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Concordia » Diario Junio
Fecha: 22/06/2025 16:42
La retórica del mundo Milei se monta sobre dos pulsiones centrales: la vejación anal y la muerte. El cliché de la penetración homosexual es puesto en un altar en cada exposición del jefe de Estado, y se dispara al infinito entre el funcionariado, las redes, los streamings y el prime time de la televisión oficialista. La exaltación de la muerte también es invariante en la gramática ultra. Patricia Bullrich celebra asesinatos cometidos por policías a su cargo y se ensaña con jubilados reprimidos, la Cancillería asume como propia la masacre de Israel en Gaza y Javier Milei, soez, deja claro que su meta es “ponerle el último clavo al cajón del kirchnerismo”. Muerte allá, acá, en todas partes. El Presidente delegó la faena del clavo en su socio José Luis Espert, si es que éste vence la resistencia que genera su candidatura a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires en el grupo santiagocaputista Las Fuerzas del Cielo, donde circulan versiones maliciosas contra “el profe”, acaso como amenaza latente a jugar en la interna contra Sebastián Pareja y Karina Milei. El deseo del entierro definitivo del kirchnerismo no es original de los Hermanos Milei. La alianza encabezada por Mauricio Macri hizo de ese objetivo su razón de ser durante dos décadas. Hay una porción importante de argentinos que ubican la derrota del apellido Kirchner como una motivación principal del voto, y Macri supo hilvanar tejidos que respondieran a esa demanda. Los recientes resultados de las urnas provinciales sugieren una transición desde el macrismo al mileísmo del núcleo antikirchnerista de sectores urbanos medios y altos, algo que podría terminar de coronarse este año, o lo contrario. Un motor de esa pulseada, explicitada por sus propios protagonistas, es cuál de ellos —La Libertad Avanza o el PRO y aliados— resulta más eficaz para “terminar con el kirchnerismo para siempre”. El fragor de la disputa lleva a frecuentes acusaciones de pactos “Milei-Cristina” o “Macri-Cristina”. Las respectivas terminales mediáticas se esfuerzan por dar verosimilitud a las versiones sobre alguna causa cajoneada, un nombramiento inexplicable o una operación de la SIDE. Mirados a distancia, los cruces se desvanecen al constatar que los ministerios de Economía y Seguridad, así como un centenar de puestos relevantes de Gobierno, están en manos de personas que ocuparon las mismas sillas entre 2015 y 2019. Podrán espaciarse las milanesas en Olivos entre Milei y Macri, pero los intereses comunes permanecen inconmovibles, como muestran las votaciones parlamentarias en dieciocho meses de Gobierno. La ilusión de terminar con el kirchnerismo creyó subir un peldaño importante con la condena e inhabilitación de Cristina. Trauma mayor Algo de impostura autodenigrante habrá habido entre los descorchadores de champagne por la detención que se hicieron notar en las redes, pero expresaron un sentimiento de “misión cumplida” mucho más extendido en una épica que tuvo al fiscal del Liverpool Diego Luciani, el valijero Leonardo Fariña, la denunciadora intermitente Elisa Carrió y la comentarista Margarita Stolbizer entre sus héroes. ¿Insatisfacción con el elenco? Es lo que hay. El peronismo, el progresismo y la izquierda tienen sus sobregiros, lastres y desconciertos, que a veces les impiden transitar un camino de largo aliento, pero las derechas reencuentran en la condena a Cristina el mayor de sus traumas: proclamar victorias políticas mediante fallos judiciales o editoriales descerrajados desde medios de comunicación. En esta columna fue sostenido que el vínculo de los Kirchner con Lázaro Báez y otros contratistas del Estado despierta sospechas fundadas de corrupción y merece una explicación política y una investigación judicial seria. La llevada a cabo por jueces y fiscales de todas las instancias adornados por el Grupo Clarín y solícitos visitadores de Macri fue lo contrario al debido proceso, además de la contracara de la profunda impunidad para los poderosos enemigos de Cristina. El liderazgo de Cristina se encontraba hasta hace semanas en la peor de sus crisis. La palabra de la expresidenta sonaba monótona y