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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 22/06/2025 08:42
Movilización a Plaza de Mayo en apoyo a CFK - Gaston Taylor La Plaza de Mayo, testigo eterno de rebeldías y frustraciones, volvió a llenarse. Fueron muchos los que salieron a las calles de la ciudad de Buenos Aires y los que vinieron desde las provincias a adherir a Cristina Kirchner, algunos convencidos, leales a su figura; otros, guiados por la coyuntura, a no separarse del dolor del momento y otros, como la izquierda, por solidaridad y muestra del descontento hacia el gobierno represivo y ajustador de Milei. El Gobierno, la derecha, había olvidado la existencia de una alternativa opositora. En rigor, el peronismo, demasiado debilitado bajo la conducción de Cristina, no parecía en condiciones de ser un adversario relevante. La derecha fanática, convencida de haber encontrado la salida, cree que Cristina seguirá siendo la jefa del movimiento enemigo -así lo concibe- y, en consecuencia, al imponer una disrupción de los votantes se asegura el imperio de los liberales, de aquellos que, empobreciendo al país y entregándolo, dicen haber descubierto el futuro de los humildes. Los que por historia de vida y militancia algo sabemos de política o, al menos, continuamos en el sendero de la esperanza, pensamos que Cristina dejó de ser el obstáculo que impedía, no sólo a Kicillof, sino al resto del movimiento nacional, expresarse libremente y abandonar esa dolorosa sensación de conducción fracasada, imposible de superar, porque en ella residía la impotencia de una jefa sin futuro. Es indispensable respetar a quienes creen en Cristina y la acompañan porque eso significa respetar un sentimiento popular. Sin embargo, en mi opinión, se trata de una creencia tan fuera de lugar como la de los que creen en Milei, aunque no dejo de advertir las enormes diferencias que separan ambas posiciones políticas. Una es distributiva y justiciera y la otra, de pura concentración económica, pero tienen ciertas semejanzas en cuanto a la omnipotencia, el autoritarismo y la idea de que no existen adversarios sino enemigos, aquellos que expresan un pensamiento distinto. ¿Cuál es la riqueza de las reiteraciones que uno escucha en boca de los mediocres del gobierno, de esos oficialistas de todas las vidas, oficialistas eternos como Daniel Scioli o Patricia Bullrich que, sin ser talentosos, tienen suficiente oficio para cabalgar la ola que la traición les imponga en el momento? Dan pena y bronca, degradan a la política con sus mentiras y su oportunismo, imaginando que han encontrado un lugar en la historia que realmente no existe en la humanidad. Y en eso, la pretensión de originalidad los lleva a ser raros, especie de singularidad que se da en dos situaciones: la genialidad o la imbecilidad. Talento no advertimos, la imbecilidad y la desvergüenza sobran. El Gobierno durará lo que los Caputo y los Stuzeneguer obtengan como créditos, tiempo en el cual violarán todas las leyes y venderán todo el patrimonio nacional posible, convertido en la decrépita idea de inversión extranjera, dado que los argentinos poderosos guardan su dinero off shore y jamás realizarán una inversión nacional. En nombre de la libertad de mercado, asesinaron en el 55, y en el 76 multiplicaron la sangre, esa es su concepción supuestamente liberal de mercado. La democracia molesta, solo cuentan los negocios, es como si dijeran: “Los ricos somos los que pensamos el futuro”. Todo esto podría ser hasta viable si contáramos con ricos talentosos en lugar de los mediocres que abundan. No hay capitalismo sin burguesía nacional y nuestra burguesía es financiera, por lo cual, lo único que nos queda es un triste futuro de acrecentamiento de la pobreza. Por lo demás, en la provincia de Buenos Aires es mucho lo que se pone en juego. Cristina había reducido el peronismo a ese pequeño espacio, enorme en porcentaje de la población, pero pequeño en expresión de toda una patria. Ahora, esa fractura es la que se va a probar en las próximas elecciones. Si ganan Milei y sus aliados del PRO y del radicalismo con peluca, respirará eso que ellos llaman “mercados”, la verdadera