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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 22/06/2025 08:41
Movilización a Plaza de Mayo en apoyo a CFK Ni el observador más desprevenido de la realidad argentina se animaría a desconocer que la ratificación por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de la condena a Cristina Fernández de Kirchner en la denominada causa “Vialidad” -6 años de prisión e inhabilitación absoluta y perpetua- tendrá consecuencias concretas no solo hacia el interior del peronismo sino en la política nacional en general. Sin dudas, un fallo inédito que, por primera vez en la historia institucional argentina, implica una condena firme a un ex presidente durante la vigencia del sistema democrático (Yrigoyen, Perón, Frondizi e Isabel Martínez habían sido privados de su libertad por gobiernos de facto, mientras Menem había sido objeto de prisión preventiva), que se erige como una suerte de parteaguas en el curso de los acontecimientos, introduciendo mayores niveles de incertidumbre en un proceso ya de por sí complejo, abierto y de resultados impredecibles. Un punto de inflexión con la potencialidad de alterar el escenario político, electoral y social, tanto en el corto como en el mediano y largo plazo. Una renovada centralidad y gravitación de Cristina Fernández de Kirchner que si bien es indudable, aún no queda claro si podrá materializarse ni en activo electoral ni en factor aglutinante de un peronismo que hasta hace apenas unos días no lograba superar aún el impacto del sorpresivo y fulgurante ascenso de Milei. Una centralidad que, con matices e interrogantes aún a dilucidar, interpela tanto al oficialismo como a la propia oposición, más allá del lógico big bang hacia el interior del justicialismo. En lo inmediato, el impacto sobre el proceso electoral es más que evidente: faltan menos de 30 días para el cierre de listas para las elecciones bonaerenses que tendrán lugar el 7 de septiembre, y apenas cuatro meses para los comicios legislativos nacionales de octubre. En este marco, resulta poco probable que tras el impasse por la decisión judicial, no vuelvan a aflorar las tensiones por el armado electoral, más aun teniendo en cuenta que desde el cristinismo no se oculta la intención de convertir la centralidad política y mediática en un dominio hegemónico de la “lapicera”. Pero es en el mediano-largo plazo donde los interrogantes se multiplican y amplifican: ¿asistimos a los últimos estertores de un ciclo político dominado por el kirchnerismo o, por el contrario, a un posible relanzamiento del mismo? ¿La reorganización del peronismo implicará más temprano que tarde una renovación de liderazgos, o será un proceso tutelado por la ex mandataria? ¿Nos acercamos al final de la agonía de un sistema político a todas luces en ruinas, para adentrarnos en la tantas veces anunciada e incierta reconfiguración del mismo? ¿El proyecto libertario habrá de salir fortalecido de este proceso o la incertidumbre y potencial conflictividad que podría surgir tendrá consecuencias sobre la gobernabilidad y sostenibilidad del modelo? Si bien estos y otros grandes interrogantes irán develándose con el transcurso de los meses, la masiva movilización en apoyo de Cristina Fernández de Kirchner en Plaza de Mayo, que contó con la presencia de todo el espectro del peronismo, y los mensajes de la propia ex mandataria a propósito de la convocatoria, dejaron un par de indicios y posibles hipótesis para un análisis provisional. Queda en evidencia la tan deliberada como trabajada estrategia del kirchnerismo por reconstruir el liderazgo de Cristina, aprovechando la centralidad que le da la decisión judicial no sólo para procurar recuperar un rol gravitante en el peronismo y la política en general, sino para construir una narrativa muy cara y sensible a la historia y liturgia peronista. La para muchos anticipada y sorpresiva confirmación de su candidatura por la Tercera Sección Electoral acabó así convirtiéndose en precondición para poder edificar la narrativa de proscripción que acabó por desplegarse en los últimos días, y que alimentó profusamente desde su propia “Puerta de Hierro” en el barrio porteño de Constitución, saludando desde un balcón objeto de absurdas polémicas, bailando, mostrándose fuerte y entera, mandando tanto mensajes simbólicos como grabados, recibiendo potenciales “delegados”, y retomando su tradicional comunicación a través de sus redes sociales. Su mensaje grabado para la militancia congregada en la Plaza de Mayo también ofrece algunos elementos importantes para un análisis -por cierto, muy provisional- de la estrategia del kirchnerismo. Un discurso ya no centrado en la denuncia del “lawfare” ni en el proceso judicial, sino que apuntó duramente contra la pretendida insostenibilidad del modelo económico. Un posicionamiento que entraña una apuesta clara, que va más allá de lo que pueda suceder en las elecciones de este año, y que apunta a la performance del gobierno a partir del 2026, con una implícita analogía a lo que le sucedió a Macri entre 2017-2019, luego de haber ganado en la provincia de Buenos Aires. Tampoco pasaron desapercibidos ciertos guiños y señales que buscaron entroncar los acontecimientos actuales en la larga tradición del peronismo: desde la apelación del locutor -también propalada por algunos referentes cristinistas- al comienzo de “la resistencia”, en una equivoca analogía con lo sucedido tras el derrocamiento de Perón en 1955, hasta la propia arenga de la ex mandataria al “Vamos a volver”, con un inocultable tufillo al “Luche y Vuelve”, la intención de arropar lo acontecido con una mística peronista es a todas luces evidente. Algo, por cierto, curioso para una dirigente que a lo largo de su trayectoria no solo supo desdeñar lo que ella misma denominó el “pejotismo”, sino que rehuyó de muchas tradiciones y dogmas peronistas. Está más que claro que La Cámpora y el círculo rojo de la ex presidenta buscan mantener viva la idea de que Cristina va a conducir el peronismo -y la oposición- desde su departamento en la calle San José 1111. Y que para ello necesita mantener la centralidad, algo que explica en gran medida disputas que pueden parecer menores como las de poder utilizar el balcón, enviar mensajes o recibir visitas, herramientas indispensables para hacer política en general, y campaña en particular. Así las cosas, aún con altas dosis de incertidumbre, la polarización pareciera gozar de buena salud, aún con matices y modulaciones diferentes a los que primaban antes de una decisión de la Corte que aunque parece haberse convertido en un punto de inflexión respecto al peronismo, que podría significar eventual y paradójicamente en una buena noticia para el gobierno nacional de cara al corto y mediano plazo.
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