21/06/2025 09:32
21/06/2025 09:31
21/06/2025 09:31
21/06/2025 09:31
21/06/2025 09:30
21/06/2025 09:30
21/06/2025 09:30
21/06/2025 09:30
21/06/2025 09:30
21/06/2025 09:30
Parana » Informe Digital
Fecha: 21/06/2025 05:24
Los ministros de Economía suelen ser, en todos los casos, los fusibles de los presidentes. Esto se ha visto incluso en figuras destacadas y exitosas como Cavallo durante la presidencia de Menem y Lavagna con Néstor Kirchner. El desgaste es aún más evidente cuando los planes económicos no son sostenibles y su impacto se limita a objetivos específicos. En este contexto, el caso de Caputo con Milei se agrava, ya que el Presidente es, ante todo, economista. Ayer, el periodista Marcelo Bonelli relató en su columna de Clarín una discusión entre ambos. Milei insiste en reducir el dólar a su piso de banda, mientras que su ministro de Economía, más pragmático, consideraría un valor intermedio más adecuado. Un dólar a mil pesos resuena como un potente eslogan, equivalente al “uno a uno” de los noventa, cumpliendo en parte la promesa electoral de Milei de dolarizar: cuanto más bajo sea el dólar, mayores serán los salarios en dólares de los votantes, a pesar de que las paritarias sean cero o un uno por ciento, sin que importe lo que realmente se pueda adquirir con esa cantidad en el mercado interno. La mayoría de los economistas prevén, tras las elecciones, una corrección del tipo de cambio (devaluación) y el levantamiento de las restricciones cambiarias que aún impone el cepo actual. Esta lógica se basa en el sentido común, pero no se puede descartar, como ha ocurrido en otras ocasiones históricas, el enamoramiento de un presidente con la herramienta que le permitió triunfar al redoblar la apuesta. Surge así la hipótesis de que el verdadero ministro de Economía no es Caputo, sino Milei, con el segundo como su secretario de Hacienda, encargado únicamente de las finanzas. Milei dejó claro en una columna que escribió hace algunas semanas para el portal Infobae que no le inquieta el déficit de cuenta corriente en dólares, es decir, las importaciones que crecen más del 30% y las exportaciones que apenas aumentan un 5% en comparación con el año anterior, así como el considerable gasto en turismo al exterior y con tarjeta, similar a lo que generan las exportaciones de Vaca Muerta. Estas fueron sus palabras: “Pensar en una estrategia de crecimiento liderada por las exportaciones tampoco tiene sentido, ya que implica exportar ahorro y, por lo tanto, reducir la inversión (a pesar de las quejas sobre el déficit de cuenta corriente, que sólo es negativo si proviene de un desequilibrio fiscal y no de decisiones privadas). “Vamos por un peso más apreciado, lo cual no debería preocuparnos, ya que las divisas que ingresen por estos sectores se destinarán al sector no transable de la economía (es decir, servicios), donde este sector no solo es más intensivo en mano de obra, sino que la velocidad de creación de empleos es considerablemente mayor”. Aunque no exista déficit fiscal (como el que se registró durante la Convertibilidad con Menem), no es cierto que la economía argentina pueda sostener un déficit de cuenta corriente de mil millones de dólares mensuales sin que ello resulte negativo simplemente porque provenga de decisiones privadas, tal como sostiene Milei. Siempre que los fondos se utilicen de manera eficiente, un déficit de cuenta corriente puede permitir inversiones superiores al ahorro interno. Sin embargo, no es lo mismo que este déficit surja de préstamos que las empresas toman para adquirir maquinaria o realizar inversiones productivas, que impulsarán el crecimiento futuro y, además, serán transitorias, a que se genere por un consumo continuo de bienes suntuarios. Incluso en el caso más favorable, esto depende de la solidez financiera del país y sus instituciones: Chile ha tenido déficit de cuenta corriente financiado por inversión extranjera directa en minería durante más de una década sin inconvenientes, mientras que en Turquía los déficits de cuenta corriente financiados a corto plazo terminaron en devaluación. Lo mismo sucedió en España en 2007, cuando un déficit de cuenta corriente del 17% de su producto bruto, a pesar de contar con un superávit fiscal, condujo a una profunda recesión y un desempleo superior al 20% de su población tras el estallido de la crisis de las hipotecas. El título de esta columna utiliza una palabra central para la escuela austríaca, a la que Milei recurre con frecuencia: intertemporal. Desde esta perspectiva, la estafa de los Estados y sus gobiernos radica en tomar decisiones que deberán ser pagadas por las generaciones futuras, como el endeudamiento, por ejemplo. Inclusive los libertarios critican las Constituciones, pues son pactos sociales impuestos por una generación que condiciona a las siguientes con escasas posibilidades de modificación. La intertemporalidad se torna cuestionable no solo cuando se consume el futuro de las generaciones venideras, sino también cuando se agota el capital acumulado por las generaciones pasadas, como ocurre con la obra pública que permite a este gobierno registrar un superávit fiscal al dejar de invertir. La falacia intertemporal de Milei se manifiesta en ambas dimensiones: logra un superávit fiscal consumiendo el stock de infraestructura sin reponer y un superávit financiero al endeudarse, sin asumir el creciente pago de intereses que capitaliza como más deuda. Un axioma de los economistas es “flujo mata stock”: no importa cuán grande sea el stock (pasado), si el flujo (futuro) es negativo, se terminará consumiendo el stock; el mejor ejemplo son las herencias si los herederos no generan nuevas riquezas. Milei busca un dólar barato como parte de su estrategia política. Al igual que en 2023, la palabra dólar se ha convertido nuevamente en el mantra de la campaña electoral de octubre: hacer el dólar más accesible en cualquiera de sus formas. Ricardo Arriazu expresaba su moderado optimismo al señalar que esta vez Milei es quien, al recibir a Caputo con un presupuesto que contempla un gasto determinado, le pide que lo reduzca, a diferencia de lo que sucedía con todos los presidentes y sus ministros de Economía. Tal vez esta vez el problema no sea el déficit fiscal, sino el de cuenta corriente; pues podría darse el caso de que, al presentar el ministro de Economía las políticas cambiarias al Presidente, este le solicite que reduzca aún más el dólar. —————————— Continúa mañana
Ver noticia original