025 04:10
Gustavo Grazioli / Especial para El Ciudadano Robert Kubica es polaco, piloto de carreras. Tiene 40 años y hace poco ganó las 24 horas de Le Mans, prestigiosa competencia automovilística de resistencia del mundo. El suceso, además de ser motivo principal para laurear su desempeño en la pista, trajo su nombre a las primeras planas y resurgió como punto altisonante una historia de vida repleta de coordenadas cinematográficas en las que se visualiza una personalidad con capacidad resiliente para reconstruirse después de una saga de episodios que pusieron en riesgo su trayectoria al volante e integridad física. Kubica, primer piloto de esa nacionalidad en arribar a la Fórmula 1 y ganar, estaba considerado una de las grandes promesas de esta competición, pero su destino se vio interrumpido por una serie de accidentes que pusieron puntos suspensivos a su carrera. En 2007, durante el GP de Canadá, en ese entonces con la escudería Sauber, sufrió un choque que provocó el impacto frontal contra un paredón que estaba fuera de la pista. El auto rodó por los aires, algunas partes del vehículo se desperdigaron por ahí y el equipo, lamento mediante, se esperaba lo peor. Pero lo asombroso ante semejante golpazo, es que salió ileso y lo único que acusó fue un esguince de tobillo. La cosa no terminaría ahí. Cuatro años más tarde, en 2011, después de haber conseguido el GP de Canadá en 2008, con la mirada de todo el universo F1 a su favor, gracias a sus cualidades al volante y mientras se preparaba para su segunda temporada junto a Renault, decidió mudarse a un coche de Rally para seguir poniéndose a prueba. Durante la competición Ronde di Andora en Italia tuvo otro accidente, uno que cambió todos los planes. El auto que manejaba se fue directo hacia un guardarraíl y la barrera metálica se incrustó por completo en el vehículo. Las consecuencias fueron dramáticas: rotura de 42 huesos y un cuerpo abatido. Todos pensaron que el punto final de su carrera era irreversible, pero Kubica batalló para recuperarse de una lesión que iba desde el codo hasta el pie. Estuvo en coma un largo tiempo y con riesgo de que le amputaran su mano derecha. “Llegué al hospital con un litro y medio de sangre, cuando un cuerpo humano tiene unos seis o siete. La parte derecha de mi cuerpo estaba destrozada. Tuve 42 fracturas y desde mi pie a mi codo, estaba roto. La primera operación duró 12 horas”, contó hace unos años en el podcast Gurulandia. Ese hecho fue como acelerar a tope hacia un abismo sin podio. Su vida se detuvo y la incertidumbre en centinela de sus pensamientos. La recuperación fue progresiva. Le llevó años volver a F1 y cuando lo hizo con Williams y otro poco en Alfa Romeo, ya no era el mismo. A pesar de conservar la mano derecha, las posibilidades de movilidad decretaron otra cosa. Sus fuerzas en esa parte del cuerpo habían sido arrasadas por el accidente y su desempeño en la máxima competencia del deporte motor, pasó con más penas que glorias. Se mudó a otras categorías, Endurance, por ejemplo, y con la tenacidad con la que enfrentó la recuperación de su cuerpo, se sostuvo del volante y aceleró hacia la pasión de su vida. “Dame un auto de carreras, una cama y un techo que me cubra, es todo lo que necesito”, dijo hace varios años, para no dejar dudas hacia estaban dirigidas sus fuerzas. “Es un velocista nato, acelera con los dos pies. Es vehemencial la manera que tiene de conducir los autos… Cuando está dentro de la pista es magnífico”, apunta Damián Inzillo, apasionado de los autos y las carreras, al frente de Motorsport, un emprendimiento de mecánica ligera y competición. “Son de estos pilotos, como fue en su momento Gilles Villeneuve, que no tienen tantas carreras en Fórmula 1 ni victorias o no llegaron a salir campeón, pero que todo el mundo recuerda”. La conquista en las 24 horas de Le Mans es la prueba de su condición innata de piloto, algo que más allá de los titulares, el dinero y todo lo que eso signifique. “Ganar Le Mans es una sensación especial. Desde la edición de 2021, cuando perdí la victoria por un problema técnico en la última vuelta, me enamoré de esta carrera, que me despertó sensaciones que no había sentido desde mi época en el karting…”, fueron algunas de las palabras que deslizó el corredor polaco, durante un festejo que no solo vivió su gente más cercana, sino también el universo del automovilismo. “Siempre creí que nunca debes rendirte y siempre debes seguir luchando incluso cuando solamente hay una pequeña oportunidad”, dijo alguna vez Michael Schumacher. Kubica transformó el dolor en perseverancia. Lejos de la resignación ante las imposibilidades o quedarse en lo que pudo haber sido, continuó detrás de la huella de ese niño que se maravilló por primera vez con las carreras de autos y se subió a un karting para nunca más bajarse de una competencia.
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