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» Diario Cordoba
Fecha: 15/06/2025 09:37
"Lisa y llanamente, son dos barrios de una sola ciudad, que sólo han podido separar leyes y verjas coloniales británicas". Así describió, en 1970, Juan Velarde a Gibraltar y La Línea de la Concepción. A través de su libro 'Gibraltar y su campo', explica cómo las políticas británicas "aburguesaron" a la colonia y "proletalizaron" a la ciudad fronteriza. En el siglo XIX, es la importación de plata y la exportación de algodón y tabaco lo que sostiene aquella plaza, según Velarde. "Poco más cabe añadir para que quede aclarado el papel contrabandista de esta colonia inglesa", dice al respecto. El contrabando es el origen del narcotráfico en la zona. Desde que existe la doble frontera se han llevado a cabo distintas estratagemas para pasar productos más baratos o prohibidos de un lugar al otro. Quizás, el más curioso es el de los perros entrenados en Taraguilla a finales del siglo XIX. Llevaban y traían tabaco del Peñón. Estaban tan enseñados que se agachaban cuando veían a los guardias. Francisco Mena, de la coordinadora Nexos, recuerda aquello: "Les ponían fardos de tabaco y los perros solos llegaban a su destino". Se buscaban mastines, los perros más corpulentos posibles. Ya en la posguerra, llegaron las matuteras. Eran generalmente mujeres que habían perdido a sus maridos en la Guerra Civil y que pasaban todo tipo de productos de 'La Roca' hasta La Línea. Los hombres eran conocidos como estraperlistas y traían todo tipo de artículos de contrabando. Era la época en la que escaseaba el tabaco, pero también otro tipo de productos como el café. Las primeras narcolanchas El contrabando reaparecería en los 80, con la reapetura de la verja. Era la apertura a un nuevo mundo, la llegada a España de la democracia y el inicio de una forma de contrabando que iba a llegar para quedarse: los cargamentos a través del mar. Paco Mena explica que aparecieron las primeras narcolanchas: las Phantom. Las manejaban "los llanitos", dice el presidente de la coordinadora antidroga del Campo de Gibraltar. Sacaban grandes cargamentos de tabaco para venderlos de manera más barata en España. Corría el final de los años 80 y el narcotráfico tampoco se conocía en la zona como un problema extremadamente grave. Como mucho, estaban las vagineras, los muleros o los culeros. Era lo que se conocía popularmente en la provincia como "bajarse al moro". Llegaron entonces los problemas para los barcos pesqueros, sobre todo para los gallegos que estaban en Algeciras. Mena recuerda que cuando había que faenar bajaba un autobús con los trabajadores de Galicia y luego volvía a subir. Pero los problemas en el caladero marroquí hicieron que tuvieran que cambiar de negocio. "Ahí empiezan a aparecer las primeras narcolanchas de verdad. Vienen de Galicia y los lancheros son gallegos. Eran gomas lentas que trajeron porque Gibraltar prohibió las Phantom", explica. El hachís comenzaba a llegar a La Línea en kilos y kilos. El estigma Aparecen las primeras publicaciones en contra del tráfico y consumo de drogas en el Campo de Gibraltar. El primer libro que lo estudia desde un punto de vista criminológico es de Luis Miguel Sánchez Tostado, cuya primera conclusión es: "El Campo de Gibraltar se perfila como la mayor zona de España, y una de las mayores de Europa, en tráfico de hachís, siendo La Línea de la Concepción una de las ciudades del país con mayor índice de contrabando en relación con su número de habitantes". Sánchez Tostado reconoce ahora que recibió presiones por aquella tesis doctoral que aporta datos interesantes. En 1988 se decomisaron 18 toneladas de hachís, "aproximadamente 1/4 de lo capturado en toda España". Ya cita que hay "pequeñas mafias". Es decir, el fenómeno había mutado de los casos puntuales a los conglomerados. El autor ya pedía por entonces "buscar soluciones". "Si el Estado español permanece como hasta ahora, La Línea y otros pueblos como ella se 'nos mueren'". En conversación con El Correo de Andalucía, 35 años después y fuera del día a día del narcotráfico por estar centrado en sus proyectos literarios, recuerda que este ha sido el único libro que no ha presentado en su carrera. Llegan los clanes Con los años 90 llegan los clanes de la droga al Campo de Gibraltar. El primer gran capo conocido es Antón Vázquez, a quien la mayoría conoce por haberse paseado con un cachorro de león. Llegó a ir a la tele, pero en realidad era un marinero más de la zona. Con él, los marroquíes comienzan a darse cuenta de que están perdiendo dinero con el distribuidor, explica Mena. Si antes se compraba a un precio y se vendía a otro, en Marruecos, los productores se dan cuenta de que es mejor negociar ellos mismos y pagar solo por el transporte. Algunos chanchullos como robos camuflados de aprehensiones les obliga a meter en la lancha al llamado 'notario', un miembro de la banda que viaja desde el origen hasta el destino con la mercancía. Paco Mena explica que entonces ocurre un hecho internacional que convertirá a la postre a Marruecos en el primer productor de hachís del mundo. "La invasión de Afganistán, que antes mandaba para toda Europa, evita allí los cultivos". Corría el inicio del nuevo siglo y el narcotráfico se convertía en una realidad. "Se produce un gran boom. La gente de aquí empieza a independizarse y a crear sus estructuras. La flota pesquera gallega empieza a desaparecer". Mena explica que los grupos que van apareciendo en la zona se desgajan del principal. "Por eso todos se llevan tan bien, porque