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  • La psicología de Milei como motor del cambio

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/06/2025 08:39

    Javier Milei He tenido el privilegio de acompañar al presidente Javier Milei en dos de sus giras por Estados Unidos, presenciando reuniones con líderes tecnológicos como Tim Cook, Sundar Pichai, Marc Andreessen y muchos otros. En esos encuentros no solo vi a un jefe de Estado, sino a una mente que desafía las convenciones ideológicas con una intensidad que, lejos de ser un defecto, es la clave de su éxito. Su originalidad, su convicción inquebrantable y su rechazo al conformismo no son poses: son una manifestación visceral de su psicología única, la de un líder que no puede —ni quiere— encajar en moldes tradicionales. Argentina no es un país para tibios. Lo aprendimos con Mauricio Macri, cuyo fracaso no fue por falta de buenas intenciones, sino por una personalidad que privilegiaba el consenso en un sistema diseñado para devorarse a los que dudan. Macri intentó reformar sin romper, negociar con una casta que vive de evitar el cambio. El resultado fue predecible: quedó atrapado entre lo deseable y lo posible, y terminó sin hacer ni lo uno ni lo otro. Milei es la antítesis de esa tibieza. Su personalidad agresiva, casi volcánica, es al mismo tiempo su motor y su escudo. No es diplomático: es una fuerza disruptiva. Esa fuerza no es gratuita; está respaldada por un intelecto de primer nivel, una formación en economía sólida y rigurosa, y una claridad de propósito que rara vez se ve en la política argentina. No busca gustar: busca transformar. Ha dicho en más de una reunión que su modelo de país es Suiza, y que quiere que Argentina sea la democracia más libre del mundo. Hace diez días, estuve reunido a solas con el presidente Milei en el hotel Hesperia de Madrid durante noventa minutos. No fue una charla banal. Fue una clase magistral sobre lo que es el “ajuste expansivo”, un concepto que era nuevo para mí. Milei desglosó con precisión quirúrgica cómo se puede recortar el gasto sin matar la economía, cómo se libera al sector privado para que respire, invierta y crezca. La clave del argumento era que en un país con tanto talento humano mal utilizado, al despedir a la gente del sector público termina volcándose a trabajos mucho más productivos en el sector privado. No fue un dogma; fue un razonamiento técnico, apasionado pero lógico. Esa combinación —pasión e intelecto— es lo que lo hace único. A esa ecuación se suma una tercera dimensión: su capacidad para rodearse bien. Milei no es un caudillo que acapara poder. Es un estratega que sabe delegar. Eligió a Luis “Toto” Caputo para manejar la primera motosierra —la fiscal— y a Federico Sturzenegger para desmantelar el andamiaje regulatorio —la segunda motosierra. Pero lo más importante: les dio libertad. No interfiere. No microgestiona. Confía en los mejores y les permite actuar. Esa es una señal de liderazgo verdadero. Con respecto a su entorno a veces se equivoca, pero el núcleo duro sigue trabajando en la construcción de una Argentina pujante en unidades independientes y lo suficientemente chicas para poder ser muy productivas. En mi pequeña escala, por mi relación con el presidente, sé que puedo publicar este artículo sin consultarle, así como publicaba mis posts en redes sociales durante nuestra gira sin consultarle. Milei da lineamientos, pero no microgestiona. Quiere libertad y da libertad. En sus giras internacionales, esa misma personalidad explosiva y directa también se expresa con claridad. En una reunión con Tim Cook en San Francisco, Milei sorprendió a todos al tomar la palabra con una claridad demoledora. Le dijo sin rodeos: “Ustedes son los motores de la economía global. Estados Unidos tiene el 5% de la población mundial, pero el 60% del valor de mercado de las empresas del planeta. ¿Por qué? Porque tienen a Apple, a Google, a Microsoft, a Amazon, a Meta, a Tesla, a Nvidia. El trato que les da el gobierno de Biden no solo es injusto con su narrativa antimonopolio: es ingrato. El gobierno de Estados Unidos debería agradecerles todos los días su trabajo.” Tim Cook lo miró con curiosidad, por esa defensa inesperada. Milei continuó: “Los regulan como si fueran