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  • Cristina: la celda más emblemática de Argentina y su historia fascinante

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 22/06/2025 08:52

    A medida que disminuya la eufórica marea de la prisión domiciliaria y las disputas mediáticas del papanatismo argentino en torno a visitas, permanencias, tobilleras, manifestaciones y comunicados, comenzará a gestarse un recorrido turístico novedoso en la Capital Federal. Probablemente se denomine Paseo Cristina. Las agencias del sector tendrán que modificar sus itinerarios, y sus buses pasarán por San José 1100 para que los visitantes puedan observar el departamento-cárcel de quien fuera la exmandataria. No es extraño: se trata de un punto de interés para cualquier turista que quiera conocer la Casa Rosada, Caminito, la tumba de Gardel o el emblemático Obelisco. Aunque en la actualidad el tipo de cambio no invita a la llegada de turistas, pocos, o muchos, se mostrarán interesados en ver esta nueva atracción porteña: el edificio de principios del siglo pasado que alberga a la viuda de Kirchner, especialmente su segundo piso. Quizás, si se organizan adecuadamente, hasta puedan coordinar un horario de visitas o de observación cuando ella salga al balcón para tomar “la fresca”, regar alguna planta y observar con un toque de envidia a aquellos que pasean por el barrio, ya sea por ocio, trabajo o simplemente el deseo de disfrutar de la libertad, un tema que para Cristina está vedado. Según sus adláteres, esto se prolongará hasta 2027, cuando asuma un nuevo presidente y la libere de su espaciosa celda. Así lo afirman su fiel heredero a la Casa Rosada, Juan Grabois; su verdadero continuador, Máximo Kirchner; y la declarada aspirante a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, Mayra Mendoza. No les falta audacia a esta juventud, que se atreve a probarse la ropa que dejarás, como diría Discepolín en “Yira yira”. A quince días del fallo, este fin de semana se calmó parcialmente el tumulto callejero por la detención. No fueron, claro está, los diez días que conmovieron al mundo, pero en el subdesarrollado mundo argentino se percibió –quizás por la singularidad del caso– la confusión de la Justicia en la aplicación de la pena (lugar, salida al balcón, manifestantes, etc.) y las demandas de una interna que tampoco parece tener claras sus amplias pretensiones prioritarias. El escenario es confuso, lo que conlleva una clara negociación para que ella no incite a elevar la temperatura de sus seguidores en la calle, mientras que los magistrados evitan concederle privilegios distintos a los de un prisionero común. La situación es un tanto bochornosa, en la que muchos sospechan que, para aumentar su victimización política denunciando una persecución abyecta, Cristina solicita prebendas de la nobleza para indignar a quienes la han juzgado como a una ciudadana de la República. Y le conceden ese capricho. Aún así, hay controversias insólitas: desea salir como una pasionaria al balcón para saludar a sus fervientes seguidores –lo que podría ser otra gran atracción turística, tal vez pagando en tiempos de escasez– y al mismo tiempo se queja de una supuesta falta de seguridad, pese a haber sufrido un atentado frustrado. Ni ella misma se entiende. Del mismo modo, la exigencia del tribunal de aplicarle la tobillera carece de sentido común: está rodeada de custodios, no se le ocurre ir al almacén, es difícil que se escape aún disfrazada. ¿Para qué la insistencia en colocarle ese cerrojo en su departamento? Es absurdo el proceso de la prisión controlada. Los legatarios de Cristina, como Grabois, por vanidad personal, ya han causado descontento en la red peronista al proclamarse con derecho a la sucesión. Si ella ha forzado una unidad ficticia, estas aventuras protagónicas desestabilizan esa estructura, especialmente en vista de las elecciones de septiembre y, posteriormente, las de octubre. Máximo ha vuelto a aparecer, hablando con la voz prestada de la madre, también con un ímpetu individual que parece provenir del peso de su apellido. No será fácil, sin embargo, restar ambiciones a quienes poseen territorios consolidados (los gobernadores e intendentes) o son figuras destacadas en distintos distritos –desde Sergio Massa hasta Axel Kicillof–, además de una multitud de peronistas que se sienten orgullosos de esa denominación frente a la impostura de La Cámpora ante la tradición del General. A pesar de que el PJ se presenta como una licuadora de intereses ideológicos, sigue siendo un movimiento, como lo consignó Perón. A menos de 15 días del confinamiento en San José al 1100, se vislumbra una marejada oculta bajo la superficie del mar que, como saben los navegantes, puede ser más peligrosa que cualquier otra tormenta. Se verá. A Cristina, por ahora, le queda recurrir a la fácil invectiva contra personajes malqueridos por el peronismo, como Patricia Bullrich, quien hace lo imposible para que no le ofrezcan un cargo electivo este año, y señalar desde su celda fracasos predecibles del Gobierno, como el aumento del desempleo, a la vez que espera la llegada de visitantes de otros lugares –como Lula, por ejemplo– para mantener un perfil mediático de dudosa duración. Para el Gobierno, esta serie de episodios en torno a Cristina ha sido como unas vacaciones de invierno, durante las cuales se ha dilapidado informativamente la atención sobre las visitas de Javier Milei a Europa o la disminución del costo de vida a niveles del 1,5%. Sin embargo, esto lo preservó de otras instancias para las que estuvo entusiastamente afónico. Aun así, tomó nota del cambio en la velocidad de la Justicia de cara al futuro, tal como Mauricio Macri comenzó a verse desvanecido ante ese recrudecimiento de causas y sanciones. Se desató el avispero legal: cuenta con más de una causa congelada. La incertidumbre se cierne sobre si ampliarán o no la Corte Suprema de Justicia después de las elecciones, aunque ya hay un acuerdo político para cambiar al procurador Casal o designar a los nuevos directores de la Auditoría de la Nación. Asimismo, este martes se reinician las conversaciones entre partidos para cumplir un objetivo que fue prometido y comprometido: la reforma laboral. Un pastiche, a primera vista. El Gobierno no puede actuar solo, necesita adhesiones, incluso de una CGT que se ha mostrado bastante distraída por el desenlace presidiario de Cristina y evitó disturbios en la calle, ya sea por conveniencia, incapacidad técnica o falta de solidaridad con alguien que nunca los consideró como dirigentes. Justo aquellos que, en otros momentos históricos, como el final del rodrigazo y el exilio de José López Rega, fueron quienes impulsaron esos cambios significativos. Cristina no tuvo ese respaldo, si es que tal apoyo realmente existe. Hoy, en apariencia, todo ha cambiado: ni el sindicalismo respira como una fuente de poder, el peronismo se encuentra frágil y al mileísmo le falta volumen para ser un contendiente serio. Se presenta, así, el intríngulis de un año electoral.

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