han trabajado juntos". Además, es una buena época. Llegó a conocer a un lanchero que cobró 60.000 euros en el año 2000 por transportar 5.000 kilos de hachís. Era una época anterior, en la que la violencia del narcotráfico no era tan conocida como ahora. "Los padres de los niños de ahora tenían hasta un código ético", dice Mena, algo que también se puede escuchar de boca de agentes que han patrullado el Estrello y la desembocadura del Guadalquivir luchando contra el narcotráfico. "Respetaban el valor de la autoridad: usted es un guardia y su obligación en detenerme. Ellos no se enfrentaban nunca. Si estaban alijando, tú corrías. El guardia no disparaba". "Esto no es bueno" El relevo generacional llega con el comienzo de la década de 2010. "Ahí hay más violencia. No paran, si se tienen que llevar al Guardia Civil se lo llevan". "Chapa con chapa", lo llamaron agentes que lucharon contra el narcotráfico. Hasta los antiguos narcotraficantes hablan de que "los niños de ahora no veas cómo son, esto no es bueno", afirma Mena. El mismo discurso ofrece Víctor, secretario provincial de la AUGC en la provincia de Cádiz. "Ya lo hemos visto, intentos de atropello, agresiones… Hay un flujo de tránsito marítimo brutal, tanto a nivel de hachís como de petaqueo. A plena luz del día, en todos los lugares. Cierto es que tenemos éxitos policiales, pero no estamos consiguiendo reducirlos", explica. Además, con esto ha introducido un nuevo elemento: las narcogasolineras en alta mar. La presión policial había comenzado a crecer en el Campo de Gibraltar. Se desarticulan grandes grupos, hay macrooperaciones contra el tráfico de drogas y, aun así, el hachís sigue llegando. Los narcotraficantes tienen mejores medios que los guardias civiles y la Policía Nacional y recuersos para invertir en I+D. El aumento del tráfico de hachís crecía. Los métodos para pasar los fardos se multiplicaban: narcolanchas, motos de agua, drones y ahora han llegado hasta submarinos. Es la época en la que comienzan a proliferar los clanes de Los Castañas, Kiko El Fuerte, El Messi del Hachís. Cocaína, petacas, armas de guerra El problema del tráfico de drogas en el Estrecho obligó a aumentar la presión policial. Esto, a su vez, provocó que los narcotraficantes llevaran su negocio hacia el noroeste, desviando sus rutas habituales. "Esto siempre ha existido. Con el tráfico de hachís siempre hemos tenido los flujos de desplazamientos. Había mucho desembarco de hachís en Barbate, pero cuando se desmantelaba se iban a Sanlúcar", afirman desde la AUGC. Ahora las rutas más comunes surcan los ríos, hasta por el centro de ciudades como Chiclana. La entrada de narcolanchas por el Guadalquivir es otro de los problemas. La mayoría de lo incautado son petacas de gasolina que abastecen a otras narcolanchas, pero no lo único. Los miembros de la Guardia Civil y la Policía Nacional se quejan de la falta de medios para poder actuar contra tanto flujo. De un tiempo a esta parte, además, la droga comienza a llegar no solamente de Marruecos. Ahora también lo hace de Sudamérica. Es decir, ya no entra solo hachís en narcolanchas, también llega la cocaína, que antes entraba a través de los contenedores del puerto de Algeciras. Incluso, se incautan narcosubmarinos cargados de cocaína con destino al río Guadalquivir. La cantidad de droga es tal que tiene que ser almacenada en las conocidas como guarderías. Estas necesitan protección, al igual que las plantaciones que hay en la provincia. Para ello se utilizan armas de fuego. La Guardia Civil ha anunciado esta misma semana que el pasado mes de mayo desarticuló a una organización en Cádiz que se dedicaba al suministro de este tipo de armas incautó 11 armas de fuego en la operación Resolute, incluidos un fusil de asalto y un subfusil. Desde la AUGC advierten que esta es la consecuencia de la llegada de la cocaína. El nivel de presión policial es alto. No hay semana en la que no se intervenga un cargamento o se descabece una organización. Este viernes, por ejemplo, se desarrolló otra operación contra los grandes capos del narcotráfico en el río Guadalquivir. La misma ya no solo implicó a Cádiz, sino que afectó a Sevilla. De hecho, el plan de lucha contra el narcotráfico en el Campo de Gibraltar ya ocupa seis de las ocho provincias andaluzas. Como recuerdan quienes se dedican al narcotráfico una y otra vez, la provincia de Cádiz es "la puerta de entrada a la droga que luego se consume en toda Europa". "Y si la puerta está abierta, entra de todo", advierten desde la AUGC. El nivel del negocio ha dado un crecimiento tan exponencial que, como explican otros consultados por este medio anteriormente, los narcotraficantes son cada vez más jóvenes, algo que incluso provoca accidentes en el mar por su inexperiencia. Mena lo lleva al cobro para poner un botón de muestra: si antes alijar se pagaba a 3.000 euros, ahora se paga a 2.000, "porque hay más gente dispuesta". Las penas, además, "compensan", dice el agente Víctor. Ejemplos del crecimiento que ha experimentado el tráfico de estupefacientes en la zona en las últimas décadas hay muchos. Sin embargo, la comparación, siempre odiosa, es lo más fácil para ver el auge del tráfico en la provincia de Cádiz. Recuerde la cifra de lo incautado durante todo 1988, según el primer libro dedicado al narcotráfico: 18 toneladas de hachís. Hace poco más de un año, en abril de 2024, en el Puerto de Algeciras se incautó un único camión que portaba 25 toneladas de esta misma droga procedente de Marruecos.
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