una empresa sin conciencia social, los castigan por generar riqueza evitando ciertas adquisiciones, algo que entorpece el ciclo de M&A tecnológico. Pero las rentas excepcionales que ustedes generan son un regalo para el Tesoro de los Estados Unidos. Ustedes son lo mejor que tiene este país y se merecen más libertad de acción”. Aunque muchos comparan a Milei con Trump —algo que puede tener sentido en su trato con la prensa y la oposición— las visiones económicas de ambos son distintas. Trump viene del ladrillo. Su visión del mundo económico es la de un constructor que mide aranceles y comercio, no intangibles. No se enfoca en el valor fenomenal de las ganancias generadas por empresas basadas en propiedad intelectual, innovación y escalabilidad global. Su batalla comercial con China está basada en tarifas, no en propiedad intelectual. Pero para Milei, la batalla del siglo XXI no es por acero ni soja, aunque estos también son importantes, es por chips, datos, algoritmos y últimamente por dos temas cruciales donde Argentina destaca: enormes cantidades de energía barata para centros de datos y gran talento humano para la inteligencia artificial. Emprendedores argentinos como Guillermo Rauch de Vercel, con quien también estuvimos reunidos con el presidente, entienden muy bien lo que habla el presidente. Durante los dos viajes que hice con el presidente Milei por Estados Unidos, vi que justamente lo que más le atrae —y con razón— es el lado más tecnológico y futurista de ese país, una pasión menos compartida con el presidente Trump, que se ha distanciado de Elon Musk, el emprendedor más exitoso del mundo y un gran admirador de Javier Milei por lo que pude ver. Del mismo modo, esa personalidad presidencial ferozmente combativa se despliega ante la prensa. A Milei no le tiembla la voz para confrontar a periodistas que considera deshonestos o militantes disfrazados de analistas. En una entrevista reciente, ante una pregunta insidiosa sobre sus medidas de ajuste, respondió: “Eso es una mentira deliberada. Si viene disfrazado de periodista para operar políticamente, no espere que le responda con cortesía. A mí no me van a correr con títulos de diarios que viven de la pauta. Venga con datos, no con slogans.” El periodista intentó interrumpir, pero Milei elevó la voz sin perder el control: “¡Usted vino a provocar, no a informar! ¡Y conmigo eso no funciona!” El intercambio se volvió viral. Y aunque muchos lo criticaron por su dureza, para sus seguidores fue otra muestra de autenticidad. En la era del eufemismo, Milei es literal. ¿Brusco? Sí. ¿Necesario? También. Los resultados, alcanzados con un Congreso en contra hablan por sí solos. La inflación mensual bajó al 1,5% en junio de 2025, según el INDEC, desde un 211% anual en 2023. La pobreza descendió del 52,9% al 34,7%, según la Universidad Torcuato Di Tella. El déficit fiscal, que parecía eterno, fue eliminado. El desempleo sigue alrededor del 6%, la mitad que el español, y con salarios en aumento. El PBI creció un 3,2% en el primer semestre, y se proyecta un 5,5% para fin de año, según el FMI. Las exportaciones subieron un 15% hasta los 44 mil millones de dólares, impulsadas por el agro, que creció un 12% tras la eliminación de retenciones. El salario promedio del sector privado saltó de 450 a 1.100 dólares mensuales. Y con ese ingreso, hoy se puede comprar un auto en 12 meses, frente a los 36 meses que tomaba en 2023. No es casualidad. Es el resultado de una mente que no negocia con la mediocridad, que se alimenta del conflicto, pero no por capricho sino por estrategia. Milei no es simplemente un líder político. Es una anomalía que encajó perfectamente en una coyuntura histórica que exigía cirugía mayor. Y como todo buen cirujano, no tiembla. Estamos viendo apenas el 20% del potencial de este cambio. Si en 2027 logra la reelección y un Congreso más alineado, Argentina podría no solo salir del pozo, sino convertirse en un ejemplo global de cómo un país puede reinventarse cuando deja de premiar la corrección política y abraza el liderazgo sin anestesia. En una tierra donde los tibios naufragan, Milei nada a contracorriente. Y por primera vez en décadas, la corriente empieza a cambiar con él.

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