reiterativa, cada vez más concentrada en su círculo El cuadro encuentra raíces ancestrales en la vida pública argentina. Cada golpe de Estado y ciclo de proscripción contra el peronismo y cualquier otra expresión popular fue argumentado con el imperativo de una regeneración ética y la necesidad de una restauración republicana. El remedio se transformó en dictaduras atroces, perpetradas en nombre de la libertad. Es una verdad a gritos, documentada, probada por la historia, con encarcelados, desaparecidos y fusilados. El liderazgo de Cristina se encontraba hasta hace semanas en la peor de sus crisis. La palabra de la expresidenta sonaba monótona y reiterativa, cada vez más concentrada en su círculo y alejada de una parte creciente del electorado. El desprestigio del eje Cámpora-Instituto Patria había roto fronteras dentro del peronismo y animaba inéditas disidencias. La condena permitió a Cristina escribir un texto político. Aunque la comparación de la actual democracia deteriorada por prácticas autoritarias y corruptas y aquellas dictaduras sea a todas luces exagerada, la narrativa del intento proscriptivo para saltear el trabajoso detalle de los votos encuentra quién la escuche. Es tal el grado de promiscuidad del Poder Judicial, que cada paso que da fortalece el argumento de la expresidenta. El fiscal que se lanzó como un poseído a pedir cárcel común para la expresidenta es un futbolista de Los Abrojos, la quinta de Macri; los tres ocupantes de la Corte Suprema no tolerarían la más mínima repregunta sobre la celeridad en el expediente Vialidad y el entierro de los que involucran a Macri y Clarín; la ministra de Seguridad, que debe velar por las condiciones de arresto, es la misma que facilitó expertos para que las modelos de Milman sospechosas de haber tenido un papel en el intento de magnicidio borraran sus celulares. Son apenas tres muestras de un sinfín de arbitrariedades que habilitan recursos de la expresidenta ante tribunales internacionales. La hipótesis de éxito y los tiempos de esa vía encuentran escépticos y posibilistas entre los juristas, pero si llega a dar resultado, el retorno de una figura con el talento político de Cristina pondría a los promotores del “último clavo en el cajón” a buscar su propio epitafio político. La sentencia y los dólares Milei afirma que él no interviene en los procesos judiciales y se vanagloria de la independencia de poderes. Se ve que el letargo de los jueces federales que tratan la presunta criptoestafa que tiene a los Hermanos entre los principales sospechosos, o la investigación por la violencia institucional contra el fotógrafo Pablo Grillo, que podría imputar a Bullrich, son gauchadas no solicitadas. La pretendida prescindencia de Milei contrasta con la actuación de Sebastián Amerio, viceministro de Justicia, exfuncionario de la Corte y articulador de los deseos de Santiago Caputo. El peso del delegado en el Consejo de la Magistratura y el máximo tribunal contradice el desinterés que expresan las palabras del Presidente, por si hiciera falta. Es cierto que Milei parece menos obsesionado que Macri por las causas judiciales contra opositores y aditamentos como arrestos humillantes. Bullrich, puente viviente entre ambos Gobiernos, se vuelca a la tarea, pero el Presidente es narrado como menos interesado en esos asuntos. El interés del Gobierno ultra en la eliminación del kirchnerismo tiene una motivación económica. La persistencia del peronismo cristinista como alternativa electoral genera una aversión automática, en un extremo irracional, entre los inversores financieros internacionales que, en condiciones ideales —sin oposición a Milei—, podrían acelerar un ciclo de endeudamiento masivo como el que orquesto Luis Caputo con Macri. Esa fuente de financiamiento se despertó, pero no en una magnitud similar a la del ciclo Cambiemos, lo que lleva al ministro a limitarse a pactar toneladas de préstamos con el FMI, bancos y otros organismos internacionales. La montaña de deuda crece y las condiciones que estipula el FMI se vuelven cada más imperativas. De allí la tentación del “último clavo”, porque al cristinismo no sólo hay que ganarle, sino anularlo para siempre. Como se demostró en los últimos dos años del Gobierno de Macri, el