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  • La historia de la psicóloga de 100 años que continúa atendiendo pacientes

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 13/06/2025 13:04

    La psicóloga Marcia Brenner sigue atendiendo pacientes a los 100 años pese a los desafíos de la memoria A la hora acordada, sus pacientes marcarán el número y la psicóloga de 100 años cogerá el teléfono. Cada vez con más dificultades auditivas, se aprieta el auricular inalámbrico contra la oreja. Está parcialmente ciega y ya no puede confiar en la lectura de sus propias notas. Durante 45 minutos, varias veces a la semana, escucha atentamente las penas y los problemas de los clientes que han llegado a depender de su consejo. Algún tiempo después de la pandemia de COVID-19, cuando todas sus sesiones eran a distancia, la psicóloga, Marcia Brenner, empezó a notar una tendencia inquietante. Se encontraba preguntando detalles sobre la vida de sus pacientes que antes conocía muy íntimamente. Esta pérdida de memoria puede ser la aflicción más dolorosa que ha sufrido en su larguísima vida. “Es terriblemente frustrante, pero no puedo hacer nada salvo decir: ‘Recuérdamelo, dímelo otra vez, repítelo’”, dijo Brenner. “Hago todo lo que puedo para no mostrar mi angustia”. Y, sin embargo, siente que defraudaría a sus pacientes si se jubilara. “Esto se remonta a la hospitalidad de la Europa del Este”, dijo su hijo Evan Brenner, al referirse a la herencia familiar de la región de Minsk, en la actual Bielorrusia. “No se dice que no a un invitado o a alguien que pide ayuda”. Un asistente de salud a domicilio que ayuda a Brenner con los horarios y las cuentas dijo que, cuando la psicóloga estaba en el hospital con una cadera rota, los pacientes llamaban para preguntar cuándo volvería. Y así continúa con sus sesiones semanales de terapia. “Es un esfuerzo”, dijo Brenner. “Pero automáticamente me pongo en modo de trabajo. Cuando estoy en una sesión, puedo ser yo misma”. Durante el fin de semana de Pascua de abril, justo antes de cumplir 100 años, sus familiares se arremolinaban a su alrededor mientras ella estaba sentada en un sofá de su amplio apartamento de alquiler controlado en el Upper West Side de Manhattan. Llevaba una blusa con estampado de leopardo y delineador de ojos, y tenía las uñas pintadas de un sutil tono coral: una menuda matriarca con sus nietos acurrucados a su lado. La longevidad y la vocación de Marcia Brenner: una vida dedicada a la psicoterapia en Nueva York (Imagen ilustrativa Infobae) Le habían pedido que contara la historia de King, el perro listo que solía coger el ascensor desde el piso 14 para salir a pasear, y todos hacían lo posible por ayudar a rellenar los huecos, incluida la vez que se temió que se hubiera ido para siempre hasta que lo encontraron pidiendo sobras en la carnicería. ¿Y qué hay de la travesura con el loro Harriet? Su hijo Daniel Brenner se preparó para contarla, pero advirtió: “Es larga”. “Tengo tiempo”, dijo su madre. Daniel, que también es psiquiatra, está convencido de que aún conserva los dones que la hicieron tan valiosa para sus pacientes. “Ella cobra vida al escuchar”, dijo. “Una buena psicoterapia consiste en prestar atención a lo que ocurre ahora, no a lo que ocurrió la semana pasada. Da consejos increíblemente prácticos”. Pero el hijo señaló que la memoria de su madre había empeorado notablemente en los dos últimos años. Probablemente, no se trataba de Alzhéimer, pues ella estaba muy al tanto de ello, añadió. Era un misterio que recordara fácilmente canciones tontas en yidis, pero que los recuerdos más profundos y personales parecieran erosionarse. Lo que recordaba de un matrimonio temprano y doloroso era lo mucho que deseaba divorciarse cuando vivía en Israel. Pero ¿Fue hace 75 años? ¿Y por qué estaba en Israel? Cuando Brenner mencionó su centenario a sus conocidos, dijo que todos fingieron que era positivo. “¡Oh, qué maravilla!”, dijo burlonamente. Nacida en Brooklyn, añadió una efectiva palabrota. La familia y los pacientes destacan su impacto y resiliencia a lo largo de seis décadas de carrera (Imagen ilustrativa Infobae) Los pacientes de Brenner son décadas más jóvenes que ella y siguen recomendándole otros posibles clientes, que ahora ella rechaza. En el apogeo de su carrera, trabajaba 40 horas a la semana. Los dilemas que escucha, dijo, son básicamente los mismos a lo largo de las décadas: depresión, soledad, problemas de pareja. ¿Hubo alguna vez un problema demasiado difícil de tratar? “Poca inteligencia”, dijo. “No puedes hacer nada”. Ha sobrevivido a innumerables pacientes en sus 62 años de consulta, pero no recordaba haber abandonado nunca a ninguno, y siempre mantuvo un sistema de pago flexible para los que no tenían seguro. “Probablemente, aún le debo dinero”, dijo Candice Belanoff, de 56 años, una de sus antiguas pacientes. Sus años de terapia conversacional, de 1998 a 2004, empezaron cuando estaba dejando de tocar el bajo eléctrico en un grupo de punk-pop de bastante éxito, Walt Mink. Sus