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  • Una utopía libertaria

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 15/06/2025 11:23

    Cuando entre la realidad social anhelada y la experimentada hay tensiones dolorosas suelen surgir las utopías, mundos ideales donde reina la felicidad, productos de la fantasía razonadora impulsada por tendencias invencibles que moran dentro de cada uno. Sucede a veces que alguien se lanza sin elementos suficientes a construir la fantasía sobre el duro suelo de la realidad y muchas veces ésta lo llama al orden, porque la felicidad que ofrecen las utopías se ha vuelto sofocante y ya no se soporta. Así pasó con Platón, que en sus intentos de cambiar el gobierno de Siracusa terminó vendido como esclavo por el tirano Dionisio y a duras penas salvó la libertad y la vida. Si bien no reincidió en intentos prácticos, hizo uno teórico célebre: La República, un texto que trata de la justicia y de una organización social de rasgos totalitarios basada en la división en clases. Un falansterio en Entre Ríos Muchos siglos después, los experimentos de los socialistas utópicos, Robert Owen y Charles Fourier, también fracasaron. Fourier fue la inspiración del suizo Jean Durandó, que a fines del siglo XIX fundó un falansterio en Colonia Hughes, departamento Colón, con 120 miembros que a algunos les parecían esclavos. Durandó tuvo fama de estafador, pero también tenía sus puntos de místico: había prometido a sus seguidores resucitar al tercer día, como Cristo. Aquella gente tenía una fe tan redonda que lo vistió con sus mejores ropas y lo paseó en carruaje tres días rezando y cantando a la espera del milagro. Al final, desengañados, llevaron el cuerpo al cementerio y lo enterraron en una fosa común. Libertad para osos Una utopía moderna, que combina el antiestatismo con el capitalismo, condujo a principios de siglo a cientos de "libertarios", unidos por el rechazo a la justicia distributiva, a iniciar un experimento en Grafton, una pequeña ciudad del estado de New Hampshire, Estados Unidos. Tomaron en serio la promesa de no cobrar impuestos, pero la falta de recursos que siguió provocó el amontonamiento de la basura en las calles. Los osos de los bosques cercanos aprovecharon la oportunidad, invadieron la ciudad que ya tenía problemas inesperados de todo tipo y la experiencia fracasó. Próspera no prospera Actualmente, está en vías de fracasar otro experimento libertario "puro", el de Próspera, una ciudad levantada en parte de la isla atlántica de Roatán, en Honduras, concebida por Erick Brimen, un inversor venezolano que es su director ejecutivo. Según Brimen su intención es el lucro, pero también lograr un enclave de prosperidad en la pobre Honduras. En 2013, el gobierno hondureño del terrateniente Porfrio Lobo aprobó las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), que permitieron la creación de Próspera, una ciudad que no sigue las normas de la constitución hondureña, por lo que está cuestionada por la justicia. El modelo de Próspera fue propuesto por el economista estadounidense Paul Romer, uno de los tenidos en cuenta por Javier Milei. En Honduras de discute la aplicación del fallo de inconstitucionalidad de Próspera, ya que para aplicar el libertarismo debe saltarse varios artículos de la constitución. Próspera sigue funcionando gracias a un contrato que le permite continuar dentro de la legalidad posible. En Próspera el impuesto a las ventas es del uno por ciento, no se grava la renta y se permite a cada empresa elegir el marco regulatorio que le resulte más conveniente o crear uno a su gusto. La turbia oportunidad Algunos emprendedores extranjeros han visto las ventajas libertarias de Próspera para avanzar con proyectos que serían imposibles en sus países. Gracias a una desregulación muy generosa, se instaló "Minicircle" en Próspera, una empresa que aplica inyecciones de follistatina a 25.000 dólares la dosis para frenar el envejecimiento. El tratamiento no está autorizado en los Estados Unidos, pero en Próspera reina el liberalismo y no hay problemas El empresario norteamericano Bryan Johnson se instaló en Próspera para intentar relanzar su edad biológica fuera de las molestas normas que establecen las regulaciones. Esta promesa de longevidad, si no de inmortalidad, es iniciativa de Nikolas Anzinger, un economista alemán que busca acelerar tecnologías de longevidad en jurisdicciones con máxima libertad individual. Para él no hay conflicto con la soberanía hondureña porque todo lo que hace es voluntario, más allá del negocio y los resultados Anzinger es un simpatizante de Milei y de Donald Trump. Ve amplias posibilidades para sus iniciativas en nuestra América, un terreno fértil para plantar sus ideas, en particular El Salvador, Paraguay y Argentina. No vendría mal recordar, a propósito de ideas que más bien parecen extravíos, al filósofo rumano Emile Cioran, que puso en guardia contra ilusiones que los seres humanos suelen hacerse sobre sí mismos y su participación en la historia y el devenir, de la que las utopías son una muestra palpable. De la Redacción de AIM.

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