populismo de izquierda puede reponerse de una derrota electoral si el castillo de naipes del endeudamiento se desmorona. Esta semana, la estadística oficial dio cuenta de dos datos que pintan el estado de situación. El desempleo creció levemente en el primer trimestre de 2025 sobre igual período de 2024, pero avanzó mucho más la pérdida de empleos en blanco. Es decir, más precarización laboral. “El mejor Gobierno de la historia” no logra frenar la pérdida de puestos de trabajo, ni siquiera en comparación con el abismo en que cayó la actividad en el primer trimestre del ultraderechista en Casa Rosada, tras la devaluación récord del peso y la motosierra sádica. El otro número preocupante difundido por el INDEC fue que las exportaciones cayeron, en mayo, 7,4% y las importaciones crecieron 29,4% sobre el mismo mes de 2024. Es una dinámica insostenible y peligrosa para un Banco Central que se encuentra sin reservas, objetivo hasta ahora forzado por el Gobierno para mantener el peso sobrevaluado y estable, al punto de hacer de Argentina uno de los países más caros de América Latina. El consumo masivo por el piso, un mercado laboral castigado y con malas perspectivas, el dólar barato y el Banco Central en condición crítica, en un contexto de un Gobierno que se percibe exitoso, podrían configurar la antesala de un desequilibrio sin control y un nuevo ciclo recesivo. En otras palabras, el plan económico de los domadores de mandriles no toleraría siquiera una encuesta preelectoral que indique que el peronismo puede ganar, empatar o perder por poco. Allí es cuando el texto de Cristina vuelve a encontrar un sentido. El cúmulo de sentencias, editorialistas furiosos, brindis con champagne, declaraciones solemnes de la Amcham y tobilleras no repararán otro ciclo de resquebrajamiento del tejido social y una nueva frustración. Una voz recluida en San José 1111, que baja desde los cielos a las plazas de Argentina, rediseña las fronteras de la política y podría transformarse en un búmeran para los sepultureros. “Cristina quiere” Otra cuestión, más terrenal, es que el eje Patria-Cámpora se oriente a profundizar la endogamia que guio sus acciones en los últimos años, y que la prisión domiciliaria de Cristina sea puesta sobre la mesa para imponer condiciones en la interna del peronismo. Hay indicios de boca de la propia expresidenta —antes y después del fallo condenatorio— y de Máximo Kirchner, esta semana, de que la vía elegida será el disciplinamiento a través de la insinuación de “traición” de quien desobedezca. Los Kirchner parecen decididos a enarbolar la tesis de que su papel en la gestión del fallido Frente de Todos se limitó a alertar los peligros, siempre con lealtad, y que esa generosidad fue respondida con egoísmo y torpeza por parte de Alberto Fernández. El postulado, para quien quiera leerlo, es retrospectivo, pero también vale como advertencia a quienes objeten su estrategia de hoy. Semejante relato autoindulgente esconde que la intriga como método de Gobierno y la apuesta terraplanista a generar un agujero al Estado con el subsidio generalizado de las tarifas de servicios públicos fueron causas centrales del fracaso del Ejecutivo de Fernández, además de la cosecha propia del expresidente. Las negociaciones por las listas y la estrategia en la provincia de Buenos Aires quedaron en pausa y se retomarán en días. Con la lapicera del Partido Jusicialista nacional y bonaerense, cada paso que dan los Kirchner ratifica el que parece su objetivo de primer orden: blindar la conducción y obturar disidencias. Quizás lo logren, pero será la garantía de la dispersión de la oposición a la ultraderecha, lo que permite elucubraciones acaso demasiado fantasiosas sobre una jugada maestra de revivir el campo de acción de Cristina mediante su detención. En el entorno de Axel Kicillof se preparan para escuchar “Cristina dice” y “Cristina quiere” hasta para ordenar la lista de concejales de Olavarría. Si prevalecen los vetos y el gobernador no ve margen para reivindicar su gestión en el marco de una conducción de campaña de la que no participa, —advierte una voz desde La Plata—, habrá listas separadas. SL/DTC slacunza@eldiarioar.com
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