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» Tumisiones
Fecha: 14/06/2025 13:25
Este 14 de junio se cumplen cuatro años desde que Guadalupe Lucero fue vista por última vez. Tenía solo cinco años cuando desapareció en un barrio de San Luis Este 14 de junio se cumplen cuatro años desde que Guadalupe Lucero fue vista por última vez. Tenía solo cinco años cuando desapareció en un barrio de San Luis, y desde entonces su nombre dejó de ser solo el de una nena: se volvió un grito, un símbolo, una herida abierta. Hoy, Guadalupe está en todos lados, menos donde debería: con su familia. Está en la luneta de los colectivos, en los vidrios de los taxis, en los patrulleros. Está en los murales que la retratan con esa sonrisa que quedó detenida en el tiempo, en las preguntas de los chicos que no la conocieron pero la ven a diario pegada en las paredes. Está en el aire, como una presencia constante y ausente a la vez. Una niña que creció en la memoria colectiva, pero no en la realidad. Guadalupe está en los carteles que reclaman su aparición, en los stencils que comparten su nombre con el de otros niños perdidos, en las lágrimas que brotan sin explicación en los más pequeños, en cada marcha que grita por justicia. También está en la angustia de otras familias, como la de Loan Peña, que hoy atraviesan el mismo infierno y hacen las mismas preguntas sin respuestas. Este año, Guadalupe debería estar soplando nueve velitas. Usando su remera de Lilo y Stitch. Debería estar jugando, soñando, viviendo. En cambio, su familia sigue buscando respuestas. Su padre, en su última aparición pública, habló de una Justicia muda, paralizada. Más de cien testimonios duermen en un expediente que no avanza. Las promesas hechas durante la última campaña política fueron sepultadas por la indiferencia: ni la ministra de Seguridad, Nancy Sosa, ni el gobernador Claudio Poggi parecen recordar el compromiso que asumieron. Ni una sola medida concreta. Ni una acción firme para encontrarla. Peor aún, Guadalupe fue usada como bandera por algunos sectores durante la campaña electoral. Su historia, manipulada por operadores políticos y medios funcionales, fue arrastrada al barro de la política sin escrúpulos. Su dolor se convirtió en herramienta, y eso duele tanto como su ausencia. A pesar de todo, Guadalupe sigue. Está en una canción de Fernando Quevedo que canta: "cada noche sueño que tu voz / me reclama desde algún lugar". Está en la madre que sube al escenario cuando la invitan en los shows de “Los manyines de Cuyo”. Está en el cuplé de una murga que recuerda a las víctimas de la violencia. Está en las marchas por los derechos humanos, por los jubilados, contra el ajuste, por Ni una menos. Está también en el olvido institucional. En la falta de voluntad política. En un expediente paralizado. En las redes sociales cada Día del Niño, cada Navidad, cada fecha especial en la que su ausencia se hace más insoportable. Porque el país sigue preguntándose: ¿Dónde está Guadalupe? Hoy, cuatro años después, Guadalupe Lucero sigue estando en todas partes. Pero también sigue faltando. Su nombre es una herida abierta, una deuda de toda la sociedad. Y hasta que esa deuda no se salde, no habrá descanso posible. Porque no se trata solo de recordar. Se trata de buscar. Se trata de encontrarla. Fuente: El diario de La Republica
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