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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 15/06/2025 04:40
Estudios revelan que el cerebro masculino sufre una reorganización funcional cuando el hombre se convierte en padre y se involucra en la crianza (Freepik) Aunque durante décadas la ciencia puso el foco casi exclusivamente en la maternidad, una creciente línea de investigación neurocientífica demuestra que el cerebro del hombre también se transforma con la llegada de un hijo. La evidencia acumulada en los últimos años indica que convertirse en padre no es solo un cambio de rol social, sino una experiencia biológica, emocional y cognitiva profunda. ¿Qué sucede en el cuerpo y la mente del varón cuando se involucra en la crianza? En el Día del Padre, Infobae consultó a especialistas para comprender cómo se manifiesta este proceso y por qué sus efectos son mucho más amplios de lo que históricamente se pensaba. Una mirada científica a la paternidad: lo que ocurre en el cerebro masculino La paternidad activa genera cambios en zonas cerebrales ligadas a la empatía, la lectura emocional y la función ejecutiva, según expertos (Freepik) El neuropsicólogo español José Antonio Portellano explicó que “hay zonas en el cerebro del hombre que pierden sustancia gris y, al mismo tiempo, esa pérdida de neuronas muy poco consistente se compensa”. Según el autor de Neuropsicología infantil, se trata de un ajuste estructural vinculado a nuevas necesidades cognitivas: “El propio cerebro se adapta a la nueva situación y facilita que en el lóbulo frontal, que es donde está la toma de decisiones, programación de la conducta, la función ejecutiva, haya modificaciones”. Desde una mirada complementaria, el doctor en Psicología y docente Flavio Calvo (MN 66.869) describió a este medio que “al convertirse en padres, los hombres activan mucho más las áreas del cerebro relacionadas con la empatía y las habilidades sociales”. Esto implica que el cerebro comienza a estar “más orientado a comprender y conectar con los otros, especialmente con su bebé”. En las interacciones con su hijo, como el contacto visual o físico, se activan las llamadas neuronas espejo, responsables de decodificar gestos, emociones y necesidades. Al cuidar a su hijo, el cerebro del padre activa neuronas espejo que facilitan la interpretación de gestos, emociones y necesidades (Pexels) Esta activación del “cerebro social” también fue subrayada por la licenciada en Psicología con orientación Perinatal y Reproductiva María Agustina Capurro (MN 69748): “Al igual que en las mujeres madres, hay modificaciones cerebrales en áreas relacionadas con la empatía, la regulación emocional y la lectura de señales sociales. Estas transformaciones no ocurren solo por el nacimiento del bebé, sino por el contacto, la implicación afectiva, la disponibilidad”. Ambos especialistas coincidieron en que estas modificaciones dependen de una paternidad activa. “Lo interesante es que los cambios suceden y especialmente se activan cuando existe una paternidad implicada desde los tiempos tempranos del bebé. Es decir, cuando se comparte bioma, cuerpo y campo emocional cotidianamente”, detalló Capurro. Para Calvo, “el cerebro se adapta para que el papá pueda acompañar con más presencia, paciencia y comprensión esta nueva etapa de la vida”. Testosterona, oxitocina y otras hormonas que moldean al nuevo padre La baja de testosterona permite que aumenten otras hormonas como la oxitocina y la prolactina, vinculadas al cuidado y la ternura (Freepik) Los cambios neurobiológicos también afectan el equilibrio hormonal. Portellano señaló que “hay evidencia científica de que el hombre reduce, por un periodo temporal, la testosterona”, lo cual lejos de ser una desventaja es “adaptativo, ya que facilita el cerebro social”. Este descenso permite el desarrollo de emociones más empáticas y fortalece el vínculo con el bebé. Esta afirmación coincide con un estudio longitudinal publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) por la Universidad de Northwestern, que analizó a 624 hombres durante 4,5 años. El trabajo concluyó que los varones con mayores niveles de testosterona eran más propensos a casarse, y que al convertirse en padres sus niveles hormonales descendían de forma significativa. Además, los que participaban activamente en el cuidado tenían aún menos testosterona que aquellos menos involucrados. La reorganización hormonal y cerebral no es automática, sino que depende del nivel de implicación afectiva del padre desde el inicio (Freepik) Calvo explicó que este fenómeno tiene lógica evolutiva: “De alguna manera, el cerebro del hombre se prepara para un cambio importante cuando llega la paternidad. Es como si dejara de enfocarse tanto en buscar pareja o sexo y empieza a concentrarse más en cuidar a su hijo”. Según el especialista, al bajar la testosterona “pueden subir los niveles de otras hormonas que mejoran el vínculo emocional, como la oxitocina, la dopamina y la prolactina, que son las que ayudan a que el padre sienta ternura, disfrute del contacto con su bebé y tenga más