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  • Escenarios del conflicto Irán-Israel

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 21/06/2025 05:08

    Una columna de humo que emana de un lugar presuntamente atacado por Israel en la capital iraní, Teherán (Foto de SEPAH NEWS / AFP) Israel atacó en forma preventiva a Irán con el argumento de que su integridad nacional se encontraba en inminente y muy serio peligro, dado que si la nación islámica lograra fabricar armas nucleares, intentaría destruirlo, tal como amenazó reiteradamente. Un clásico de la geopolítica indica que la guerra es la diplomacia por otros medios, aunque la diplomacia nunca termina. Irán había firmado años atrás el Tratado de No Proliferación Nuclear, el que nunca fue firmado por Israel y EEUU. Irán tendría el derecho de concentrar uranio exclusivamente para uso civil y estaba en la sexta ronda de conversaciones con EEUU, sin lograr ponerse de acuerdo sobre el grado de concentración de uranio necesario para sus centrales nucleares, mientras EEUU negociaba cómo garantizar que Irán no fabrique armas nucleares. En opinión de expertos occidentales, Irán estaba aún lejos de alcanzar un objetivo de armar una bomba atómica, donde el uranio 90% es el grado bélico necesario, pero no es lo único suficiente. Pero Netanyahu se aferró a sus aliados de extrema derecha interna que lo convencieron que tarde o temprano, por esa vía tolerante, Irán tendría armas nucleares. Por las mismas razones prosiguen abortando cualquier acuerdo de reconocimiento del Estado Palestino y creen necesario ocupar definitivamente toda la Franja de Gaza y transformar Cisjordania en territorio regido por la ley de Israel. Algunos analistas occidentales indican que Israel no atacó para frenar la carrera de Irán hacia una bomba atómica, sino para socavar aquellas negociaciones porque Netanyahu considera que tal acuerdo le impediría alcanzar su objetivo de destruir total y definitivamente el programa nuclear iraní. Sin embargo, es muy poco probable que lo logre sin la activa participación de EEUU. Trump por ahora se resiste, ya que quiere obtener un triunfo diplomático más que uno militar. Las experiencias de EEUU en las últimas décadas parecen indicar que ningún país puede sostener su liderazgo global exclusivamente en base a la fuerza bruta militar. Además, EEUU tiene compromisos importantes con el mundo árabe, tiene en mente acuerdos con Putin sobre Ucrania y quiere concentrarse en Asia y en China. No puede regalar demasiados espacios de expansión geopolítica a sus competidores solo por defender a Netanyahu y su grupo de extrema derecha. El sistema antimisiles israelí Cúpula de Hierro intercepta cohetes, visto desde Ashkelon, Israel (REUTERS/Amir Cohen) Israel, actuando solitariamente, no logrará frenar a Irán. Tampoco Irán podrá doblegar a Israel. Por ahora Irán no se va a rendir ni renunciará al enriquecimiento de uranio, porque sería considerado una capitulación. Los bombardeos a sitios militares pueden seguir, pero tampoco garantizan llegar a las profundidades en sitios montañosos, donde están las centrifugas. Solo EEUU tiene los sistemas de armas para alcanzarlos. Irán, con escasas defensas antiaéreas, claramente quiere retomar las negociaciones, ya que la firma de un acuerdo sigue siendo su mejor protección contra Israel. El régimen de los ayatolás está debilitado, pero se sostiene por la tradición nacionalista imperial de la antigua Persia, aunque la polarización religiosa la está destruyendo desde adentro. Es probable que el real mando nacional ya esté en manos militares y que el ataque externo refuerce al régimen. Lo que está en juego a partir de ahora es si los ataques israelíes logran destruir su espíritu de lucha, la voluntad de Irán de avanzar o no; que Netanyahu hable urbi et orbi de asesinar al ayatola Khamenei indica cierta debilidad para lograrlo. Es poco probable que Irán acepte un acuerdo a punta de pistola; Irán debe estar considerando una diplomacia a medida que el daño siga aumentando, porque intentará hacer aparecer a Israel como un agresor irracional. Logrado eso Teherán podría optar por pedir la paz, lo que llevaría a un acuerdo que limite su programa nuclear. Y proseguir las negociaciones con EEUU. También entra en juego la situación política interna en Israel. Al inicio de todas las guerras los pueblos apoyan masivamente a sus gobiernos en base a los argumentos oficiales expuestos. Pero luego se van ampliando las visiones alternativas. La ceguera ideológica o la obsesión religiosa son buenas para retener adeptos fieles pero malo para juntar voluntades mayoritarias. Tanto los ayatolás como la extrema derecha israelí han incursionado largamente con esas tácticas, pero a la larga van a ser considerados errores estratégicos. Además, están los intereses personales de los líderes, que arrastran a los pueblos a batallas con más sacrificios en vidas humanas que los absolutamente necesarios. Los problemas judiciales de Netanyahu son harto conocidos y por eso quiere prolongar la guerra para seguir bloqueando las suspendidas elecciones internas, que probablemente lo dejarían lejos del