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» Elterritorio
Fecha: 21/06/2025 05:33
Claudia Da Costa pasa sus días en una cárcel de Misiones por haber organizado el asesinato de su esposo. Pruebas que salieron a la luz y su vínculo con el sicario sábado 21 de junio de 2025 | 2:30hs. Después de haber sido excarcelada, la mujer fue capturada en Luján por equipo de la Saic de Misiones. Foto: archivo A 20 kilómetros del casco urbano de El Soberbio no se veía ni escuchaba nada en la noche del 21 de junio de 2013. Salvo los estruendos de los disparos que colmaron el ambiente del paraje Campín Largo, donde el matrimonio de Ángel Altísimo y Claudia Rosa Pereyra Da Costa vivía con sus hijas. Altísimo fue baleado en el pecho cerca de las 21. Las lesiones fueron irreversibles y falleció al día siguiente, en el hospital Samic de Oberá. No se sospechaba, hasta horas más tarde, que la persona detrás del ataque fuera de su esposa. La clave para empezar a encauzar la investigación y trazar la hipótesis del sicariato fue la confesión de una de las hijas de la víctima, que además fue una de las primeras en acudir a la escena del crimen. La joven de entonces 20 años delató ante la Policía que su madre la convocó a que limpiara el lugar exacto donde Altísimo cayó malherido. A eso le siguieron operativos de rastrillaje, pericias y rastreos telefónicos que ratificaron la participación de Da Costa en el crimen y su vínculo con los sicarios. En el hogar los agentes también encontraron vainas servidas de un arma calibre 38 ocultas dentro de un horno a leña y una pistola del mismo calibre entregada la propia hija del matrimonio a la Policía, horas después, lo que permitió confirmar que esa era el arma homicida. Por el asesinato de su esposo, Claudia estuvo presa un año, hasta que pagó una caución fijada por el juez de San Vicente, Demetrio Cuenca, y recuperó su libertad por falta de mérito en 2014, junto a otros tres sospechosos: Jorge Dos Santos, “Lobi” Ferreira y Sergio Molinari. Con disconformidad, la Fiscalía de Instrucción apeló parcialmente esa medida y solicitó que la mujer y Ferreira fueran detenidas nuevamente ante las pruebas que pesaban sobre ellos y el peligro que se corría de que se fugaran del país. Algo similar ocurrió aquel tiempo: es que después de ser excarcelada, no se supo más nada de Da Costa en el territorio provincial. Poco después, mediante rastreos informáticos y bancarios, identifican que desde su cuenta se habían hecho extracciones de dinero en El Soberbio, Aristóbulo del Valle, Colonia Aurora y Oberá. Siguientes investigaciones arrojaron que era una presunta pareja de la mujer que ocupaba sus tarjetas y le enviaba efectivo a Buenos Aires, donde se escondía desde 2014. Con esos datos, la mujer fue recapturada en octubre de 2015 en el partido de Luján y trasladada a la tierra colorada. La instrucción que le siguió y la ventilación de las pruebas en su contra terminaron por declararla culpable del homicidio de Ángel Altísimo, junto a Ferreyra que fue enjuiciado por ser quien arremetió los disparos contra la víctima. En el debate oral que se realizó en 2018 en la sala del Tribunal Penal de Oberá, un investigador del caso la describió como “una mujer fría y ambiciosa. Fue ella quien planificó el asesinato, la condena es justa”. Autoincriminada En su primera declaración policial, Pereyra Da Costa admitió haber contratado a sicarios para que atacaran a su esposo. Pero luego se desdijo y, en instancia de debate oral, negó toda acusación en su contra. Entre otros testimonios que apuntaron con fuerza a su vinculación al crimen, se ubican las versiones de las hijas menores del matrimonio. Durante el juicio, Camila Altísimo logró declarar que días antes del homicidio, su padre la contactó y le compartió haber tenido un cruce con su esposa, sin imaginar que eso auguraba lo peor: "Me dijo que mi mamá le apuntó con el revólver y le amenazó. Ella le dijo que lo iba a matar si no le dejaba irse de la casa". Esa oración fue suficiente para reconstruir e imaginar un matrimonio que, para la agresora, era un martirio. Lejos de justificar el acto, los testimonios fueron eslabón clave para armar el contexto del crimen y reconocer la responsabilidad de la mujer. A la postura de Camila se sumó la voz de Andrea, la más chica de la casa. Con 15 años, la joven compartió entonces que en su cotidianidad presenciaba tensas discusiones entre sus padres. Ante el Tribunal contestó que “siempre discutían y una vez mi mamá agarró un cuchillo y amenazó a mí papá”. Pericias a cargo de la Secretaría de Apoyo para las Investigaciones Complejas (Saic) detectan llamadas entre el número de celular de la condenada y “Lobi” Ferreyra, uno de los sicarios. Por el 2013, el hombre purgaba una condena y tenía salidas transitorias desde la cárcel de Oberá. Fuedurante esos momentos en el exterior que ambos -que se presumió por mucho tiempo eran amantes- habría organizado el crimen que conmovió a todo un pueblo. Pidió a su hija que esconda el arma Diana Altísimo declaró ante el Tribunal de Oberá en 2018 que su progenitora le pidió que escondiera el revólver calibre 38 que usaron para atacar a su padre. Da Costa también le ordenó que lavara el lugar donde el hombre se desplomó al recibir los disparos. Según le dijo la mujer, el arma “no se podía mostrar a la Policía porque íbamos a ir todos presos”, refirió. Con angustia, la joven aclaró que acató a cada pedido, desconociendo de la crueldad de lo que su madre había hecho: “Yo hice todo lo que me pidió porque nunca pensé que mi mamá tenía algo que ver”. En otro tramo de su alocución ante los jueces, compartió cómo fue el encuentro familiar en el velorio, donde la agresora demostró una notable indiferencia a la muerte del padre de sus hijas. "Yo lloraba mucho y mi mamá me decía que no era para llorar, que me quede tranquila. Pero cómo no voy a llorar, si mi papá era una persona muy buena", lamentó angustiada.
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