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Maria Grande » Mariagrandealdia
Fecha: 23/06/2025 01:28
El debate que abrió el Congreso para una ampliación de la Corte Suprema tras la caída de los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla y la incorporación del cupo de género entusiasman a la vocal del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos, que ya empezó a hacer los deberes para que su nombre circule entre posibles postulantes. Un experimentado operador del sistema judicial entrerriano dice, sin ambages, que todos los pasos que da Susana Medina están contaminados por el sueño que tiene de llegar al máximo tribunal. Rápida de reflejos, a dos semanas del estruendoso fracaso del Gobierno en el Senado con las postulaciones de Lijo y García-Mansilla, la magistrada entrerriana se hizo elegir por sexta vez como presidenta de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina (AMJA). Esta es, para ella, una tribuna que le permite tejer relaciones, obtener visibilidad y pedir por “una mujer como candidata a suplir las vacancias en la Corte Suprema”, como lo expresó en su momento en un comunicado que puede rastrearse en la web de la entidad. Poder mediático y poder real en la Jueza de Entre Ríos Unos días después de su elección en AMJA, el periodista Luis Novaresio, desde la pantalla del Grupo América, le dedicó un elogioso editorial sobre las virtudes que la harían merecedora de una poltrona en el máximo tribunal: “Sabe mucho de derecho privado, es jueza de la Suprema Corte de Entre Ríos en materia laboral, sabe un montón de cuestiones penales, se ha especializado en derecho penal”, dijo entonces. Ese empujoncito no fue casual. Medina es amiga y habitué en las fiestas que organiza el empresario Eduardo Eurnekian, el CEO de Corporación América, el conglomerado del que surgió Javier Milei. Es también amiga personal de Carolina Barros, directora de comunicaciones del holding y cercana al presidente. Por ahora, su postulación no pasa de especulaciones de pasillo. En el gobierno apelan a la prudencia hasta las elecciones y desde las usinas libertarias de la provincia aseguran no haber recibido consultas sobre el perfil de Medina, aunque admiten que esas decisiones, muchas veces, se centralizan en la Casa Rosada. Flaco CV En el microclima judicial entrerriano, la sola mención de su nombre despierta todo tipo de reacciones. Algunas son concesivas; otras, no tanto. Un abonado a las tertulias tribunalicias apela a la ironía: “Yo siempre pensé que la Corte Suprema era un lugar reservado para cinco o diez juristas en la Argentina…”, y deja la frase inconclusa. Efectivamente, Medina no desarrolló una carrera docente, salvo experiencias tan fugaces como escasamente relevantes; ni se le conocen fallos que hayan sentado jurisprudencia en la provincia. En cambio, suplió esas carencias merced a su habilidad para moverse en el tablero político. Tampoco se le conocen publicaciones, salvo por sus habituales columnas en Infobae, de su amigo Daniel Hadad, al que le concede entrevistas periódicas y donde ha firmado, por ejemplo, libelos sobre la importancia de que los jueces vistan toga como un símbolo distintivo de la administración de justicia o sobre la necesidad de que más mujeres accedan a cargos de decisión en el Poder Judicial como una condición indispensable para la consolidación democrática. En cualquier caso, Medina está en carrera. Vocación de jueza y de poder Susana Ester Medina nació el 4 de julio de 1955 en La Paz, en el norte entrerriano. Está próxima a cumplir 70 años y algunos operadores judiciales advierten que la edad podría ser un obstáculo para su llegada a la Corte Suprema. Es hija de un suboficial del Ejército y una ama de casa fervientemente católicos. Siempre quiso estudiar para ser abogada, pero ambicionaba algo más. “Estar en contacto con el dolor, con los más pobres de los pobres, hizo que yo quisiera ser jueza”, contó alguna vez. Su carrera judicial comenzó en 1987 con una suplencia como defensora oficial, en 1989 fue designada como agente fiscal y dos años después, en 1991, el gobernador peronista Jorge Busti la nombró jueza de instrucción. Eran tiempos en los que no había concursos para acceder a los cargos en el Poder Judicial. Eran también los años en que Busti empezaba a moldear un Poder Judicial a su gusto. Medina lo presintió tempranamente, dejó atrás un pasado fugaz como simpatizante de la Ucedé, guardó el retrato de Josemaría Escrivá de Balaguer que la acompañaba en su despacho y abrazó al nuevo bloque de poder. Tuvo siempre el teléfono abierto con el caudillo peronista y atendió cada vez que alguna travesura de sus funcionarios aterrizaba en el juzgado. Busti no se olvidó de ella y en 2004 la postuló para el STJ, donde actualmente preside la Sala del Trabajo. El álbum de fotos y los cumples en la Embajada Desde entonces ha ido completando un álbum de fotos variopinto, con figuras de izquierda a derecha, desde Victoria Villarruel y Mauricio Macri, hasta Martín Lousteau, el Papa Francisco y los principales referentes de la política entrerriana, entre tantos otros. También integra la troupe de jueces invitados a los ágapes en la Embajada de Estados Unidos (de paso ella festeja su cumpleaños), con fotos con los embajadores, y ha sido anfitriona de funcionarios estadounidenses que llegan a Entre Ríos para estrechar relaciones y promocionar cursos y seminarios. Se le reconoce también una línea directa con la Corte, a través de sus buenos vínculos con Ricardo Lorenzetti, a quien le debe, por ejemplo, la contratación de su hija en la Morgue Judicial; y especialmente con Horacio Rosatti, a tal punto que tiene a la ex nuera del ministro como asistente y prosecretaria del Tribunal Electoral de la provincia. El día que Carmen Argibay le cambió la vida El verdadero punto de inflexión en su carrera se produjo cuando conoció a Carmen Argibay. Según cuenta, un día de 1993 leyó en un diario un artículo donde la reconocida jurista hablaba de la lucha contra la discriminación, el abuso y la violencia de género e invitaba a formar una asociación nacional de mujeres juezas. “Viajé a Buenos Aires y, como no conocía a nadie, me senté atrás. Yo no hablaba, escuchaba lo que decían las demás; y Carmen, que estaba adelante dirigiendo la reunión, dijo: ‘A ver, quiero escuchar a la colega que vino del interior’. Carmen me dio voz cuando yo era invisible”, recuerda. En su despacho tiene una foto de Argibay, la toga que utilizara cuando integró el Tribunal Penal Internacional y hasta su historia clínica (!). La cita en cada acto público, en cada de declaración periodística y se le empañan los ojos cuando lo hace. Sus detractores aseguran que esa relación le sirvió para escalar posiciones de poder; le reconocen que acaso la admire, pero aclaran que las separa un océano ideológico: Argibay era una atea militante que proponía, por ejemplo, retirar los crucifijos de las audiencias; Medina, en cambio, conserva el suyo y reivindica las posturas más conservadoras de la Iglesia Católica. Lo cierto es que de alguna manera tomó su legado y llegó a ser presidenta de la Asociación Internacional de Mujeres Juezas (IAWJ, por sus siglas en inglés) entre 2016 y 2018, lo que le permitió recorrer decenas de países de distintos continentes. FUENTE – letrep.com.ar REDACCION – Juan Cruz Varela
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