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» Derf
Fecha: 19/06/2025 13:45
Anticipar lo peor es un mecanismo mental más común de lo que parece. Puede aumentar la ansiedad, alterar el sueño y distorsionar la realidad. “Seguro pasa algo malo”, “esto no va a salir bien”, “si no contesta, es porque pasó algo grave”. Estos pensamientos que parecen pequeños deslices de preocupación son, en realidad, parte de un patrón llamado pensamiento catastrófico. Se trata de una distorsión cognitiva en la que la persona interpreta las situaciones inciertas como amenazas, imaginando automáticamente el peor desenlace posible. Y aunque muchas veces no sucede nada de lo que se anticipaba, el cuerpo y la mente reaccionan como si fuera real. ¿Por qué pensamos así? Este patrón tiene raíces evolutivas: anticipar peligros nos ayudaba a sobrevivir. Pero en la vida moderna, donde la mayoría de las amenazas no son físicas sino emocionales, sociales o laborales, el mecanismo se vuelve disfuncional. Las personas más propensas al pensamiento catastrófico suelen tener: – Alta sensibilidad al estrés – Ansiedad generalizada – Experiencias previas de trauma o inestabilidad – Tendencia al control o la perfección – En contextos de incertidumbre (como crisis económicas, enfermedades o cambios de rutina), el pensamiento negativo se intensifica. Este tipo de pensamientos no son inocuos. Pueden generar: – Insomnio o fatiga mental – Problemas para concentrarse – Ansiedad anticipatoria constante – Evitación de situaciones nuevas – Mayor irritabilidad y tensión física – Además, refuerzan el círculo vicioso: cuanto más creemos que algo malo va a pasar, más nos preparamos para eso… y más ansiedad sentimos. Detectarlo es el primer paso. Algunas estrategias para salir del bucle: – Cuestionar el pensamiento: ¿hay evidencia real de que eso va a pasar? – Aplicar la técnica del “peor, mejor y más probable escenario” – Practicar anclajes en el presente, como respiración o mindfulness – Limitar el consumo de noticias negativas o redes que disparan ansiedad – Escribir los miedos y luego volver a leerlos en frío – Consultar con un profesional si interfiere con la vida cotidiana Pensar distinto también se entrena. No se trata de volverse ingenuamente optimista, sino de reconocer que los pensamientos no son hechos, y que podemos aprender a ver las situaciones con más perspectiva. Con práctica y acompañamiento, es posible construir una mente más realista, flexible y tranquila.
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