ganas de involucrarse en el cuidado diario”. “Es todo un ajuste interno que permite que el hombre se vuelva más sensible, presente y conectado con su nuevo rol de padre”, enfatizó. Capurro agregó que esta reorganización tiene un fuerte componente vincular: “La testosterona está asociada a la competencia, el dominio, el impulso sexual; su disminución en la etapa postparto se pone al servicio de una disposición más sensible y empática”. No obstante, insistió en que “este cambio no es automático ni universal: ocurre más marcadamente en varones que están involucrados emocionalmente en la crianza. La biología no funciona sola, responde a la experiencia y a los vínculos que se construyen”. Una transformación evolutiva: del cazador al cuidador La implicación cotidiana del varón con su hijo produce transformaciones neuroendocrinas similares a las que ocurren en la madre (Freepik) Desde una perspectiva evolutiva, el cuidado paterno humano es un fenómeno relativamente reciente. Según el estudio citado por Portellano, solo el 5% de las especies de mamíferos presenta machos que cuidan a sus crías. Entre los primates, esta proporción es algo más alta, y se destaca en América del Sur con especies como los titíes y tamarinos. Sin embargo, nuestros parientes más cercanos, los chimpancés y bonobos, no practican cuidados paternales significativos. En su mayoría, los machos ni siquiera reconocen a sus crías. La aparición de la paternidad activa en la especie humana fue interpretada como una ventaja evolutiva. “Durante la transición a la paternidad, el cuerpo y el cerebro del hombre se adaptan para mejorar la conexión con su bebé. Se activan zonas cerebrales que aumentan la empatía y la sensibilidad a las necesidades del hijo”, puntualizó Calvo. Esta transformación lleva a un cambio de prioridades: “El cuerpo se acomoda para cuidar mejor al que ya llegó, aumentando así sus oportunidades de crecer sano y seguro”. Capurro reforzó este concepto al afirmar que “no se trata sólo de sostener a un bebé: se trata de estar disponible para una nueva vida que depende completamente de la presencia del otro. En ese sentido, la biología tiene un correlato con la vivencia y puede reorganizarse para facilitar el lazo. No es que ‘la naturaleza lo dispone’: es que el deseo de cuidar puede generar condiciones biológicas para hacerlo posible”. De la conquista al amor y la entrega: el relato psicológico Según Abadi, la paternidad desplaza el narcisismo y permite que el hijo se convierta en el centro emocional del padre (Freepik) El médico psiquiatra y psicoanalista José Eduardo Abadi (MN 44946) ofreció una lectura sobre cómo la paternidad redefine el recorrido psicológico de la masculinidad. “Naturalmente, en el devenir de la masculinidad la paternidad ocupa un lugar central por varios motivos, no solamente por lo que significa el cambio, sino el cambio en cuanto a una nueva manera de estar inserto en las relaciones interpersonales y un distinto lugar social”. Según él, hay una secuencia que va “desde la soltería donde hay un hombre cazador, a la búsqueda, buscando seducir y conquistar”, hasta el surgimiento del amor estable en la pareja. Pero es con la llegada de los hijos cuando ocurre una transformación profunda: “El narcisismo, que es el estar enclaustrado en uno mismo, cambia radicalmente. Nace alguien en el cual se deposita, delega, vuelca toda esa energía amorosa que se tiene. Alguien que para es más importante que uno mismo”. Desde esta perspectiva, la paternidad implica una redistribución del yo y una reformulación del deseo. “Ya el mundo interno del hombre devenido padre es otro y la riqueza, el cambio, el compromiso, la responsabilidad y la percepción de un totalmente distinta de amor tiene lugar”, sintetizó Abadi. La implicancia emocional y social de una paternidad presente Según Capurro, un entorno empático y participativo favorece la salud mental del padre, del hijo y de toda la familia (Freepik) Para Capurro, las nuevas formas de paternidad tienen un impacto directo en la salud emocional tanto del hombre como del entorno familiar: “Estas paternidades, más cuerpo a cuerpo, en contacto con las necesidades primarias de un hijo o una hija, también son posibilitadoras de construir masculinidades más libres, más en contacto con una emocionalidad saludable”. Esta emocionalidad se aleja del estereotipo del varón distante y austero. Según la especialista, “es una emocionalidad protectora de la salud mental, donde se pueda expresar la ternura, el cansancio, el hastío, la alegría, la emoción de ver crecer a un hijo. Todas esferas que por mucho tiempo estuvieron absolutamente negadas para los varones padres”. En ese sentido, destacó el valor social de estas transformaciones: “Más empatía, corresponsabilidad parental y capacidad para decodificar las necesidades emocionales de la nueva dinámica familiar favorecen contextos donde hay mayor circulación de ternura y menos violencia. Este es el germen de una sociedad menos violenta, más ligada al compromiso con la vida, el afecto y el cuidado”.
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