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Parana » Informe Digital
Fecha: 19/06/2025 17:56
Sin ser enólogo ni provenir del sector vitivinícola, Eduardo Tuite se aventuró años atrás en un proyecto que pocos consideraban posible: la elaboración de vino a tan solo 65 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, en Cardales. La Bodega Gamboa no solo se consolidó, sino que atrajo a visitantes y socios entusiastas en busca de una experiencia única. No contento con ello, Tuite decidió dar un paso más y abrir un nuevo capítulo: llevar la vitivinicultura a la costa atlántica argentina. Así fue como, motivado por vivencias en lugares como Chapadmalal y otros viñedos internacionales en Nueva Zelanda, Galicia, Chile, Uruguay y Grecia, el emprendedor eligió un terreno en el partido bonaerense de General Madariaga, muy cerca de Pinamar, para desarrollar vinos oceánicos, una tendencia aún inexplorada en Argentina. De esta forma, además de ofrecer vinos continentales y de montaña, sería ideal iniciar conversaciones sobre esta nueva corriente desde la Bahía Samborombón hasta Punta Alta. “La idea nació tras probar vinos en la zona de Chapadmalal. Consideré que era una alternativa excelente buscar un terroir similar en una ubicación distinta. Además, la cercanía a destinos turísticos como Pinamar, Cariló o Mar de las Pampas ofrece un enorme potencial al proyecto”, explicó Tuite a LA NACION. Con seis hectáreas plantadas y una bodega de 60,000 litros, el emprendimiento se enfoca en el turismo, la innovación y un nuevo perfil para el vino argentino. La búsqueda comenzó en 2022. Después de meses de análisis de suelo y evaluaciones climáticas, el equipo encontró un campo de 36 hectáreas, a solo 500 metros de la ruta 74, con bajos, lagunas, quebradas y ondulaciones, apto para la vitivinicultura. “Era el sitio perfecto”, coincidieron. “El lugar combinaba condiciones ideales para la plantación y, a la vez, poseía esa ruralidad que buscábamos para el desarrollo del enoturismo”, comentó. Junto a un grupo de ingenieros agrónomos y enólogos, comenzaron la plantación inicial de seis hectáreas con variedades como Pinot Noir, Sauvignon Blanc, Riesling, Malbec y Marselan. También están en la búsqueda de Alvariño, una cepa blanca característica de climas oceánicos. La primera cosecha se prevé para febrero de 2026, aunque será necesario esperar tres o cuatro cosechas para determinar cuáles son las variedades de uva que mejor se adaptan a la región. Están seguros de que los vinos blancos funcionarán bien, ya que se encuentran en zonas frescas donde el viento fuerte del Atlántico ayuda a mitigar los problemas que la humedad podría generar en las plantas. Marcelo Chocarro, gerente de Relaciones Institucionales de la bodega, explicó que el vino oceánico se caracteriza por un contenido alcohólico moderado, del 12,5%, con un cuerpo medio. “Nuestro objetivo es elaborar vinos frescos, con baja graduación alcohólica y buena acidez, características propias de las zonas oceánicas. Estos vinos son más livianos, no tan robustos como los mendocinos, debido a la menor exposición solar y a la mayor nubosidad. El promedio de lluvias es de 1200 milímetros anuales”, indicó. El viñedo establecido por Tuite presenta una nueva perspectiva para la vitivinicultura nacional, más conectada con el Atlántico y el turismo de experiencias. Uno de los desafíos ha sido la salinidad del agua en el terreno. Para solucionarlo, construyeron un reservorio y adquirieron un sistema de ósmosis inversa que permite desalinizar el agua antes de utilizarla para el riego. “Era esencial garantizar la calidad del agua para cuidar las plantas y proyectar a futuro”, comentó Chocarro. Este desarrollo, que ya cuenta con una bodega con capacidad para 60,000 litros, no se limita únicamente a la producción de vinos. Tuite ideó el proyecto como una propuesta integral. Al igual que en Cardales, donde los socios pueden tener su propio viñedo y elaborar su vino personalizado, en General Madariaga también se ofrece la opción de adquirir parcelas. Además, el plan incluye un restaurante, una sala de socios, cabañas entre pasarelas y un hotel rural. Inspirado en tendencias internacionales, Tuite apuesta por una nueva región vitivinícola en la costa atlántica. “El turismo enológico no deja de crecer en el mundo, incluso cuando el consumo de vino está en descenso. Hay un nuevo perfil de consumidor global que busca vinos con menos alcohol, más frescos, fáciles de beber, pero con buen sabor. Nuestro enfoque es hacia eso”, señaló Tuite. En un país históricamente enfocado en los vinos de montaña, próximos a la cordillera, esta iniciativa rompe el molde. “Argentina posee una costa inmensa y, si hubiera una mejor gestión del territorio, podríamos explorar muchos kilómetros con potencial vitivinícola, desde la Bahía Samborombón hasta Punta Alta. Hay un clima favorable, vientos atlánticos constantes, humedad controlada, sin grandes variaciones térmicas, lo que posibilita un nuevo perfil de vino argentino. Ya hay un pequeño viñedo en Macedo, pero esta es la primera bodega en el partido con impacto productivo regional”, indicó Chocarro. A pocos pasos de Pinamar, Eduardo Tuite impulsa un viñedo con uvas adaptadas al clima costero y se enfoca en vinos frescos y de baja graduación alcohólica. Aunque apenas inicia, este emprendimiento se perfila como una “piedra fundacional” para una nueva categoría en el mapa de la vitivinicultura nacional: los vinos oceánicos. No es un dato menor que, en la provincia de Buenos Aires, donde hasta hace poco no existía esta actividad, hoy están surgiendo inversiones privadas de familias que apuestan por el suelo bonaerense con una visión de largo plazo, “entre vacas y cultivos de trigo”. El proyecto de vinos oceánicos busca transformar Madariaga en un polo enoturístico. “Estamos explorando un nuevo concepto, tanto en lo productivo como en lo comercial y turístico. Es un desafío enorme, pero también una oportunidad de innovar y ofrecer algo diferente desde la costa argentina”, concluyó Tuite.
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