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  • El eje de la política

    » Misionesparatodos

    Fecha: 22/06/2025 13:08

    Oscar Herrera Ahuad dio inicio a los primeros movimientos de cara a los comicios de octubreLos intendentes jugarán un papel fundamental- Conducción, militancia y jefes comunales, la columna vertebral de la Renovación- Milei ingresó al club de los gestores de relatos- La paradoja de la oposición en la economía libertaria- El PJ en marcha y las eternas contradicciones de los K La ratificación del respaldo del electorado misionero al Frente Renovador de la Concordia en las elecciones del 8 de junio consolidó una idea central que esta misma columna planteó al inicio de la campaña: la política, al igual que el fútbol, tiene una columna vertebral. Y en Misiones, esa columna está compuesta por la conducción estratégica, la militancia territorial y, sobre todo, los intendentes. Son ellos, los jefes comunales, quienes encarnan la primera línea de contención frente a las demandas cotidianas de sus comunidades. Ellos dan la cara. Caminan los barrios. Ponen el cuerpo. Son el eje que articula la política con la gente. Esa estructura fue clave para contener y sostener en junio y será aún más determinante de cara a los comicios nacionales de octubre, donde el oficialismo buscará ampliar su representación en la Cámara de Diputados de la Nación. El primer paso ya está dado: la fórmula estará integrada por el actual presidente de la Cámara de Representantes, Oscar Herrera Ahuad y la dirigente libertaria Micaela Gacek, una profesional con formación técnica, conocimiento del territorio y una relación directa con el vocero presidencial, Manuel Adorni. La particularidad de esta campaña es que Herrera Ahuad no solo será el candidato principal, sino también su propio jefe de campaña. Una estrategia que parece diseñada para capitalizar al máximo su figura, marcada por una fuerte imagen positiva y una impronta de cercanía con los misioneros. Fue gobernador, es médico, recorrió incansablemente la provincia y hoy representa la síntesis de un estilo de gestión que el oficialismo quiere volver a poner en valor en el Congreso de la Nación. En ese esquema, los intendentes volverán a jugar un papel clave. Serán ellos quienes bajen la línea política en cada localidad, quienes se encarguen de traducir en votos una propuesta que busca sumar bancas al bloque de Innovación Federal. En ese espacio ya están confirmados Yamila Ruiz, Daniel Vanczik y Alberto Arrúa, que continuarán en funciones luego del 10 de diciembre. La única banca que pone en juego la Renovación es la que ocupa actualmente Carlos Fernández, el exintendente de Oberá que perdió los comicios de 2021 ante Martín Arjol. Pero los desafíos no son menores. En un encuentro reciente en Montecarlo, el intendente Julio “Chun” Barreto reunió a casi veinte jefes comunales de la Zona Norte. Todos coincidieron en su preocupación por el avance de la ola violeta en los pueblos. El fenómeno libertario — intenso, emocional, disruptivo— es algo que no pueden terminar de contrarrestar y temenque, de no tomar medidas, arrase con sus territorios en las elecciones generales de 2027. Muchos de estos intendentes, formados en la vieja escuela política, se sienten más cómodos en la confrontación directa, cara a cara, con las ideas del gobierno nacional. La lógica libertaria, en cambio, corre por otro carril: es una política que se construye en redes, en discursos de alto impacto y baja gestión, en un cierre de campaña por streaming. Un idioma que los intendentes aún no terminan de hablar con fluidez, y que amenaza con dejarlos fuera del juego si no logran adaptarse a tiempo. En este contexto, el Frente Renovador deberá combinar la experiencia de gestión con una nueva narrativa que conecte con los sentimientos de la ciudadanía. Porque el eje de la política no puede estar solo en la estructura: tiene que vibrar con el pulso de la gente. Y para eso, hay que escuchar, interpretar, transformar. La victoria del 8 de junio fue una señal clara: la gente sigue eligiendo gestión. Pero también está diciendo que quiere ser escuchada, que algo se está moviendo en el fondo. El desafío será no solo leer ese mensaje, sino actuar en consecuencia. Porque si el eje se rompe, el equipo pierde el rumbo. La lógica del relato Con la difusión del índice de inflación de mayo —apenas un 1,5% según el INDEC— el gobierno de Javier Milei se terminó de incorporar, formalmente, al club de los presidentes que sostienen su gestión con base en un relato. Ese club al que tanto criticó durante su ascenso, y que integran figuras como Mauricio Macri —con su fallido “segundo semestre”— y el kirchnerismo, duramente señalado en su momento por las polémicas estadísticas oficiales del INDEC intervenido. Hoy, la misma lógica que supuestamente debía erradicarse, es