ingresos eran mínimos a pesar de las giras y la grabación de discos. Preparada para un cambio, dijo que Brenner le había dado el “jalón de orejas” que necesitaba, empujándola a ir a la universidad, a casarse con un buen chico y a tener un hijo. Belanoff acabó doctorándose en Harvard y ahora es profesora clínica asociada de Salud Pública en la Universidad de Boston. “Sé que Marcia trabajó con muchos músicos y artistas en apuros y que es depositaria de todos los dilemas, las peculiaridades y los pecadillos de estas personas”, dijo. “Quizá por eso sigue trabajando, porque todos le debemos dinero”. Sin duda, los hábitos saludables han ayudado a Brenner a aguantar: ejercicio regular, comida casera, dieta variada, poco alcohol, muchos amigos. Los suplementos vitamínicos eran otra prioridad, unos 20 diarios, hasta que los médicos le aconsejaron que redujera su consumo. “¿Qué es esta hambre de vivir más?”, se preguntaba Brenner. “Tener 100 años nunca fue un objetivo”. La pérdida de memoria y los retos de la vejez no detienen su labor terapéutica (Imagen ilustrativa Infobae) Pero perder recuerdos simplemente escapa a su control. “Cuando la pérdida aumenta cada día, no es divertido, sobre todo cuando eres consciente de lo que has perdido”, dijo. “Y puedo decirte que soy consciente de ello a cada momento. Y así, cada día te levantas y piensas: ¿Cuál es el maldito sentido?”. Aún tiene a su marido, Marlin Brenner, conocido como Buzz, que acaba de cumplir 96 años. También es psicólogo, y le queda un paciente. La pareja se conoció mientras estudiaban en el Teachers College de la Universidad de Columbia, donde ambos se doctoraron, y se casaron en 1963. Las paredes blancas de su apartamento están llenas de lienzos abstractos de Buzz. En 2021, a los 90 años, publicó un libro, The Therapist Within, en el que invitaba a los lectores a explorar el autoanálisis. En un rincón del salón hay un piano de cola Steinway, pero la degeneración macular ha impedido a Brenner tocarlo porque ya no puede leer las partituras. El piano, dijo, fue un regalo de su madre, quien la empujó a practicar cuando crecía en el barrio de Brownsville, en Brooklyn. Sus padres eran migrantes de primera generación, que huían del antisemitismo en Rusia. El año en que nació Marcia Schwartzburg, 1925, Calvin Coolidge era el presidente, la revista The New Yorker era nueva y se publicaron La señora Dalloway, El gran Gatsby y el primer volumen de Mi Lucha. Su historia familiar y su vínculo con la comunidad revelan una existencia marcada por la entrega (Imagen ilustrativa Infobae) Después de la Segunda Guerra Mundial, tras terminar sus estudios universitarios en el Brooklyn College, se trasladó a Jerusalén. Las memorias inéditas de su madre decían que parecía una buena idea enviar allí a Masha, como se llamaba entonces, a la escuela de posgrado. Entonces estalló la primera guerra árabe-israelí en 1948, y sus padres le suplicaron que volviera a casa. Ella se negó. “Recuerdo que escapaste de bombardeos y balas”, le dijo su sobrino Ori Schwartzburg, animándola a hablar. “Rescataste a unos adolescentes que estaban atrapados bajo el fuego”. Su tía parecía interesada, como si oyera la historia por primera vez. “Me contaste una historia sobre trabajar en códigos y claves”, continuó. Brenner pareció dilatarse con el recuerdo. “Estuve en el servicio de inteligencia de la Haganá”, aceptó. “Nunca tuve un arma ni llevé uniforme”. Pero no podía recordar cómo se involucró en un brazo paramilitar de las Fuerzas de Defensa de Israel. Quizá tuviera algo que ver con la posesión de una radio Hallicrafter. En Israel se casó con un hombre con quien trabajaba, que era dramaturgo y político. “Era muy importante, y yo tenía muchas ganas de casarme con él”, dijo Brenner. Luego añadió, con cierta vehemencia: “Y deseaba mucho divorciarme de él”. No estaba claro si Buzz podía oírla. Rodeada de su familia, todos ellos locuaces y felices en el remolino de actividad del apartamento, Brenner parecía ejercer una atracción gravitatoria silenciosa. “Envejecer en algún momento de la vida implica perder más que ganar sabiduría”, había observado antes. “Y en ese momento de la vida, empezaría a pensar en no querer vivir mucho más”. La psicóloga y el desafío de la memoria en la vejez (Imagen Ilustrativa Infobae) No parecía especialmente preocupada por esta revelación. “He aceptado el cambio”, dijo. “No tengo otra opción”. Su hijo Daniel soltó una macabra canción de cuna que le había enseñado su madre, y ella se unió a ella con alegría, recordando cada verso: Anoche nuestro pequeño bebé murió Murió porque se suicidó Algunos dicen que fue meningitis Pero nosotros sabemos que murió solo para fastidiarnos De todos modos era un pésimo bebé Nos costó cuarenta dólares. Los miembros de la familia estallaron en carcajadas e intentaron que repitiera algunos chistes en yidis que les encantaban, pero Brenner se quedó en blanco. Estaba cansada. *Julie Besonen and Sarah Blesener - ©The New York Times

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