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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 14/06/2025 06:47
El papado de Francisco marcó un legado imborrable no solo para la historia de la Iglesia Católica, sino también en el curso de la humanidad (Fotos: archivo DEF) Vivimos tiempos de crisis, sin duda. Sin embargo, es justo reconocer que difícilmente exista un solo año, desde que el mundo es mundo, en el que pensadores, filósofos e intelectuales no hayan iniciado sus análisis con la paradigmática frase: “Vivimos tiempos de crisis”. Creo que ello es atribuible a que el futuro, en todos los casos, presenta incógnitas con múltiples respuestas y una carga importante de inseguridades que desalientan las certezas y el pronóstico de cualquier mundo previsible. El fallecimiento del papa Francisco causó una gran conmoción en el mundo, no solo entre su gigantesca grey católica, sino en todo el planeta –por múltiples razones–, entre ellas, el desaliento por la previsibilidad del futuro. Su presencia vital en la política internacional fue innegable, y es por eso por lo que deja un enorme vacío. El fallecimiento del papa Francisco causó una gran conmoción en el mundo El primer papa jesuita, el primer papa latinoamericano, el “papa del fin del mundo” no fue un hombre que generara indiferencia, sino, por el contrario, provocó adhesiones o resistencias sin mucho término medio. Llegó con firmes convicciones que se podrían condensar en una idea: “Procurar una iglesia para los pobres”. Esta definición, que a simple vista pareciera justa y razonable, según las nobles ideas y definiciones de la cristiandad, de inmediato chocó con estructuras sólidas y consolidadas durante siglos de poder de la Iglesia. Creemos que fue su férrea militancia personal, a la que aludimos como “la revolución de Santa Marta”, la que le permitió concluir, no sin sobresaltos, renuncias, controversias y reformas, sus años de papado, y dejar esa huella personal que ya lo trasciende y marca un giro copernicano difícil de desandar. Francisco marcó un antes y un después en la forma en la que administró y gestionó la Iglesia Católica La fuerza que sigue teniendo la Iglesia Católica Es que más allá de cualquier consideración religiosa, es indiscutible que la palabra de la Iglesia católica contiene un volumen y una sonoridad que se expande en todas direcciones y que impacta en todos los habitantes de nuestra aldea global. La llegada de Francisco al Vaticano en 2013 potenció de manera extraordinaria ese valor político insoslayable en las relaciones internacionales. Es que Jorge Bergoglio no solo fue una verdadera sorpresa: tampoco fue el papa algo conservador esperado por muchos, y más aún, tampoco fue un papa de transición, como lo sugería su edad al asumir su misión. Diríase todo lo contrario: fue un actor incómodo para muchos, imprevisible para otros y muy comprometido con sus ideales para todos, sin importar los costos que ello implicara. Heredó una Iglesia con graves problemas, como el alejamiento de los fieles de la fe católica, los abusos sexuales impunes durante décadas, la exclusión de los más pobres y necesitados, y también, la incomprensión de las minorías no aceptadas por el credo católico. El primer papa jesuita, el primer papa latinoamericano, el “papa del fin del mundo” no fue un hombre que generara indiferencia Quizás sean tan solo los síntomas del tiempo que le tocó gobernar, un mundo complejo al que se le sumó, durante el tránsito de su papado, la irrupción explosiva de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial, que crearon un imprevisto desafío global que de ninguna manera era ajeno a la Iglesia y a su feligresía. Son millones las personas que conviven con esta incertidumbre, que se suma a la creciente secularización de amplios sectores del planeta, una crisis económica y una desigualdad que se manifiestan al infinito por la vía de los nuevos métodos de comunicación y la expresión desangelada de las redes sociales. Francisco fue un actor incómodo para muchos Cómo Francisco actuó frente a la crisis de la Iglesia Católica A esta crisis multifacética, Francisco respondió con actos personales y acciones comprometidas que fueron cruciales durante su papado e, incluso, lo trascenderán, en la medida en que el tiempo permita cuantificarlos. Su vida asceta y ajena a toda