replicada por los libertarios con un grado de convicción casi mecánico. Porque una cosa es lo que marcan los índices, y otra muy distinta lo que experimentan a diario los ciudadanos. El 1,5% anunciado no refleja lo que se ve en las góndolas, ni lo que se vive en los bolsillos. La percepción de inflación sigue siendo alta, y lo más grave: la plata no alcanza. Las familias recortan gastos esenciales, reformulan hábitos de consumo, y aún así no logran sostener un nivel de vida digno. Los jubilados, uno de los sectores más castigados, sufren una pérdida del poder adquisitivo que ya es difícil de disimular, incluso para el más convencido defensor del ajuste. Sin embargo, de manera casi inexplicable, el relato libertario todavía se mantiene a flote. Las encuestas siguen mostrando un núcleo duro que deposita alguna cuota de esperanza en el plan económico liderado por Luis “Toto” Caputo, pese a que sus efectos positivos no se perciben ni en la economía real ni en la calle. La fe, parece, se mantiene más por ausencia de alternativa que por evidencia empírica. Esa es también la paradoja que golpea a la oposición: una porción importante de la población parece preferir vivir con menos consumo, pero sin los dirigentes que gobernaron la Argentina en las últimas dos décadas. No es una adhesión plena al nuevo modelo, sino un rechazo profundo al pasado. En ese contexto, Milei se convierte más en una advertencia que en una promesa. La situación plantea un dilema para la política: ¿cómo recuperar la confianza cuando la narrativa —más allá de su veracidad— pesa más que la gestión? ¿Qué tan duradero puede ser un modelo que celebra datos fríos mientras se erosiona el tejido social? Por ahora, el relato gana tiempo. Pero la realidad, más temprano que tarde, se cobra sus deudas. El espanto La reciente decisión judicial que otorgó la prisión domiciliaria a Cristina Fernández de Kirchner volvió a sacudir el tablero político y, paradójicamente, encendió una chispa de reactivación dentro del peronismo. A diferencia de otras épocas, esta vez la reacción no fue desde la euforia, sino desde la necesidad. El peronismo empieza a moverse. Y lo hace, una vez más, más por el espanto que por el amor. En la provincia de Buenos Aires, principal bastión electoral del país, ya circulan versiones sobre un acuerdo entre Máximo Kirchner —hijo de la expresidente y referente de La Cámpora— y Sergio Massa, el excandidato presidencial que, tras su derrota en 2023, se había mantenido en un prudente segundo plano. El objetivo: diseñar listas competitivas para las elecciones provinciales de septiembre y las nacionales de octubre. Se trata de un armado que intenta dejar atrás viejas diferencias para, al menos, evitar una nueva debacle electoral. El fallo que benefició a Cristina fue recibido con lo que ya se volvió un reflejo: la denuncia de persecución judicial permanece intacta, incluso cuando la Justicia, como en este caso, otorga beneficios. Porque el kirchnerismo, experto en el manejo del relato, necesita enemigos para sostener su épica. Y el Poder Judicial —el mismo que intervino el PJ de Misiones y le dio la razón al kirchnerismo— cumple, según convenga, el papel de verdugo o salvador. En Misiones, el PJ fue intervenido por la Justicia, y la medida fue aplaudida por los mismos sectores que, en otros escenarios, acusan al sistema judicial de operar contra los intereses populares. Esa intervención, que impidió al peronismo competir con sello propio en las elecciones provinciales de junio —por primera vez desde el regreso de la democracia— apenas generó un murmullo interno. Pero, ¿no es también una forma de proscripción? ¿O solo cuenta como tal cuando ocurre en Comodoro Py? La paradoja es evidente. El peronismo —y especialmente su vertiente kirchnerista— se abraza a la épica del relato como única estrategia, en un contexto en el que el desastre económico de La Libertad Avanza le devuelve algo de aire. Pero ese respiro no es sinónimo de confianza: es, apenas, una tregua forzada por la ausencia de liderazgos sólidos y por la fragmentación interna. En los próximos meses, se espera que el PJ misionero comience a delinear su estrategia de cara a octubre. Todavía no hay nombres, ni liderazgos visibles, pero la necesidad de presentarse es imperiosa. Porque el vacío electoral del peronismo en Misiones no solo es una anomalía política; es también una señal de lo profundo que fue el retroceso. En definitiva, Cristina sigue siendo el eje, aunque ya no como líder indiscutida, sino como mártir en construcción. Y el peronismo se mueve, aunque más por el miedo a desaparecer que por un proyecto común. La pregunta es cuánto puede durar una estrategia basada en relatos y urgencias, sin una verdadera renovación que conecte con la sociedad real. Por Sergio Fernández

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