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» El Ciudadano
Fecha: 21/06/2025 17:35
Miguel Passarini No es novedad que el vaciamiento del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) estaba en la lista de la motosierra de Javier Milei, como muchas otras cosas que anunció en la campaña y que muchos aseguraban que no haría, pero finalmente pasaron, como también pasa por estos días con el desfinanciamiento de otros institutos como el de la música (Inamu), el de teatro (INT) o incluso el Fondo Nacional de las Artes (FNA). De este modo, con la producción cultural jaqueada, y en particular con la audiovisual que sin duda es una industria y una gran fuente de trabajo, uno de los pocos focos de producción que aún subsisten en el país es el que generan las plataformas, con Netflix a la cabeza, que aún disfruta de las mieles que supone el éxito mundial de El Eternauta, que ya prepara una segunda temporada y que sin duda ha dejado, más allá de la inversión, ganancias siderales al gigante del streaming y una imagen altamente positiva de lo que se puede hacer en Argentina porque si hay algo que abunda es talento. Se trata de un dato a favor en medio del desierto laboral y simbólico que, entre muchas otras cosas, pone a la vista la ausencia de producción de parte del Incaa, es decir del Estado, que en otras épocas fue el verdadero motor de la producción audiovisual argentina gracias a su círculo virtuoso de financiamiento (hay una ley que así lo indica) y que le dio en sus comienzos oportunidades a realizadores como el mismísimo Bruno Stagnaro, que hoy brilla en el mundo por El Eternauta, más allá de toda su carrera previa. Pero la gran pregunta es, más allá del debate que hay que dar frente al intento de desaparición del Incaa y, más cerca de Rosario, de la imprescindible Ley de Cine de Santa Fe, dónde queda la identidad nacional que ese cine argentino que brilló en el mundo, que ocupó lugares en los más grandes festivales y que edificó las carreras de los referentes generacionales de la post dictadura, es decir de los últimos cuarenta años de la historia argentina, hoy está en retirada, porque está claro que Netflix es una empresa y hace negocios y esos comienzos “riesgosos” no están en su mesa de discusión. Para entender de qué se trata, y bienvenidas sean esas producciones porque en todos los casos son fuentes de trabajo para el enorme semillero de talentos que supone este país no sólo detrás de las cámaras sino entre actores y actrices de todas las generaciones, locaciones majestuosas de norte a sur de un territorio con una diversidad cultural, geográfica y estética descomunal, basta con ver los títulos que se vienen. En todos los casos, las producciones a estrenar tienen castings donde figuran actores y actrices consagrados, directores conocidos (no figuran mujeres realizadoras) y temáticas que en su gran mayoría apuestan a una franja ancha de público. En esa lista, a la que el gigante del streaming denomina Hecho en Argentina y así la promociona, aparecen películas como Lo dejamos acá, de Hernán Goldfrid, con Ricardo Darín y Diego Peretti; Parque Lezama, basada en la obra teatral homónima, con dirección de Juan José Campanella y las actuaciones de Luis Brandoni y Eduardo Blanco (también protagonistas de la pieza teatral); El último gigante, de Marcos Carnevale, con las actuaciones de Oscar Martínez, Matías Mayer e Inés Estévez, o La mujer de la fila, de Benjamín Ávila, protagonizada por Natalia Oreiro. Quizás un poco más atrás de esos focos que iluminan los nombres de las grandes marquesinas, aparezcan otras producciones como es el caso de un documental sobre Yiya Murano, con el testimonio de su hijo, bajo la dirección de Alejandro Hartmann; Risa, de Juan Cabra, que implica el debut en la actuación de la cantante Cazu, a quien acompañan Joaquín Furriel y Diego Peretti; o 27 Noches, del actor y director uruguayo Daniel Hendler, con Marilú Marini y Carla Peterson como protagonistas. La plataforma también anunció como estrenos inminentes (y claramente esperables) la tercera temporada de la exitosa serie Envidiosa, protagonizada por Griselda Siciliani; la nueva temporada de División Palermo, una de las sorpresas de los últimos años que sí podrían considerarse una apuesta a algo diferente, y el estreno de la primera temporada de En el barro, una especie de spin off de la exitosa El Marginal que comenzó en su momento en la TV Pública y finalizó, al menos por ahora, en el catálogo de Netflix. También en esa lista aparece como inminente para lo que resta de este año El tiempo de las moscas, serie basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro, protagonizada por Carla Peterson, Nancy Dupláa, Valeria Lois, Osqui Guzmán, Jimena Anganuzzi, Diego Velázquez, Carlos Belloso y Julia Dorto. Y en el mismo sentido, también se suma la ya anunciada Las Maldiciones, serie creada por Daniel Burman, basada en otra de las novelas de Claudia Piñeiro, un drama de corte político protagonizado por Leonardo Sbaraglia y Gustavo Bassani. Entre las producciones que habían sido anunciadas el año pasado y que ya están disponibles, aparece Atrapados, una serie en formato thriller rodada en el sur del país, protagonizada por Soledad Villamil, Juan Minujín y Alberto Ammann, basada en la novela Caught del norteamericano Harlan Coben, dirigida por Miguel Cohan y Hernán Goldfrid, que fue uno de los mayores éxitos de los primeros meses de este año. Y el reciente estreno, e igualmente exitoso, de Las mil muertes de Nora Dalmasso, una serie documental de tres capítulos electrizantes, dirigida por Jamie Crawford, que cuenta los hechos acontecidos en Río Cuarto en noviembre de 2006. Entre más, otro dato a tener en cuenta es la centralidad en la producción de Netflix: las series o películas que aparecen entre sus intereses distan mucho de aquél cine diverso y plural que se pudo ver hace unos años, con creadores contando historias y realidades de sus propios lugares en medio de la vastedad de un país que, también desde la producción audiovisual, parece haber abandonado el federalismo para reivindicar el viejo dicho que sostiene que “Dios sólo atiende en Buenos Aires”.
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