pompa en lo personal, su apertura al diálogo y su compromiso total con los pobres y migrantes del mundo, la encíclica Laudato Si’, que vincula el medioambiente con la justicia social, su relacionamiento con todos los credos del mundo y su presencia en 60 países, lo volvieron un misionero de la paz en un mundo donde la guerra trona por doquier y necesita de líderes con inteligencia emocional, carácter y decisión que contengan a la humanidad en un momento tan crucial. Su vida terrenal se extinguió el 21 de abril de 2025, al día siguiente del Domingo de Pascua –con el simbolismo que la fecha trae para los católicos en el mundo–, luego de 12 años y 29 días de intenso y sorprendente papado. Su paso por la Tierra promovió cambios y señales muy difíciles de ignorar. El mundo no se detiene, menos aún su conflictividad. Y en un período de tiempo muy breve, la chimenea sixtina le anunció a la humanidad, por medio de su icónico humo blanco, el acuerdo cardenalicio de la elección de un nuevo papa. Y si Francisco en 2013 había sido una sorpresa absoluta para la inmensa mayoría del mundo, la elección de Robert Francis Prevost, un norteamericano con ciudadanía peruana con fuertes vínculos con América Latina, nuevamente fue una imprevista resolución, que pareciera traer, aun con diferencias de estilos todavía por verse, una continuidad y una visión común de la misión de la Iglesia en el siglo XXI. Acorde con los tiempos, la institución milenaria pareciera alejarse de sus antiguas estructuras rígidas y verticales, muchas de ellas con mínimos controles y conductas reprochables, para convertirse en una Iglesia donde prime la sinodalidad como sistema hacia el futuro. El mundo no se detiene, menos aún su conflictividad. Por eso fue clave la continuidad del legado de Francisco, a través de la elección del papa León XVI Ese concepto, que invita a caminar juntos, a escuchar la palabra del otro, y al compromiso de servir al mundo con humanidad y capacidad de apertura y comunión, pareciera el atributo que León XIV trae entre sus hábitos y que lo emparentan con el papa Francisco. Así como San Francisco de Asís fue guía y señal del camino de Francisco, pareciera ser que la elección de León XIV guarda estrecha relación con León XIII, cuya encíclica Rerum Novarum (De las cosas nuevas), publicada en 1891, fue un hito e insignia de toda una época de la cristiandad. Imposible ignorar que esos indicios guían los pasos del nuevo papa: la condena al trabajo infantil, la solidaridad social, el papel del Estado y la defensa de la propiedad privada, más un salario justo y la importancia de la familia. Todo esto ya forma parte del inicio de un legado que intentará sembrar e influenciar en las decisiones mundanas de una humanidad, cuyos adelantos técnicos no se comparen con su crecimiento ético y moral. La difícil tarea que tiene por delante el Papa León XIV Ya dijimos que el escenario global que enfrenta León XIV es infinitamente complejo y con compromisos inmediatos, como mediar en guerras y atender las injusticias y la pobreza extrema que azotan sin piedad a sociedades injustas y desprotegidas. La silla de Pedro vio pasar durante cientos de años todos los giros sociales, políticos y culturales posibles, y logró adaptarse a las circunstancias de cada momento, con mayor o menor tino, con mayores o menores aciertos en lo secular. la elección de Robert Francis Prevost, un norteamericano con ciudadanía peruana con fuertes vínculos con América Latina, nuevamente fue una imprevista resolución (Fotos: archivo DEF) Sin embargo, es muy probable que, en un futuro cercano, la palabra y la influencia del papa sean aún más vitales para la gobernanza mundial, que deberá enfrentar los inmensos desafíos que las nuevas tecnologías traerán a la humanidad. Vienen con ellas buenas nuevas, seguramente extraordinarias, pero también vienen peligros que pueden hasta incluir la destrucción total de la vida, como auguran varios intelectuales partícipes de su creación. Deberá primar el sentido común, la solidaridad, la vocación de servicio. Todo ello por sobre la codicia, la avidez, la ruindad y la ausencia de toda moral. A León XIV y a los principales dirigentes del mundo les espera cargar con una pesada mochila. Dios los ayude a dar la talla en las horas por venir.
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