poder. La prolongación del conflicto militar tiene sus riesgos en el ordenamiento geopolítico global. El dinámico panorama geopolítico de Oriente Medio, también pone lo suyo. Si bien al inicio Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y otros Estados del Golfo compartían con Israel las preocupaciones sobre Irán, la situación ha cambiado drásticamente. Israel se perfila cada vez más como una potencia hegemónica regional, mientras Teherán parece una amenaza mucho menor para el mundo árabe y ven con buenos ojos que EEUU logre un acuerdo nuclear con Irán, para lograr un nuevo equilibrio de poder en Oriente Medio. La continuación de la guerra es peligrosa, ya que casi todas las poblaciones árabes se han volcado a un decidido apoyo a la causa palestina y potencialmente podrían inclinarse por Irán. Riad se verá obligado a exigir el fin de la guerra en Gaza y un futuro político viable para los palestinos. En 2023, Arabia Saudita normalizó las relaciones con Irán, en un acuerdo negociado por China, logrando finalizar los ataques hutíes contra Arabia Saudita y los EAU. Arabia Saudita ha acogido con entusiasmo la idea de crear un consorcio nuclear regional con Irán para gestionar conjuntamente el enriquecimiento de uranio. Finalmente, China y Rusia, también están involucrados en forma indirecta en este conflicto. La eventual caída de Teherán implicaría una fuerte presión sobre Pakistán, lo que afectaría el corredor Sur de la Ruta de la Seda china, una escalada hacia el conflicto EEUU-China, que por ahora nadie desea. Las capacidades de Israel e Irán Israel ha demostrado a lo largo de las últimas décadas una clara superioridad por sobre sus vecinos en los campos militares y de espionaje. Sus acciones de inteligencia han sido muy eficaces para eliminar a los altos mandos de Hezbollah e Irán. Seguramente cuentan con ayuda externa, pero todo eso no sería posible si no se tiene una red de agentes propios (Mossad), operando sobre el terreno. La explicación más difundida es que en el caso de Irán se trata de ciudadanos iraníes motivados por el odio al régimen ultra-religioso de los ayatolás (la “policía de moralidad” del régimen detuvo a Mahsa Amini, de 22 años, fallecida en cautiverio, por no llevar el cabello completamente cubierto con el velo obligatorio). Es que las polarizaciones extremas generan odio y llevan a profundas divisiones internas que pueden conducir a guerras civiles o a desastrosas intervenciones externas. Así como lo hicieron en el Líbano, Israel intentará que los iraníes enfoquen su ira contra el régimen religioso por “malgastar” tantos recursos en la construcción de un arma nuclear. En la guerra cognitiva descargada sobre ambas poblaciones, Israel tiene las de ganar, dadas las eternas insatisfacciones de la población iraní, siempre propensa a la rebelión contra su gobierno. Para disminuir su potencial económico, Israel podría destruir la industria petrolera iraní (4 millones de barriles diarios, tercer país por reservas) y sus enormes depósitos de petróleo, pero es poco probable que lo haga, porque provocaría un caos en los mercados energéticos. En represalia, Irán podría hundir fácilmente un par de buques petroleros o gasíferos en el Estrecho de Ormuz, o llenarlo de minas marinas, bloqueando así las exportaciones de petróleo y de gas, pero no tomará esa iniciativa porque afectaría a China, a Japón, otros clientes asiáticos y a sus renovadas relaciones con los países árabes exportadores de petróleo. Desde el punto de vista estrictamente militar, Irán se enfrenta ahora a Israel con bastantes limitaciones en su capacidad para contraatacar a tanta distancia (más de 1000 km), por su escasa fuerza aérea útil, lo cual lo obliga a usar misiles y drones, de los que sólo algunos penetran el escudo de las defensas de Israel y de sus aliados. Se irán desangrando mutuamente, aunque el panorama puramente militar, seguirá siendo más favorable a Israel. Los antecedentes La reconfiguración de Medio Oriente después de la Segunda Guerra Mundial comienza en 1948 con la Guerra de Independencia de Israel y la simultánea NAKBA (catástrofe o destierro forzado) palestina. Le siguieron sucesivas guerras que fueron armando el rompecabezas de Medio Oriente. 1956: Nacionalización del Canal de Suez. Dirigida por Nasser, un nacionalista panárabe; Israel corre en auxilio de Francia y Gran Bretaña. 1967: Guerra de los Seis Días. Israel ocupa los Altos del Golán (Siria), la Franja de Gaza, la mayor parte de la península del Sinaí (Egipto), desplaza a Jordania de Cisjordania (Palestina) y se queda con el control exclusivo de Jerusalén. 1973: Guerra de Yom Kipur. Israel tuvo que retirarse de algunos territorios y firmar acuerdos de alto el fuego con Siria y Egipto. 1982: Guerra del Líbano. Israel invade Líbano para contener la OLP de Arafat y se queda hasta el 2000. Allí nace Hezbolá, un grupo militante chiita formado para resistir la invasión israelí. 2006: Segunda Guerra del Líbano. Israel lanza una ofensiva militar en el Sur del Líbano. 2023-presente: Guerra entre Israel y Hamás. Ya explicado en artículos anteriores.

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