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Colon » El Entre Rios
Fecha: 15/06/2025 08:30
El mercado financiero puede parecernos volátil, veleidoso, histérico, incomprensible o irracional. En especial, para quienes necesitan que los precios sean diferentes de los que son. El precio de un activo financiero refleja las expectativas de retornos futuros, descontados a una tasa que incorpora el riesgo que el mercado asigna a la concreción de esos retornos futuros. Cuanto más seguros estemos respecto del futuro, menor tasa de descuento usaremos, y viceversa, a mayor incertidumbre corresponderá una mayor tasa de descuento. Este ejercicio no siempre da como resultado valuaciones ideales, o perfectas. Los bonos del estado argentino son un ejemplo claro de la diferencia entre lo prometido y el riesgo de alcanzarlo. Con precios que oscilan alrededor de 70% del valor nominal y rendimientos que promedian 11% anual, los precios no sugieren que haya un riesgo inminente de default, pero tampoco permiten refinanciar los vencimientos de capital en el mercado. Parecerían estar en un limbo, entre el cielo y el infierno. Por eso mismo, configuran una paradoja: si Argentina no logra refinanciar los vencimientos, debería aumentar el riesgo de default, pues ni el esfuerzo fiscal ni el esfuerzo de balanza de pagos parecerán realizables. Sólo si los rendimientos bajaran lo suficiente, Argentina podría volver al mercado a refinanciar los vencimientos y generar un círculo virtuoso. Para que baje el riesgo-país, necesitamos poder emitir deuda, pero para poder emitir deuda necesitamos que baje el riesgo-país. ¿Cómo salir del intríngulis? El mercado financiero, que podrá ser veleidoso e histérico, pero no come vidrio, le ha puesto precio a esa salida: Argentina debe acumular reservas en el Banco Central, o el Tesoro debe comprar sus propios dólares en el mercado. Con o sin razón, el mercado le pide a Argentina cosas que no les pide a otros países, que refinancian sus deudas sin problemas en el mercado. Lo nuestro es un problema de historia. Mejor dicho, de prontuario. El FMI parece pensar lo mismo, y por eso planteó metas ambiciosas de acumulación de reservas en el acuerdo reciente. Consciente del tema, el Gobierno reaccionó esta semana con el anuncio de una nueva operación de financiamiento con bancos, por US$ 2000 millones y la emisión de nuevos bonos pagaderos en pesos, pero que se suscriben con dólares. Eliminó, para los no residentes, la obligación de mantener sus posiciones de carry trade durante al menos seis meses, en el afán de incentivarlos a usar sus dólares para comprar títulos en moneda local. Son intentos por aumentar las reservas sin necesidad de comprarlas en el mercado. Los bonos reaccionaron bien, pero un par de días más tarde volvieron al punto inicial. ¿Por qué? El mercado quiere ver al BCRA y al Tesoro comprando dólares en el mercado libre de cambios, y que el precio del dólar se fije con todos los actores en juego. Justo lo que el Gobierno no quiere hacer durante esto que ha llamado fase de desinflación. Que el mercado podría pensar que es un forma rebuscada de llamar al período preelectoral. Por eso, el Gobierno acude a soluciones de corto plazo y dudosa sostenibilidad, que no mejoran la visibilidad de un futuro que excede el corto plazo y no resuelve la paradoja del riesgo-país y la capacidad de emitir. La secuencia de fases del programa económico ha cosechado logros más allá de lo predecible, y merece el beneficio de la duda. Pero los dólares son de los que los tienen, y ellos tienen el derecho de decir cuánto del futuro ideal que plantea el Gobierno merece estar en los precios presentes. El veredicto parece ser que los riesgos, aunque menores, todavía son altos. Fuente: El Entre Ríos
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