esencia, los sucesores del humanismo desprestigiado y bastardeado. Antes importaba el ser humano, hoy vale lo que no representa al hombre, la codicia de patéticos enfermos cuyo único deseo es la acumulación. Ellos y los obsecuentes de toda índole que los aplauden. No obstante, hay un dato de interés: el riesgo país pareciera no ser alterable por la obediencia, sigue en un número que expresa la debilidad del modelo que estamos transitando. Empobrecimiento con endeudamiento es una penosa e injusta síntesis de una sociedad que no asume que no hay capitalismo sin burguesía industrial y que no hay sociedad sin proteccionismo. Trump tendría que ser un ejemplo válido, no, por sus muchos errores, sino por la centralidad de su política de protección, que es lo que en esencia le interesa a Estados Unidos. Milei, que tanto lo venera, no es capaz de imitarlo; ni siquiera puede considerar el concepto alguien que prefiere erigirse como el topo destructor del Estado desde adentro. ¿No gusta acaso definirse así haciendo uso de pobres y egocéntricas metáforas? La multitud que llenó las plazas llamó la atención del Gobierno, pero en verdad tiene un defecto estructural: marca una alianza entre el peronismo y los grupos de izquierda, absolutamente dignos de respeto, sin ser portadores de votos. El poder real de los argentinos está en la coherencia del centro, del centro del pensamiento y de la cordura. En el medio de dos extremos que se oponen, se encuentra el lugar que el peronismo hubiera ocupado en épocas de conducciones lúcidas. Raúl Alfonsín lo lograba porque ese radicalismo era parte fundamental del Movimiento Nacional como lo fue el peronismo hasta la destrucción ejercida por Menem. Tanto el Gobierno como los kirchneristas son dos sectas que no están dispuestas a dialogar con el enemigo por su impotencia para asumir la categoría del adversario, esencial a toda forma democrática. No hay gobierno sin oposición, mucho más si el Ejecutivo representa el fanatismo y el autoritarismo que hoy soportamos. Concibo a un grupo de gobernadores como la salida lúcida para confrontar con la mediocridad vendepatria y endeudadora que intenta conducirnos a un modelo colonial ya superado en la mayoría de los países del continente y que solo interesa a los insignificantes del presente. La superación del kirchnerismo nos permitiría alianzas no solo con los grupos de izquierda, sino con los sectores radicales y conservadores nacionales, de gran relevancia para la defensa de una política patriótica que la Argentina necesita y que tanta envidia nos genera por sus expresiones en Brasil, Chile o Uruguay. Ahora bien, el intento de algunos de comparar la situación de Cristina con la de Perón y la resistencia peronista es tan absurdo como el de asemejar aquel país integrado y poderoso en el continente con esta miseria, hija de la dictadura y del menemismo, en la cual hoy habitamos. El contexto histórico es muy diferente. Sin embargo, la multitud dejó un dato importante: si Patricia Bullrich y sus sueños represores no salen a la calle, no hay agresiones ni confrontaciones, no hay vandalismo ni detenidos ni gendarmes hiriendo de gravedad a fotógrafos o gaseando a niñas. Cuando las causas son populares, las represiones son innecesarias, aun cuando la voluntad de este gobierno sea ejercerlas en todos los casos, en cualquier circunstancia. En suma, las muchedumbres nos llenan de esperanza a quienes soñamos con la justicia social distributiva, al tiempo que generan un enorme temor en los que sólo imaginan el futuro bajo la forma de la concentración económica. La derecha no convoca a multitudes porque, en realidad, los ricos siempre son pocos y si han logrado alguna movilización, ha sido por errores del campo nacional, no por virtudes propias. Ser minoría y elitista implica tener clubes elegantes y barrios privados, jamás, plazas populares. Las multitudes sirven también para asustar a los mercados, nos hacen tomar conciencia de que lo que vendan o regalen hoy no va a durar como injusticia en un mañana. Sepan que el patriotismo va a volver y esta intolerable concepción colonial tiene los meses contados.
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