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  • Democracia degradada y ficción de institucionalidad

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 15/06/2025 00:54

    En la Argentina nos habituamos a una secuencia de degradación de la democracia bajo la ficción de una declamada institucionalidad que no existe. Como si viviéramos anestesiados y sin reacción. Naturalizándolo. Es el caso de la investidura presidencial que Javier Milei deshonra. La legitimidad que le otorgó el voto popular la perdió en el ejercicio del gobierno. Endeudó una vez más al país, pulverizó el empleo, pisó sueldos y jubilaciones, se babeó con Donald Trump, se abrazó con el genocida Benjamín Netanyahu, agravió la memoria de los caídos en Malvinas, desfinanció la educación pública, promovió una estafa con criptomonedas, llamó héroes a los empresarios evasores en un coloquio de IDEA. Son tan solo muestras de una lista demasiado larga. Otro tanto ocurre con la Corte Suprema cuando hace de mandadera del poder económico más concentrado. Lo acaba de demostrar con la convalidación de una sentencia a prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos a Cristina Kirchner en una causa amañada por la Justicia Federal. Dos de sus tres integrantes actuales, Rosatti y Rosenkrantz, impusieron la mayoría en 2017 – junto a Highton de Nolasco – para avalar el dos por uno a condenados en juicios por delitos de lesa humanidad. El Congreso completa el círculo de agravios a la Constitución cuando se transforma en comparsa del Poder Ejecutivo. Incluso, bajo la sospecha de recibir coimas, como sucedió con el senador Edgardo Kueider, detenido y acusado de contrabando en Paraguay y aliado de La Libertad Avanza. En la Cámara Baja todavía brilla la mancha del festejo con asado que Milei compartió en Olivos con 87 diputados que apoyaron quitarle un miserable aumento a los jubilados. Para que todo aquello se vuelva invisible y funcione el verosímil de un país que malogró el populismo, con inflación presuntamente controlada y la gente de bien satisfecha, es necesario un ejército de periodistas obsecuentes y disciplinados. “Nos mean y la prensa dice que llueve”, explicaba Eduardo Galeano. Prensa que hace de vocera del establishment y no tiene pudor cuando le dictan qué preguntar en las entrevistas, como sucedió cuando Jonathan Viale protegió al presidente de extrema derecha deshaciéndose de una pregunta a instancias del asesor presidencial Santiago Caputo. El contrato social es violado de manera sistémica por la clase dominante y su irresistible poder de lobby. Ésa que ha manejado a piacere el país desde el empréstito de la Baring Brothers, la primera deuda externa contraída por Bernardino Rivadavia en 1824. Pasaron 201 años y nuestra dependencia se profundizó. Intentan transformarnos de nuevo en una colonia. Un Estado previo a la Revolución de Mayo aunque sin revolucionarios. Con héroes más terrenales, sin armas ni un ejército de milicias como las surgidas en las invasiones inglesas. Pero que empiezan a decir basta ante tanta represión, agravios y mentiras. Hoy la idea de pueblo adquiere su máxima potencialidad en la fuerza de su dimensión colectiva. Un aire que se respira en calles y plazas aunque la ministra Patricia Bullrich siga cebada con los gases y palos de las fuerzas de seguridad a su mando. Se percibe hace más de un año en las marchas de los jubilados y cómo van cosechando apoyos, en las multitudes que convocaron los estudiantes y docentes en defensa de la universidad pública y en la lucha del Hospital Garrahan y la solidaridad que despierta. Se observa ahora en las movilizaciones y vigilias para apoyar a Cristina. Y aunque quedó muy lejos el 17 de octubre de 1945, en algo se le parece a lo que sucede. Perón estaba preso en la isla de Martín García y la expresidenta está a punto de ser detenida. “El único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe sólo”, decía Hector Oesterheld. Nos lo recordó el estreno de la miniserie El Eternauta, basada en la historieta por entregas del destacadísimo autor, militante y víctima del terrorismo de Estado como casi toda su familia durante la dictadura genocida. Aquel héroe colectivo empieza a despertar lanzado a una lucha de clases en desarrollo que acaso no se perciba, pero existe, como decía John William Cooke. “No se trata como sostiene la reacción de un invento comunista”, explicaba el referente de la resistencia peronista. Se trata de la disputa no perecedera – como la historia lo demuestra – entre opresores y oprimidos, la tiranía del capital financiero y el pueblo como lo entendía el filósofo argentino Enrique Dussel. Un heterogéneo bloque social de excluidos que va camino a recuperar su energía en movimiento después de sucesivas derrotas, desencantos y tragedias como la del 2001. La marea humana calienta motores en el espacio vital donde se contagia: la calle. Con los jubilados a la vanguardia, los estudiantes, las mujeres, los profesionales de la Salud, las artistas, los distintos espacios colectivos y todos los desposeídos. Se van creando de a poco las condiciones subjetivas para una modificación en la correlación de fuerzas. No está a la vuelta de la esquina pero se vislumbra una luz al final del camino. La premisa parece pasar por la unidad en la acción contra la institucionalidad violada, como se lo propuso la izquierda del FIT a la propia Cristina en su casa. No es un momento para tibios ni demasiadas reuniones. El fascismo como una hidra de Lerna se desliza muy rápido y sin sutilezas. En la Argentina tiene en Milei a un exponente tan obsceno como temerario y dispuesto a todo. Sus mandaderos tras bastidores esperaban resultados concretos de la motosierra que están a la vista. Además se anotaron una nueva victoria táctica. Clausuraron a la dirigente política más importante de las últimas tres décadas sometida al escarnio por los dueños de un país en venta. [email protected]

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